Acto seguido, ante mi fallido intento por interrogarla, entró un antiguo auxiliar paramédico, muy conocedor de su oficio y me dijo: vaya a tomarse un cafecito doc, mientras yo le aplico un algodón con bromuro en la nariz a esta loquita y luego lo llamo cuando esté despertando... Efectivamente algunos minutos después yo intentaba de nuevo comunicarme con la paciente, y ella empezaba a contestar a mis preguntas, siempre recostada, con los ojos cerrados y balbuceante.
-¡Hola!. ¿Reviviste?
“¿Qué me pasó?”
-Te trajeron los carabineros, te encontraron durmiendo en el asiento trasero de un bus.
“Algo recuerdo. Casi nada”.
-¿De dónde venías? ¿Tomaste algo?
“Salí de mi casa en la mañana muy temprano”.
-¿En qué sector vives?
“En Quinta Normal”.
-¿Y dónde fuiste?
“Fui al cementerio, a visitar a mi abuelo fallecido”.
-¿Y luego?
“Estuve mucho tiempo ahí, lloré mucho, después caminé mucho, y no recuerdo más”.
-¿Qué edad tenía?
“Tenía más de 80 años”.
-¿Y qué hacía él?
“Era profesor”.
Te debe haber enseñado muchas cosas.
“Si, sabía mucho, yo lo quería tanto...”
-Humm... ¿Y le gustaba escribir?
“Si, una vez escribió un libro; Camino de Damascos”.
-Yo, lo he visto. En mi casa hay un ejemplar.
“Que coincidencia”.
-Con esa edad, debe haber tenido una familia muy numerosa.
“Si, eran 16 hermanos, hay parientes que ni conozco”.
-¿Tu sabes si él tenía familiares en Catapilco y Zapallar?
“Si, tengo unos tíos y primos de allá”.
-¿Y te dice algo el nombre de una señora llamada Carmen Rosa?
“Si, una hermana de mi tata”.
-Y yo agrego: ella es mi abuelita…
En eso la muchacha abre los ojos y se sienta... yo prontamente la abrazo y le digo: entonces somos primos... Coincidente con la entrada de mi médico jefe, quien al vernos abrazados me dice: “Buena cabro. ¿Y qué le hiciste a la lola que despertó tan cariñosa?”, (risas).
En efecto, ella era hija de un primo de mi padre y no nos conocíamos. Cuando me habló de su abuelo octogenario que había muerto, que era profesor y el sector donde vivía; recordé que un tío de mi padre reunía esas mismas características y yo había sabido de su fallecimiento. Por lo que me fue muy fácil ir atando cabos e inducir el interrogatorio y al efectuarle sencillas preguntas de las cuales yo ya conocía sus respuestas, logré que ella fuera adquiriendo cada vez más lucidez e interesándose en la conversación.
Después de haberse recuperado totalmente, mi jefe ordenó que la joven fuera enviada en ambulancia a su domicilio, con expresas recomendaciones a sus custodios, por ser ya de noche; y por ser... “la prima del doctor”.