Fue necesario un seguimiento ciudadano suspicaz, que con cámaras domésticas fueron registrando durante meses y por turnos, lo que sucedía en aquel lugar, contándome entre ellos. Otros investigadores llevaron la información a la prensa, lo que atrajo al área: múltiples medios de comunicación, Carabineros de Chile, Policía de Investigaciones (PDI), militares, Municipalidad de Santiago, Bomberos, Universidad Mayor con sus estudiantes del último año de medicina veterinaria, entre otros invitados pertinentes, tales como algunos políticos y público atrapa cámaras.
Se investigó adecuadamente y entre los crudos descubrimientos, había unas viejísimas perras medio muertas, pero preñadas para la comercialización de sus cachorros, más una infinidad de animales muertos y acumulados en algún lugar que no evitaba la contaminación hacia los nuevos asilados, regularmente sanos. Fue dolorosamente sorprendente. Se hizo la respectiva denuncia… muchas denuncias en realidad. El caso conmovió durante días y sus respectivas noches con increíbles velatorios.
El público en vivo y a través de la televisión, con todos sus noticieros de la noche, se informó debidamente, se aleonó y protestó en masa. Inmediatamente se inició la respectiva persecución justiciera, consiguiendo expulsar a los villanos de tales dependencias, requisando su instrumental médico y otras pertenencias sin clasificar. A lo anterior se agregó una campaña de sanación y recuperación de algunos animales medio moribundos y la consiguiente oferta de adopción de los animalitos más sanos, todo frente a las pantallas de la televisión, mediante un conocido conductor veterinario, que alzó la voz para conseguir más derechos, leyes y protección para los animales huérfanos. ¡Bravo! Merecidos aplausos.
Hace menos años, se ha rajado el telón de la macabra obra, que involucra a los centros de protección a menores, dependientes del Estado (SENAME).
Una alta, muy significativa y escandalosa cifra (sobre los 1.313 casos) de menores muertos en extrañas circunstancias bajo su manto protector. A pesar de la miseria de sus paredes, ha sido inconcebible, que ante las persistentes denuncias, no haya llegado antes la tele, que no se hayan acercado médicos o estudiantes del último grado de medicina, que no se haya hecho persecución, que no haya habido desmantelamiento de las dependencias, ni velatorios, ni marchas de protesta, ni ofertas de adopción para los cachorros humanos sobrevivientes y desprotegidos. El caso no le prometía fama a ningún médico, conductor de televisión ni payaso alguno.
Ante tal panorama, no cabe otra que convertirse en cómplice por adhesión de una familia chilena, constituida por padre, madre y sus siete hijos, la que se encuentra “prófuga” para salvaguardar a sus siete niños de entre dos y nueve años, del intento de secuestro por parte del Estado, quien ya los tiene designados para vivir separados de sus padres en siete centros diferentes, del mismo SENAME anteriormente nombrado.
Una autoridad, una asistente social, que dedujo que los niños pueden estar mejor en custodia estatal que con sus padres, generó un informe cuyo resultado permitió declarar inhábiles a tales padres, supuestamente bebedores y drogadictos. Cabe señalar, que los niños, sanos y buenos alumnos, en su temprana fuga acompañados y protegidos por sus padres, se encuentran retrocediendo involuntariamente su circunstancia social, tratando todos de evitar que se transformen en huérfanos por decreto. Sus padres, a la vez, corren el riesgo de ser encarcelados por no acatar la orden de un Estado secuestrador, que curiosamente funciona con rapidez en estos casos de vulnerabilidad de los pobres ante el imperio de Ley.
Por otra parte, el alto precio del alcohol y las drogas, ya conocido como enriquecedor comercio internacional, indica claramente el círculo social al que pertenece el poder adquisitivo para las mismas. Los consumidores de tal poder… ¿Tienen hijos? ¿Son perseguidos los hijos de millonarios famosos, declarados públicamente drogadictos?
(Se recomienda leer “Los Miserables”, de Víctor Hugo, publicado en 1862)
(*) Primavera Silva Monge es una escritora chilena, traductora de japonés, ex alumna del prestigioso Instituto Nacional de Santiago de Chile, artesana y socióloga por afición. Sus escritos los redacta referidos principalmente a los temas cotidianos imprimiéndoles una dosis de frescura y cercanía que hacen muy fácil su lectura y comprensión. Su género literario favorito es la novela y el relato o cuento corto.