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Cuento: “Columna del Bárbaro Gentil”

Fase REM: sueño profundo

Por Carlos Morales Fredes *

miércoles 10 de marzo de 2021, 15:42h
10MAR21.- -Ha sido nuestro sujeto de estudio más fiel –mencionó el doctor Montalvo, en tanto ingresábamos a las modernas instalaciones. –Desde que se inició el DDP local, o Proyecto para la Decodificación de Sueños, ha estado a nuestra disposición. Es un gringo que llegó a nuestro país cuando tenía alrededor de 28 años.
Fase REM: sueño profundo

Antes de cumplir los 70, sufrió un accidente y cayó en coma. Como las expectativas de recuperación eran mínimas, y se trataba de un ciudadano americano sin familiares ni conocidos, se le derivó a este centro de experimentación. Es un milagro haberlo mantenido con vida todos estos años, así es que no creo poder contar con él mucho tiempo más.

Recién me incorporaba al equipo, por lo que seguí la explicación del jefe del proyecto, con gran interés, en tanto contemplaba la cápsula de polímero, donde yacía el cuerpo inerte. Aun estando horizontal se apreciaba su gran estatura. Era un individuo de complexión delgada, en cuya tez demacrada se advertían antiguas cicatrices. Lucía un cráneo bien proporcionado, cubierto por cabello cano y escaso. Su respiración –asistida por el alambicado aparataje que le suministraba oxígeno, fármacos y suplementos alimenticios– se hacía casi imperceptible. Salvo una paulatina fluctuación, a la altura del pecho, diríase que nos encontrábamos ante un cadáver.

–Doctor –me animé, a preguntar, –ya que el cerebro sigue patrones predecibles, al reaccionar frente a estímulos sensoriales, ¿cómo se comporta la mente de alguien que no ha usado sus órganos visuales por décadas? ¿Qué información factible de ser analizada, consiguen obtener?

–Los registrados previos al coma. Situaciones vivenciales, objetos, seres y sucesos que presenció y se fijaron en su memoria. El algoritmo del programa correlaciona eso con diversos patrones, originando perfiles objetivos y consistentes. Con esa información, el aparato de resonancia magnética, reproduce las imágenes visualizadas durante las diferentes etapas del sueño.

–Como usted sabe –agregó, –el proyecto de decodificación se inició hace tres años, financiado por fondos de la corporación japonesa diseñadora el programa. Hoy hemos conseguido incrementar la resolución de las imágenes, en un 15%, en relación a las anteriores.

–Podría empezar con él, doctor Alcides, –mencionó de inmediato. –Es uno de nuestros casos más interesantes, y como usted viene a… contribuir, con nuestra labor. ¿Me disculpa si uso ese término, en vez de fiscalizar? Bien –prosiguió sin esperar mi respuesta, –en la sección de archivos encontrará toda la información. Puede solicitársela a Greta. Es la encargada y se pondrá a sus órdenes, para suministrarle lo que desee.

El departamento de archivos era un lugar acogedor, no obstante la cuadriculada austeridad de sus instalaciones y Greta –una simpática rubia de ojos claros– contribuía a ello, con su buen trato y calidez.

Al día siguiente, y dado que ya tenía algunas nociones generales, de la identidad del americano, me aboqué a los registros obtenidos por resonancia magnética. Greta, tal como lo anticipara el doctor Montalvo, me proporcionó los archivos visuales, acumulados durante los estudios.

Por algo más de una semana, estudié los registros. La baja resolución de las imágenes antiguas distaba mucho, en calidad, de las obtenidas en años recientes, aunque tampoco alcanzaban una óptima nitidez. Una resonancia magnética, seguía siendo solo eso y no una instantánea fotográfica.

Muchos de los primeros monitoreos, tenían que ver con imágenes que, pese a lo borroso, dejaban ver un objeto en movimiento. Un medio de transporte con personas en su interior. Un vehículo oscuro desplazándose por una calle. Después las imágenes se tornaban imprecisas. Figuras difusas, moviéndose prisa.

