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Cuenca: Patrimonio de la Humanidad y del viajero

Por Concha Pelayo (*)
viernes 24 de noviembre de 2023, 21:56h

24NOV23 – ZAMORA.- ¿Quién no ha oído hablar de Cuenca, de su Ciudad Encantada, de sus Casas Colgadas? Confieso que cuando llegué a esta ciudad por vez primera hace ya unos cuantos años, poco, o nada, sabía de esta joya de la naturaleza.

Cuenca: Patrimonio de la Humanidad y del viajero

Por eso, cuando llegué a Cuenca en aquella primera ocasión y el taxista me conducía al hotel a gran velocidad, subiendo y bajando vertiginosamente por estrechas callejuelas, plazoletas recónditas y caprichosas, ya comencé a dejarme encantar. Su Catedral, a la derecha, mientras hacía mi primer recorrido, me recordó, por su fachada principal, a la parisina Notre Dame de Paris.

El Hotel Leonor de Aquitania, donde me alojé, estratégicamente situado en la cima de una roca, una de las famosas “casas colgadas” me permitió contemplar su hoz derecha, una de las hoces que abrazan celosamente la ciudad para que no intente escapar. Un impresionante puente de hierro, a más de cincuenta metros sobre el suelo, hace descender la mirada al fondo del abismo. Al otro lado, el Parador de Turismo, un recinto fortaleza magníficamente dotado de la sobriedad y el confort que caracterizan a los paradores de turismo. Desde cualquier ventanal las vistas merecen horas de ensimismamiento para disfrutar de un enclave único en el que se hace imposible frenar la imaginación. La inverosímil arquitectura conquense, al anochecer, conforma una sucesión difusa cuya luz se ajusta con mayor o menor fuerza sobre las rocas. Las barandillas de los pequeños balconcillos sujetan el abismo en armónica luminaria. La que fuera casa de José Luís Perales, mira de frente al imponente paisaje. El romanticismo de este hijo predilecto de Cuenca está más que justificado.

Pasear por la ciudad, sobre todo al anochecer, es escuchar las propias pisadas y el rumor del agua al deslizarse por los caños de sus fuentes. A cada instante, un descanso sobre las barandas y paredes que protegen y separan de las gargantas y profundas rocas.

He vuelto a Cuenca recientemente y de nuevo he vuelto a maravillarme por todo lo que guarda esta ciudad de subidas y bajadas, de casas con fachadas de colores: ocres, azules, rojos. Me dicen que sólo los más románticos y los que quieren mantener la esencia de la ciudad moran allí. Me mostraron una casa con ocho alturas, unas hacia arriba, otras hacia abajo. La misma estructura, el mismo mobiliario, los mismos objetos. Todo ello es mimado por los actuales moradores. Antes lo hicieron varias generaciones anteriores. Todo se conserva tal cual lo heredaron. Y así son casi todas las casas de la parte alta de Cuenca. La ciudad moderna, donde bulle más la vida se ha extendido a lo largo del río Júcar. Allí se han instalado los supermercados y todo tipo de negocios. Incluso la juventud encuentra más comodidad en la parte baja.

Aparte de la monumentalidad de Cuenca, como su Catedral, de una belleza extraordinaria, de sus numerosas iglesias y conventos; Cuenca puede presumir de tener excelentes museos como el de Arte Abstracto, el Museo Arqueológico, o el de Arte Contemporáneo, entre otros. Cada uno de estos museos alberga importantes obras de los más afamados artistas, tanto nacionales como internaciones. Algunos, también, locales.

Apenas tres días me han servido para recordar mi primer viaje y para visitar la Ciudad Encantada, donde no había estado, un paraje espectral y estremecedor donde emergen monumentales rocas construidas por mor de los mares y el tiempo. La erosión ha sido su arquitecto. Un paisaje que invita a soñar y a descubrir los orígenes de la Tierra que nos sustenta.

He vuelto a recorrer las calles de esta ciudad por lo que me ha permitido descubrir rincones y detalles que había olvidado como el monumento que los conquenses dedican al gran poeta, ya desaparecido, Federico Muelas, extraordinario y controvertido. Quise conocerlo, saber algo más de él. Uno de sus poemas, un bello soneto, habla de su ciudad, de su Cuenca natal, habla de sus empinadas calles, de sus subidas y bajadas. Desde uno de los miradores de la ciudad, desde donde se divida la espléndida estampa del Parador, a lo lejos y sobre un empinado promontorio, a la izquierda de la imagen, unos cuantos cipreses recuerdan la que fuera la casa del poeta. Una bella localización para un gran poeta.

Para terminar, os dejo unos versos que forman parte del soneto al que hago referencia.


"Alzada en bella sinrazón altiva
-pedestal de crepúsculos soñados-,
¿subes orgullos, bajas derrocadas
sueños de un dios en celestial deriva?

Concha Pelayo (*)

(*) Concha Pelayo - Es escritora/ Gestora Cultural - Miembro de AICA, FEPET y ARHOE - https://voydetapas.blogspot.com.es/

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