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Opinión: “Mi Pequeño Manhattan...”

Palabras presentación “El mundo de lo invisible”

  • A mi hija Marta

Por Germán Ubillos Orsolich
domingo 24 de octubre de 2021, 20:16h

24OCT21 – MADRID.- Muy queridos amigos. Una vez más nos reunimos hoy en el Sancta Sanctorum de la Sociedad General de Autores y Editores de España por gentileza y cesión de esta sociedad y de Clara Neila su gestora. También por Carmelo Segura y María Eugenia González Cintas mis editores de narrativa más acrisolados. Me acompañan también Aurora Viloria del Departamento de Geriatría del Hospital Clínico San Carlos de Madrid; de Gaetán Kabasha, capellán que era del mismo; y del legendario alpinista, escritor y letrado César Pérez de Tudela.

Quiero haceros llegar un libro testimonial, un género literario que no se adecúa a ninguno de los clásicos, por ser más bien unas Confesiones como fueron las de San Agustín, o unos pensamientos como los de Blas Pascal.

Me sitúo para ello y os situó en la “rampa de lanzamiento”, que yo llamo así al final de esta vida, en las postrimerías de la misma que tan torpemente se han quedado en utilizar esa palabra tan lúgubre y maldita como es “la muerte”. Pero hoy estamos aquí para intentar convenceros de que “la muerte no existe”.

Siempre se ha quedado en decir y suavizar que es el final lógico de la vida. Pero eso no es cierto, ya que una vez que hemos nacido no moriremos jamás. Y aquí viene ese escándalo, como lo fue también el de la Cruz de Cristo.

Este libro va a molestar e indignar a los no creyentes, a los convencidos de que después de la muerte ya nada existe; que nos vamos para no volver jamás. Pero yo os afirmo todo lo contrario, que apenas sumergirnos en “esa dormición” inconsciente, una luz deslumbrante aparecerá en nuestro sentir y comenzaremos a caminar tambaleantes por el interior de un gran tren de Alta Velocidad hacia esa luz inefable a la que llamamos Dios. Y es en ese caminar de un vagón a otro, que veremos a nuestros padres, a nuestros abuelos, a nuestros amigos, hermanos y conocidos desaparecidos de este mundo mediocre al que llamamos LA VIDA, y que ya Calderón llamaba “el sueño”, y los sueños, sueños son.

Porque la Vida es la otra. Por eso la gente de fe ha acordado definir la fecha del nacimiento de los bienaventurados llamados también santos, en la fecha de su muerte terrestre o fecha de su dormición.

Este concepto de dormición ha quedado bien acuñado en el caso de la Santísima Virgen María. Pues bien, yo os digo y afirmo de nuevo que la muerte no existe, existe la dormición. Y de no ser así qué sentido tendría, qué habría sido de amigos míos tan queridos y profundos como Rafael Casas, Carlos Dorvier Hernández de Velasco o José López Franco, delegado de curso de Icade.

Pero no solo quiero detenerme aquí, quiero también declararos hoy la poderosa influencia que tienen esas personas desde el llamado Mas Allá de nuestras vidas, sobre nosotros. De forma acertadísima en la oración señera de Jesucristo se habla de la “Comunión de los Santos”, la interacción recíproca y colectiva entre los vivos y los muertos en un caminar común destinado al Paraíso y en ello a ver a Dios.

Destinados a ver a Dios. La acción de los muertos sobre los vivos, aunque no sepamos con certeza quienes son realmente los unos y los otros.

En resumen, no hay que temer lo que llamamos la muerte, temamos mejor la vida y lo que nos pueda acontecer.

En este libro narro los hechos ocurridos no hace mucho cuando aquejado de una “disfagia aguda”. algo más de un mes sin poder tragar ni miga de pan ni gota de agua.

Había perdido doce kilos y mi función renal amenazaba colapsarse, vamos que iba a morir a no ser por los cuidados de mi esposa y después, como también veremos, de la doctora Viloria aquí presente.

En mis últimos momentos y tras cortar con una tijeras equivocadamente las sondas nasogástricas que me permitían estar aún vivo, y ser trasladado del Sanatorio del Rosario, de Príncipe de Vergara, al Hospital Clínico de San Carlos de Madrid, no sin antes pasar unos días en mi casa, y en vísperas inmediatas de intervenirme quirúrgicamente para instalarme unas sondas definitivas al estómago para poderme alimentar, progreso científico éste pero tortura inhumana y cruel, se obró un milagro del cielo, “porque los milagros existen”. Son hechos prodigiosos que acontecen en la quebrantada humanidad, de tragarme diez jeringazos que llenaban mi boca de diferentes fluidos y densidades sin derramar una sola gota, sencilla y llanamente porque para lo que los hombres es imposible no lo es jamás para Dios.

Mi hermana Mercedes, viva que no difunta más allá de éste velo que nos ciega, trabajó como una fiera durante más de siete días, junto con María Jesús Siles, y porque no decirlo también con la doctora Viloria, para que la mañana del día 27 de noviembre, día de la “Virgen Milagrosa” y décimo aniversario del nacimiento de mi hermana al otro mundo, al Mundo de lo Invisible, esto es al de su fallecimiento en este mundo que conocéis.

Así como Lázaro o el Hijo de la viuda de Naím, el Señor quiso que éstos resucitaran, así a instancia de mi bendita hermana que me espera en el Tren de Alta Velocidad para darme un abrazo, fue el Señor en persona – Señor de vivos y no de muertos – quien dispuso claramente, decidió y obró en mi persona física, para que yo viviera unos años más y que no muriera para estar hoy entre vosotros y podéroslo contar.

De todo ello son testigos el capellán del Clínico entonces Gaetan Kabasha; la doctora Aurora Viloria geriatra en dicho hospital; y aunque no presencial, sí testigo de la cercanía de la muerte en repetidas ocasiones, el montañero y alpinista célebre reconocido mundialmente César Pérez de Tudela.

Bien; de esto trata este pequeño libro testimonio, de hacer todo lo contrario a lo que me recomendara el obispo auxiliar de Madrid Monseñor Santos Montoya y mi hermano tan querido. O sea vocearlo a todo trapo para que la gente lo escuche aunque no crea que en mi pobre persona indigna y pecadora ocurrió un hecho prodigioso también llamado milagro el 27 de noviembre, día de la Milagrosa y décimo aniversario de la muerte en olor de santidad de mi increíble e inolvidable hermana Mercedes Ubillos.

Y de eso se va a hablar y a leer en este pequeño libro. De la existencia y de los poderes de lo que he quedado en llamar “EL MUNDO DE LO INVISIBLE”, y de los que allí continúan con vida, de los ángeles, de los santos y de los nos esperan en beatifica y feliz estancia.

Hay una frase afortunada y genial de mi admirado Arturo Pérez Reverte, el cual aludiendo a los inmisericordes críticos literarios de una de sus principales novelas, dijo textualmente: “Cuando lleguen ellos con sus afilados y agudos cuchillos, yo ya no estaré allí”. Pues, bien remedando a mi ilustre colega, yo os digo que cuando llegue el día que podáis contemplar el rostro cerúleo y el cuerpo yerto de mi propio cadáver, el cuerpo yerto de mi cadáver pálido y cerúleo, cuando lo veáis y lo contempléis, “yo ya no estaré allí”.

De lo demás hablarán mis compañeros y vosotros podréis preguntarles al final lo que queráis, en lo que se ha quedado en llamar Coloquio anterior a la firma y dedicatoria de ejemplares por mi parte.

Muchas gracias. Germán Ubillos.

Germán Ubillos Orsolich

Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor.

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