Ahora ya todo era distinto, yo era más viejo y mi mujer algo parecido a “Madre coraje” del innombrable Bertolt Brecht.
Ella, mi esposa, miraba mientras Paloma me estrechaba y no dejaba de apretujarme.
“¿Qué hacemos?” - preguntó algo inquieta y desorientada la primera. “Déjamelo a mí, contestó Paloma, - y añadió - voy a subirle al teatro”. Y cogiéndome suave y fuertemente a la vez me llevó hasta el ascensor, y de allí al recinto sagrado del teatro. Porque ¿saben?, los teatros son recintos sagrados como el altar de las iglesias, y más adentro aún como el Sagrario, donde se cultiva y guarda la más alta creatividad, semejante a la fuerza que dio origen al universo visible.
Una vez allí y mientras me ponía una segunda mascarilla negra para tapar la boca, alegando la cercanía que tendría con los actores, se llevó el andador.
Paloma era en esos instantes como una madre para todos nosotros, y yo, un pequeño bebé.
“¿Qué voy a ver ahora?”- pregunté fríamente.
“Cyrano de Bergerac”, contestó el genio, porque Paloma es una genio, ¿saben?..
Y en ese instante, mientras ella retrocedía lentamente, todo pareció estallar.
Sonó la música y el escenario se inundó de luz, de humo y de colores; y salieron dos actores y detrás otros dos, y una niña-mujer con una faldita plisada en ángulo recto, y fue entonces, solo entonces cuando todo se transfiguró y entramos de lleno en el mundo irreal de los colores, donde no existe Pandemia ni muerte ni dolor, pues habíamos entrado en el reino de la fantasía, el mundo de Paloma semejante al del Mago de Hoz; de Blanca Nieves de Disney; de El flautista de Hamelín, de Chistian Andersen; o de La Historia Interminable, de . Ende ; o La “Infancia Mágica” y “Largo retorno”, mías
Y apareció Cyrano, con su gran y prominente nariz, y su corazón de oro y su alma de rubíes.
Bueno la función o representación dura 90 minutos que se te pasan como si fueran 20., con ese ritmo endiablado que imprime solo ella y que nos tiene en ascuas, imantados, sin darnos un solo segundo para pensar, secreto por el cual la duración se te hace tan corta y siempre quieres al final, “más y más y más”, como en el famoso bolero.
Expresión corporal y gestual impecables; música trepidante; vestuario de lujo, con actores y un público introducidos en esa esfera trepidante, “imago – mundi” cargado de energía el de este Cyrano que te zarandea y hace que vayas expulsando toda la basura que nos introduce día a día un planeta amenazado y una vida diezmada, que de forma curiosa quieren reconstruir, pues no imaginan en sus limitaciones, en su miseria, nada mejor.
Ciudadanos de Madrid, ciudadanos el mundo, no dejéis pasar esta ocasión tan singular y única de ver, de disfrutar, este Cyrano de Bergerac, obra tan aplaudida y famosa, dirigida, producida y medio interpretada ahora por Paloma Mejía y sus tres compañías de actores excelentes, en el “Victoria”, el teatro de siempre, que en la expertas manos de Juan Carlos Rodero, ofrece calidad y belleza en el puro y castizo centro de la capital.
Reparto:
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