Después de años viviendo en la sierra valenciana de Ahíllas, lindando con Teruel, Francisco Sáinz (Portugalete, Vizcaya, 1964) está decidido a trasladarse a Córdoba donde parece haber encontrado una acogida digna. Ha trabajado contento y feliz en la soledad de la sierra valenciana, pero la geografía alta de montaña es ingrata e incomoda a la hora de comunicarse. En invierno quedaba aislado y para que funcione el wi-fi hay que subir cuatro km de altura o bajar cinco a la próxima localidad de Chelva. Llega un momento que uno se harta de tantas promesas administrativas de eficacia. Si quieren que España no se despueble de gente en el interior y en las zonas rurales, que se le dote de comunicación y calidad de vida mínima a pueblos y aldeas. Lo demás es pura promesa o lo que es lo mismo: bla-bla-bla.
Paco Sáinz es un tipo raro y amoroso. Estudió Topografía y esto le sirvió tangencialmente en su destino de mili con destino a Ceuta. Pese a su natural tranquilo, sin vocación militar ni ardor castrense, le propusieron ser sargento, pero no aceptó porque estaba deseoso de regresar a la península. Inexplicablemente el mando se le daba bien y los soldados le apreciaban y obedecían. En Ceuta conoció a la que sería su mujer y a la que prometió casarse el día 6 de no recuerdo qué mes y cumplió su promesa, atravesando la península en autostop –los tiempos eran otros- porque era un hambre de palabra.
De nuevo regreso a la península trabajo en una editorial donde dirigió con entusiasmo el célebre Diccionario Bio-bibliográfico Español en tres tomos. Entre tanto tuvo dos hijas guapas, y ahora bien situadas. La escultura latía siempre en su cabeza y en sus manos con pequeños trabajos, pero al fin decidió dar el salto al vacío y consagrarse por entero al arte de la tercera dimensión, investigando sin parar en ella.
Residió en Valencia capital y como necesitaba un espacio grande para trabajar la piedra, el hierro y colocar un horno para fundir el bronce, salió a la sierra de Ahíllas, donde las circunstancia del terreno eran más razonable. Las inconveniencias de la mala comunicación vinieron más tarde. Entre tanto la captación de otros amigos artistas a la localidad de Ahillas dio su fruto. Vinieron de Valencia e incluso de Inglaterra. Todos los años celebraban una convocatoria artística y los medios informativos se han hecho eco de la misma. Pero todo tiene un límite. Hay un tiempo para todo, que dice el Eclesiastés.
Paco Sáinz, como buen artista consagrado, ha trabajado hasta dieciséis horas diarias esculpiendo o buscando distintas pátinas en el bronce del horno. Se ha chamuscado o quemado en más de una ocasión, pero el arte es exigente y la escultura de verdad, muy dura. Vale la pena para quien cree en ella. Su escultura es figurativa, poética y a veces crítica con la sociedad o la política. La naturaleza le inspira, pero también los acontecimientos. El escultor sueña con instalarse en un palacio o espacio cordobés y trabajar desde allí con otros medios. Confiemos que lo consiga, porque él y su arte, lo merecen.
Foto: Juan Carlos Giménez
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