La intérprete Assum Planas, en su papel de monja exclaustrada, perfecta. Le confiere el cuerpo y lama que dio la autora en la escritura. Un monólogo narrativo y ligeramente sentimental, con poso de decepción. La convivencia es conllevanza y conllevarse no es fácil. La actriz encarna bien el personaje buscador de una vida con más “vidilla” y el encuentro con la roma realidad de familia y vecinos de albergue. Planas tiene un buen registro de expresividad dramática.
No faltan los nombres y adjetivos de los tópicos esperados de la autoría: el cura Fredi que bebe y tiene las manos largas; la superiora, odiosa –con lo eclesiástico es fácil topar-; el hermano facha deleznable, las cuñadas odiosas en uno y otro lado de la parentela… No hay quien se salve en estos clichés estereotipados. Falta calado y enjundia a este teatro. No tiene alas ni vuelo.
El hombre y la mujer han de manifestarse en un escenario que se precie con más altura y profundidad de miras. No se trata de ponerse serios, sino más profundos. El humor de la autora puede invertirse en mejores manifestaciones, incluso más realistas si cabe.
Por lo demás, si se buscan una risas, aquí está la obra de Elvira Lindo hasta el 28 de enero de 2018. Incluso podría itinerar por provincias dado el éxito de público que sólo busca divertimento.