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Opinión: “Mi Pequeño Manhattan...”

Vivir con un santo

Por Germán Ubillos Orsolich
domingo 14 de agosto de 2022, 23:01h

14AGO22 – MADRID.- Vivir con un santo o haberle conocido parece cosa rocambolesca o imposible y sin embrago no lo es. Hoy día catorce de agosto es el aniversario de la muerte para este mundo de san Maximiliano Kolbe, murió en el campo de concentración de Auschwitz asesinado por los nazis con una inyección letal, después de haberle tenido quince días sin comer. Lo hizo Kolbe para salvar la vida de un padre de familia que había sido elegido, y en su lugar ejecutado.

La prolífica pensadora y madre de la iglesia Edith Stein, filosofa y pensadora cristiana convertida al cristianismo, corrió una suerte parecida, fue a parar a las cámaras de gas de Auschwitz, donde corrió idéntica suerte y fue gaseada y ejecutada.

Pues bien, para ser santo no hay que ser un Maximiliano Kolbe ni Edith Stein, a quienes admiro, venero y rezo, es suficiente con ser Carlos Dorvier, mi amigo.

Carlos Dorvier de familia muy adinerada y seudoaristocrática le tocó vivir conmigo, desde mis dieciséis años hasta el año antepasado que pasó a la casa del Padre.

¿Cómo era Carlos Dorvier?. Era un pensador. Un hombre alto, delgado y algo enjuto, de conversación amena, interesante y profunda, hablaba bien de todos, jamás le oí hablar mal de nadie, al contrario, elogiaba las escasas virtudes del interesado.

Era austero, eso sí, muy austero. Comía y bebía con moderación, nunca le vi poseer coche alguno, aunque dicen que muy al principio tuvo un usado Seiscientos de dos puertas, que terminó aparcando y abandonando por desinterés. Agobiado por un patrimonio excesivo que era su calvario, jamás le vi disfrutar de él, solo lo administraba y trataba con sus arrendatarios y administradores que eran su calvario.

Carolo, como le llamábamos en la intimidad, era de misa y comunión diaria, generalmente a las ocho o las nueve de la mañana, en el iglesia parroquial del “Corazón de María”, en la calle de Ferraz, cerca de su casa, o en el “Buen Suceso”, en la calle de la Princesa.

De juventud atormentada por no poder experimentar realización personal alguna, sintió una cierta vocación profesional hacia los cincuenta años, cuando empezó a escribir y a dar conferencias sobre el mundo de la mística y los místicos, de los que era especialista. Leía y meditaba mucho acerca de ellos y aportaba datos y reflexiones personales realmente valiosas y muy sabrosas, que todos los que le conocíamos valorábamos en extremo, pues en realidad actuaba por nosotros, por nuestro bien.

El tema de la muerte del cuerpo le preocupaba en extremo y le hacía meditar, su mirada se tornaba turbia, profundísima y sombría, cuando hablaba de ello. Nunca llegué a pensar que moriría tan joven, el primero de entre mis amigos. La explicación que intuyo es que el Señor sabía que dada su naturaleza y su forma de vivir iba a dar más rendimiento en el cielo que en la tierra.

Germán Ubillos Orsolich

Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor.

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