02MAY19 – SANTIAGO DE CHILE.- Hoy se cumple un año, en que tal vez sin querer, o tal vez haciéndole caso a un escondido presentimiento, alteré mi horario de trabajo y realizando un alto entre las 12 y las 18 horas, le dediqué ese tiempo a mi hija Mane...
Pues, 21 días después ella nos dejaba, ante la congoja de todos quienes le amábamos.
“Algo” me llevó ese día a hacer una pausa en mi vida, y luego de haber acordado inicialmente que la acompañaría a su control médico, cambié mis planes y también almorzamos, y tuvimos una tarde de compras, conversación y risas.
Fue la última vez que estuvimos a solas como padre e hija. Tal vez no sabíamos (o tal vez si) que nos estábamos despidiendo.
Posteriormente nos vimos 3 días después en el bautizo de una de mis nietas, y ya los próximos encuentros serían en la cínica, en la cual pasó sus últimos días.
Ha pasado un año de ese almuerzo, sincero y lleno de verdades y realidades. Hablamos de todo, no rehuimos a hablar de la muerte, como tampoco de la felicidad. Se alegró cuando le conté que en los próximos meses pensaba casarme por segunda vez.
Y justamente hoy ha pasado un año desde ese día.
Y pronto llegará también la fecha, en que haya pasado un año desde que partiera.
Ese día, fue una tarde para ella.
Fue una tarde para mí.
Fue una tarde feliz.
Fue una tarde final.
Fue una tarde eterna…
Si (
No(
