La Leyenda del Páramo, bodega de vino ecológico, al rescate de la Prieto Picuda

Pedro González Mitelbrunn, no de los socios fundadores de Leyenda del Páramo nos mostró los viñedos e instalaciones, y nos explicó el proceso de sus vinos D.O. Tierra de León. El nombre le viene a la bodega por estar situada en la zona homónima, en la parte norte de León, a apenas 20 km de la capital leonesa. Estas tierras están bañadas por los ríos Esla y Bernesga, con una altitud de casi 900 metros y clima en principio mediterráneo, aunque en realidad sería más bien continental, ya que le llegan los vientos fríos de los cercanos Picos de Europa.

La variedad Prieto Picuda se cultivó en esta parte de León durante mucho tiempo, pero en las últimas décadas, estaban siendo desarraigadas estas vides, quedando apenas 100 hectáreas de viñedo centenario. Unos cuantos románticos, quienes levantaron el proyecto de Leyenda del Páramo, compraron viñedos viejos, con el fin de rescatar esta variedad del olvido y se pusieron manos a la obra, para conseguir un vino ecológico. El resultado de trabajar estas viñas viejas son unos vinos rosados y tintos, intensos, aromáticos y que pueden envejecer tanto en barrica como en botella. La Prieto Picuda es una variedad de uva con una acidez notable y con mucho azúcar y tanino. Esta concentración da a los vinos un sabor especial y diferente.

Leyenda del Páramo elabora hasta 12 tipos de vino, destacando también los blancos, con la variedad Albarín. Los vinos envejecen en barricas de roble americano o francés –de 225 litros de capacidad-, durante 3, 9 y 12 meses. Asimismo, en sus instalaciones se producen licores y aguardientes.

La bodega es 100% sostenible, al encontrarse a 4 kms de cualquier núcleo urbano y ser completamente autosuficiente energéticamente, ya que usa su propia energía renovable, por lo que no hay contaminación en el entorno.

Por otro lado, Leyenda del Páramo afronta en un futuro próximo incorporarse al eno turismo, con diversas facilidades que permitan poner en valor y fomentar la difusión de estos magníficos caldos, sumándose así a la moda de la cultura del vino.

Además de disfrutar de estos vinos y del paisaje de los viñedos, que en esta época del año, con sus tonos ocres, amarillos y rojizos es especialmente hermoso, la visita hay que rematarla en la vecina localidad de Valdevimbre, que ha sabido conservar sus mejores tradiciones vitivinícolas. Tras atravesar los viñedos, nos aproximamos a este pueblo de apenas mil habitantes, descubriendo enseguida las chimeneas que anuncian las antiguas bodegas familiares.

Efectivamente, los hogares conservan las bodegas familiares en las cuevas, donde envejecen los vinos rosados y tintos Prieto Picudo, o los blancos de Verdejo y Albarín. En algunas, reconvertidas en figones, podremos acompañar contundentes platos típicos de la gastronomía leonesa, entre los que sobresale la cecina, regados por estos caldos. Y para concluir, nada mejor que el tostadillo, los orujos o cualquiera de los licores de hierbas y aguardientes de la tierra.

Valdevimbre tiene, como no podía ser de otra forma, su Museo del Vino, en donde explican los métodos artesanales para la producción del vino: el lagar o camerín, con el sistema de prensado mediante viga, el entremiso, el poderoso tentemozo y los marranos…los enormes bocois o cubas ancladas mediante los poinos y con la señalización propia, para ir contabilizando cuánto caldo quedaba en el interior; así como un sinfín de instrumentos de mano como podadoras, bombas de achique, cántaros de medida, etc. Todo un mundo, el del vino, con casi 800 años de historia, que es la edad de algunas de estas cuevas bodegas.