No obstante, todo parece indicar que en esta ocasión el gran error obedeció a la nefasta configuración de las listas electorales, guiándose por una torpe estrategia. Lograr 66 diputados no puede ser considerado como un liviano tropezón, sino de catastrófico resultado, con el agravante de que las próximas elecciones europeas, municipales y autonómicas tampoco profetizan resultados muy alagueños.
De nada sirve alegar disculpas. Cuando un voto emigra a otra formación, lisa y llanamente es debido a que su dueño ha optado por introducir en el sobre la papeleta de un segundo partido que le ofrece mayores garantías y de paso, para castigar la desafortunada gestión del anterior.
Son varios lo opinantes que tras el sonado fracaso del PP, se decantaron incluso por la dimisión de Pablo Casado y a poder ser de forma inmediata momentos después de conocerse los resultados. La ética política así lo aconsejaba, si bien tal decisión fue rechazada desde el primer momento. El panorama se presenta oscuro y ya no digamos si el próximo día 26 de mayo los conservadores acusan otro batacazo similar.
Por ejemplo, un nuevo incremento de votos para VOX supondría otra bofetada para el PP. Por su parte, Ciudadanos intentará también volver a aumentar la cuota de los suyos, tratando por todos los medios de erigirse como primer partido de la Oposición a los socialistas de Pablo Iglesias.
En efecto existen partidos cuyas ideologías chirrían y su conciliación es utópica, lo que no impide que otras alianzas con posiciones más moderadas en diversos aspectos se sientan capaces para la formación de un Ejecutivo, que contando con la indispensable aquiescencia de las urnas y otras circunstancias, nos garanticen y aseguren otro tipo de sociedad más ecuánime en todos los sentidos.
Si algo debería preocupar seriamente a nuestros políticos de cara a un futuro más próspero, solo será conseguible asumiendo civilizadamente la fragmentación parlamentaria de nuestro complejo país…..¡¡Tiempo al tiempo!!