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NABUCCO, de Giuseppe Verdi, en el Teatro Real de Madrid
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NABUCCO, de Giuseppe Verdi, en el Teatro Real de Madrid

Por Concha Pelayo (*)
domingo 24 de julio de 2022, 19:49h

24JUL22 – MADRID.- Una estructura semejando un muro o pared, oscilando en todo momento, a derecha a izquierda, adelante y atrás; mostrando u ocultando a los esclavos que claman por su libertad.

NABUCCO, de Giuseppe Verdi, en el Teatro Real de Madrid

Unos esclavos que se desplazan en bloque, como la propia pared, que cantan como los ángeles durante todo el tiempo que dura la representación. Ese muro, simbolismo de tantas injusticias, muestra un tono verde mar, como luce el océano al atardecer. En su conjunto, el vestuario de los actores, cientos de esclavos que llenan el escenario, se confunde con ese tono oceánico. Sin embargo, la magnífica iluminación, nos muestra el cromatismo de los trajes de hombres y mujeres, donde los ocres, amarronados, beiges o azulados, en gran equilibrio, uniformiza la escena. Apenas se observan diferencias. Sólo destacan las figuras del rey y de la reina; así como las pequeñas “meninas”, que lucen espectaculares vestidos de gran pompa, lujosos y en tono metalizado, rompiendo con el colorido general y amorfo del conjunto del escenario. También la corona real tiene gran protagonismo. Se la intercambian en determinados momentos el rey y la reina, al igual que las niñas, que juegan con ella. Y mientras esto ocurre, la música y los coros suenan en el templo como una sinfonía de aves, constante y monocorde, en el más recóndito de los paraísos.

Esta espectacular escena sucede en el incomparable marco del Teatro Real de Madrid donde se representa la ópera Nabucco, de Giuseppe Verdi, que nos transporta a pretéritas épocas y lejanos destinos. Esta obra trata de la conquista y expulsión de los judíos de Jerusalén por parte del rey de Babilonia (Nabucco).

Zaccaria, Sumo Sacerdote, anuncia a los hebreos que no deben temer pues tienen secuestrada a la hija del Rey, Fenena. Ésta está enamorada de un judío llamado Ismaele, que es sobrino del rey de Jerusalén.

Fenena e Ismaele se declaran su amor. Pero el rey Nabuco tiene su otra hija, Abigaill que también está enamorada de Ismaele. Al enterarse de este amor, Zacaria ataca a Fenena con un puñal, pero es detenido por Ismaele. Y vuelven la magia de los amores cruzados que dan tanto juego en cualquier representación y que suelen acabar en tragedia. Como la vida misma.

Según apunta Joan Matabosch, hay que no obviar el tono mesiánico de la trama pues se hace clara referencia a unos versos del profeta Jeremías. Así se proyecta la sombra del profeta y de su interpretación sobre las desgracias de Israel. Tampoco se puede olvidar el sufrimiento de los hebreos que son como un castigo de Dios.

Mientras Nabucco se ausenta de Babilonia, Fenena se convierte al judaísmo y reina, en su ausencia, Abigaille, la que descubre un documento donde se afirma que es hija bastarda de Nabucco y, por tanto, esclava. Intenta arrebatarle el poder a Fenena y hace correr la noticia de que el rey ha muerto, pero éste aparece ante el alboroto de las gentes a las que se les exige que rindan honores como al nuevo dios.

Los hechos se suceden: Nabucco enloquece y Abigaille reina con gran crueldad. En el gran templo de Baal, los sacerdotes presionan para que haga desaparecer a los judíos, pero ha de ser Nabucco el que selle la orden. Mientras los esclavos esperan el castigo, los judíos, a orillas del Eúfrates comienzan a entonar el canto “Va pensiero”.

Aquí hay que respirar hondo y prestar atención al lamento que llega al auditorio desde el escenario. Coros y música se han fundido en perfecta simbiosis. El público se emociona y calla. El final se prolonga en medio del silencio como la brisa recorre el bosque. Los aplausos se oyen y las palmas duelen. El director de orquesta hace un gesto y grita el teatro. Vuelve a obsequiar con otro bis. Y se repite el “Va pensiero”. El coro de los esclavos llena el espacio.

Abigaille, presa de remordimientos, ingiere un veneno que la llevará a la muerte. Pero antes de morir intercede para que su padre bendiga la boda de Fenena e Ismaele.

Cabe destacar el papel de las dos niñas, como meninas velazqueñas, desplazándose por el escenario, asustadizas, huyendo ante la presencia del rey, ante la rotunda presencia de la reina. Un regalo para la vista.

La ópera consta de cuatro actos, dos horas y treinta y cinco minutos de duración. Son 15 representaciones.

Director musical: Nicola Luisotti

Director de escena: Andreas Homoki

Iluminación: Franck Evin

Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real

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Concha Pelayo (*)

(*) Concha Pelayo - Es escritora/ Gestora Cultural - Miembro de AICA, FEPET y ARHOE - https://voydetapas.blogspot.com.es/

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