Para esta tesis, los cuatro actores, dos varones y dos damas, hablan, se relacionan en un brote o cascada de palabras, donde el absurdo y automatismo verbal o poco menos, se ciernen en una repetición, quizás excesiva, en un tiempo en el que no acaba de verse apenas progreso de la situación, los sentimientos y sobre todo de la superación o la esperanza. Es un tiempo congelado en un más de lo mismo, en un dar vueltas a la misma obsesión, Solo un “Hay que volar”, se señala al final, pero ¿hacia donde?
Si la madurez humana es el arte de superar las frustraciones, estos cuatro hermanos se encuentran encallados en una infancia contradictoria que denuesta a sus padres y los echa de menos al mismo tiempo en una nostalgia imprecisa del deseo que no acaba de saber que´, en vidas que no se saben para qué.
Todos los hijos pasan por situaciones complejas o incomprensibles de padres que se imponen con autoridad y en el caso de esta obra de Gon Ramos, con unos parlamentos absurdos de filosofía entre barata y contradictoria. Real como la vida misma en ocasiones, pero que acaba resultando sesgada y hasta sectaria.
Mucho se grita en esta función, quizás demasiado, por ello se agradecen las dos canciones de Jacinto, son un relax en medio de la turbamulta organizada en un automóvil que gira y da vueltas como una peonza.
Los latinos hablaban de homo ludens, el hombre juega, finge, se define un papel para interpretar en este mundo y no volverse loco, pero La familia no viene a mostrar un núcleo cerrado, una puerta conclusa en que si no lo dicen, todos lo piensan: el infierno son los otros, los presentes y los que se fueron, al tiempo que compañía para no estar solo, para no caer en la demencia.
Lo peor es que las otras familias alternativas que se puedan formar a la propia acaban teniendo su recinto cerrado de locura y sinsentido, a menos que se trascienda algo más que un griterío de palabras o se evolucione en el tiempo hacia un objetivo, aunque sea letal.
Si (
No(
