El cielo está gris y nuboso y la Torre de Madrid, y los rascacielos de la Plaza de los Cubos, con sus tiendas de ropa, sus bares y su VIPS, llamando a la vida y a la alegría, es un cielo diáfano, de luz, en el cielo de siempre.
Sin embargo no lo es, pues es un cielo engañoso que nos puede matar, pues en él vuela y reina el diablo que creíamos desaparecido de la faz de la tierra, en el ausente Dios, el del “silencio de Dios, el de Auschwitz y Bergen Belsen, sin los hornos crematorios, pero peor aún, con miles de muertos y desaparecidos, cuyos cuerpos tan queridos nadie sabe dónde han ido a parar.
Echo de menos, vuestras sonrisas, vuestros rostros juveniles, vuestros ojos llenos de luz y de esperanza.
Es normal que me muera porque soy viejo, además el voraz asesino viene a por mí, pero me niego a que muráis vosotras porque sé que nadie de este mundo puede detener a ese asesino que ha amargado y entenebrecido injustamente nuestras vidas.
Por eso os pido Ángeles de Dios, Ángeles Custodios que estáis en el cielo mano sobre mano alabando al Creador, Coro Celestial, Ejército Poderoso, Terrible e Inconcebible que cantáis y adoráis al Creador mañana, tarde y noche; os pido que bajéis a la tierra a rescatarnos, porque morimos y vamos a morir de una forma miserable, asfixiados, horadadas las entrañas por ese diabólico Satán invencible a nuestra facultades, quizá castigo merecido, pero no de vosotras mis queridas vecinas; por eso en vuestro nombre y el de todos los niños y niñas inocentes que van a morir irremisiblemente, pido desde aquí, desde mi terraza, al Creador que os espabile, se acabó eso de estar sentados ala sobre ala, no podéis hacer ahora como aquél día memorable ante Poncio Pilatos en la que renunciaste a tus ángeles celestiales. Ahora se trata de la Humanidad, de la raza humana, tan fuertes, tan débiles, tan sublimes y tan miserables, y yo pecador entre todos, miserable escritor, persona indigna de cualquier escucha, os conmino a vosotros en el nombre de la sangre derramada en la Cruz por vuestro Dios y Señor del Universo, Jesucristo Señor nuestro, clavado en la Cruz, que poniéndoos en pie, irguiendo el rostro bañado de luz y de poder, marchéis en poblada legión y barráis con la fuerza de vuestras alas tan blancas al Coronavirus y enviéis hasta el último de ellos al Infierno de donde jamás debieron salir.