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Opinión: “Mi Pequeño Manhattan...”

Cristo en la cruz

Por Germán Ubillos Orsolich
martes 03 de agosto de 2021, 03:31h

02AGO21 – MADRID.- Cuando estás impedido y casi inmovilizado te da por pensar en los sufrimientos de Cristo en la Cruz, a lo largo de su suplicio y una muerte tan prolongada que podría calcularse en cosa de tres horas o más, quizá hasta cinco.

Al dolor físico y al desgarro de las manos y los pies clavados y sujetados a la gran cruz de madera, podría unirse la sensación de sed intensa a irremediable originada por la lenta e inexorable sangría.

Es la frase repetida “tengo sed”.

A eso habría que unir la vergüenza de la desnudez casi total a los ojos tanto de los jerarcas del lugar como el más último de los vagabundos y miserables.

El dolor visual y sensorial de su madre tan querida y de alguno de sus apóstoles y seguidores.

Si necesitaba orinar – cosa elemental – se vio obligado a hacerlo en público y ante todos, chorreando la orina hasta los pies de la cruz; no digamos otras excrecencias tan privadas y personales, que no nombro y sin embargo enumero y aludo a ello por propia experiencia personal, dadas mis actuales limitaciones y no por pizca de sadismo alguno.

En pocas palabras, un crucificado sufre simultáneamente todos los dolores físicos y morales, todas las vergüenzas y humillaciones que imaginarse pueda, sin pizca de alivio ni de consuelo.

El invento romano de la crucifixión no podía imaginarse más terrible, más cruel, ni más humillante y destructor a la vez hasta terminar con la muerte por asfixia.

Es curioso pensar que cualquiera de nosotros ha estado más de una vez sometido en la vida cotidiana y laboral a una pizca del suplicio de la cruz.

Pero si nos ponemos a pensar cuando vamos envejeciendo y enfermando camino del final, que nos vamos individualmente acercando al suplicio de Cristo en la Cruz, hasta tener que exclamar desesperadamente, clavado, torturado, agonizante e inmóvil: “! Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado ¡”, grito supremo de atravesar el umbral del negro muro del ser a la nada.

Que la misericordia del Padre, tenga un poco de piedad con nosotros cuando se acerque ese momento terrible en que llegamos a semejarnos aún muy lejanamente a los momentos finales del suplicio de su Hijo inmóvil, exhausto y moribundo clavado en aquella pesada cruz de madera, invento cruel de un Imperio llamado a fenecer.

Germán Ubillos Orsolich

Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor.

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