Los últimos monitoreos, no diferían mucho de los anteriores, salvo en una aceptable optimización en su calidad. Las imágenes se reiteraban, pero se apreciaban mejor.

El vehículo era un automóvil, sin duda. Aparecía desde una vía que bajaba en torno a un parque o algo similar. El debió estar en el antejardín de una casa ya que, en algunas secuencias, aparecía una reja gruesa. Como durante la fase REM del sueño, los ojos siguen los eventos soñados, la mirada se paseaba entre el auto, la cerca y unos edificios cercanos.

En el auto, se podían distinguir varias figuras. Una gesticulaba mucho, al conversar. Luego todo se volvía a tornar vago, confuso. Personas acudiendo a un lugar indeterminado. Después, nada. Apagué la pantalla, desanimado.

Corriendo el riesgo de que mi interés decayera aún más, busqué entre los datos personales del individuo. Nacido en el estado de Texas y llegado al país a principios de 64. Adquirió una propiedad en el campo, poco después de su llegada, y parecía llevar una vida tranquila. Hasta su accidente ocurrido el 2004. Un atropello del que nunca se hallaron culpables.

Sus reiterativos sueños, debían tener relación con aquello. El automóvil avanzando, un hombre acercándose, o rebasando una cerca. Luego gente corriendo. Claro, de ahí la fijación mental reflejada en el decodificador de imágenes.

La lógica de mi deducción, se vio interrumpida por Greta. El humeante café y la bandeja con galletas, que me ofrecía, llegaban en el mejor momento.

–¿No está cansado de revisar tanta grabación y documentos, doctor?

–Claro que no, Greta. Indagar en lo que visualizaba una persona durante el sueño –algo impensable hace unos años– es abrir una ventana a lo desconocido. No se sabe lo que encontraremos.

–¿Existe alguna documentación más sobre este tipo, Greta?

–Mmm ¿Vio la carpeta que dice “Sin confirmar”? El doctor Montalvo consideró que no aportaban a su labor y la descartó. Allí existen una serie de datos. Rumores que corrían sobre el gringo. Inclusive el de que su accidente no fuera un atropello, sino un asalto o algo similar. Pero, todo eso –tal como dice la tapa– jamás fue ratificado.

El legajo en cuestión, era más bien un sobre grande, que revise con avidez.

Entre otras confidencias recopiladas allí, se planteaba la hipótesis de que fuera alguien perseguido por el FBI. Otros rumores lo vinculaban con la mafia; un maleante caído en desgracia, huyendo para no ser ejecutado por sus secuaces.

Otra versión aventuraba que se trataría de un agente de la CIA, entrenado para operar desde la clandestinidad. Alguien que habría sido ingresado a un programa, de protección de testigos, que vino a sepultarlo, en vida, a este alejado rincón del mundo.

Seguí leyendo, pero la sigla de la Central de Inteligencia Americana, empezaba a perfilarse con insistencia, en mi cerebro. Sus funestos manejos la precedían.

Volví a revisarlo todo. Las fechas, confrontadas con ciertas imágenes, empezaban a conformar un delirante rompecabezas. Un detalle, omitido hasta ahora, daría inequívoca orientación, a mis alocadas presunciones.

Busqué en los legajos anteriores. Comprobé, con desaliento, que el dato del lugar preciso de nacimiento o residencia, no figuraba por ningún lado. Antes de llegar a nuestro país, el misterioso gringo residía en Texas. Solo eso.

Regresé a las imágenes de la resonancia magnética, con una mirada más incisiva.

El monitor volvió a mostrar el automóvil… oscuro, amplio. Mientras avanzaba, pude distinguir a las personas en su interior; cuatro o más. Uno de ellos gesticulaba al conversar o… saludar. Y si se les veía haciendo eso, es porque se trataba un vehículo… descubierto. Me recriminé, por no haberlo deducido antes.

Aspiré profundo. La imagen de una limusina oscura y descapotable, avanzando por una vía cercana a una plaza, con un personaje saludando, me situaba ante un escenario muy reconocible. También la visión de un edificio amplio, ubicado en los alrededores y la gente corriendo, establecían una relación inequívoca. Esto era algo que no solo estaba en la cabeza del gringo, sino que en el inconsciente colectivo. El puzle se completaba. La evidencia hizo que mi imaginación se precipitara. ¿Sería posible que, los perfiles decodificados por la resonancia magnética, fueran registrados en el subconsciente de nuestro sujeto, durante el viernes 22 de noviembre de 1963, en Dallas? ¿Teníamos encerrado, en una cápsula plástica, a un testigo del magnicidio?

Mientras mis pulsaciones se multiplicaban, recordé el enrejado. No parecía haber ninguna casa, en los alrededores. ¿Dónde se hallaba nuestro hombre, al momento de los hechos?

La documentación y las filmaciones de la época, aportaron una respuesta inquietante.

Según la investigación oficial, Lee Harvey Oswald disparó a Kennedy desde el almacén Texas School Book Depository, ubicado en la plaza Dealey. Pero, según otras teorías, habría existido un segundo tirador. Uno situado tras una cerca de madera, en el Grassy Knall, un pequeño montículo de hierbas, dentro de la plaza. La posición y distancia, coincidía con las imágenes, proyectadas por el cerebro y los sueños del americano. Uno llegado a nuestro país los primeros días del 64. ¿Huyendo de la CIA, o protegido por ella? Me obligué a no pensar más, y cerré la carpeta, conmocionado.

Al cabo de un mes y medio, di por terminada mi labor. Había investigado, aleatoriamente, una treintena de casos, sin hacer ninguna distinción particular entre ellos. Los japoneses podrían darse por satisfechos. Mi informe decía, que su dinero estaba siendo bien empleado.

Greta recibió el resumen final, de mi fiscalización, ya que el doctor Montalvo –a quien vi muy pocas veces, durante mi estadía– se hallaba supervisando la instalación de un nuevo laboratorio.

–Puede decirle, a su jefe –indiqué sonriendo, mientras me despedía –que, si desea agradecerme por la nueva inyección de fondos, puede hacerlo a mi correo.

Tiempo después recibí su mail. Pese a todas mis expectativas, Montalvo no me agradecía nada. Se limitaba a informarme que el americano había dejado de existir. * Carlos Morales Fredes – Es un poeta, narrador, cronista, (1951) chileno, residente en la ciudad de Arica, en el extremo norte de Chile. Es socio fundador del Club de Lectura “Cuenta conmigo”. Columnista del periódico ariqueño “La Estrella De Arica", periódico en el que ha conseguido ser el columnistas más leído. Primer premio regional en poesía (1986). Premio especial prosa en concurso nacional de Empresas Denham (2008). Obtuvo en dos oportunidades el “Premio a la creación” del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes con sus obras “Ausenciando”, (cuentos, 2008) y “De Corín Tellado y otras novelas de bolsillo”, (novela, 2015). Es autor de “Crónicas de aeropuerto”, “El resucitador en serie”. Ha participado en numerosas Antologías: “Avisos desclasificados Vol. I”, “La Nueva Nortinidad”, “Catálogo de Escritores de Arica y Parinacota”, (Cinosargo). “Identidad y Pertenencia”, “Muestra Literaria de escritores de Arica y Parinacota”, (Cinosargo), “Antología De Los Extremos De Chile”, Arica–Parinacota, Magallanes–Antártica. Antología de escritores de Arica–Antofagasta, “Antología del Cuento Chileno vol. II”, (Mago Editores), 2016, “Los Diez Mejores Cuentos de Arica–Parinacota” (2018), Antología Binacional Arica–Parinacota, Chile. Madrid–Valencia, España. Su obra “De Corín Tellado y otras Novelas de Bolsillo”, ha sido incorporada por la Doctora Soledad Maldonado Zedano, a su cátedra en la Universidad San Agustín, Arequipa, Perú. (2019)

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