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Viaje a Vietnam (y IV)

Botellón en Hanoi
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Botellón en Hanoi

Por Ignacio Vasallo – Miembro de FEPET

lunes 02 de enero de 2017, 00:41h

01ENE17.- Todos los fines de semana las espaciosas calles que bordean el lago Hoam Kiem, en el centro de Hanoi, quedan cerradas al tráfico y son ocupadas por miles y miles de peatones, en algunos casos hasta altas horas de la noche, especialmente en el verano, que se dedican a todo tipo de actividades, como pasear, montar en patinete, jugar al sogatira, y comer y beber, eso sí, en este segundo caso con moderación.

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Aquello parece el botellón solo que sin borrachos. La juventud, todo el país es joven, va bien vestida, en muchos casos con ropa de marca fabricada en Vietnam.

Hanoi, como todo el Norte tiene cuatro estaciones, mientras que en el Sur solo hay dos la seca y la lluviosa y ambas son calurosas. El otoño con días claros y temperaturas tirando a templadas es la mejor para la visita.

Es una ciudad con más de mil años de historia, unos siete millones de habitantes y más de cuatro millones de motos que ocupan cualquier espacio, maniobrando con tino y apretando cada pocos segundos el claxon para poner música al vals del caos . Para el novato extranjero cruzar cualquier calle en un acto de valentía extrema y de máxima confianza en los dioses del socialismo de consumo. Pero misteriosamente una vez puesto el pie en la calzada y manteniendo un ritmo estable, las motos, y los menos frecuentes coches, le esquivan a uno, prácticamente sin mirarle, más atentos los conductores a los dos o tres niños que van montados delante y detrás, a los increíbles paquetes y a los inevitables teléfonos móviles. Todos parecen malabaristas.

Hasta hace unos veinte años no era fácil visitar Hanoi por las dificultades que el ortodoxo régimen imponía. Ellos eran los herederos de Lenin, los guardianes de comunismo puro. La sobriedad diferencia a esta ciudad de la bulliciosa Saigón, rebautizada Ho Chi Ming City, desde siempre vendida al capitalismo. El mausoleo del tío Ho preside la monumental plaza Ba Dinh en el más puro estilo estalinista cercana al barrio colonial en el que las mansiones de los franceses se han convertido en Embajadas y edificios oficiales, incluido el Palacio Presidencial, y en algunos casos en restaurantes para turistas. Muy cerca la Pagoda del Pilar Único nos hace recordar que hay fuerzas profundas como el budismo, que resisten a cualquier régimen político. Los peregrinos se dirigen al Buda solicitando un hijo, propio o para un familiar u otra bendición y vuelven si la solicitud ha sido atendida a pagar quemando el dinero prometido, falso, por supuesto, que ha sido comprado previamente a uno de los vendedores ambulantes.

Los otros dos lugares más visitados por los turistas son la cárcel de Hoa Lo, Maison Centrale para los franceses que la construyeron o Hanoi Hilton para los americanos como el piloto y después senador John Mc Cain que tuvieron la desgracia de ser hechos prisioneros y el Palacio de la Literatura, conjunto de bellos edificios con orígenes en el Siglo XI, primera Universidad del país para la formación de mandarines.

La mejor manera de recorrer Hanoi es yendo de paquete en una moto, previo pago al conductor, algo fácil de negociar en cualquier hotel. De repente el caos se convierte en orden como si un director de orquesta invisible dirigiera el tráfico sin que ninguno de los intérpretes desafine. El temor a cruzar cuando se es peatón se convierte en seguridad en sí mismo y en el sistema cuando uno va de motorista. Incluso cruzar el Río Rojo por el famoso puente de Long Bien al atardecer es fascinante con el recuerdo de los diarios bombardeos americanos y los nocturnos arreglos vietnamitas, hasta que a algún malvado se le ocurrió que fueran los prisioneros americanos los encargados de las reparaciones. Los bombardeos cesaron de inmediato.

La cocina callejera es de buen nivel y mínimo coste. Todo el mundo come en la calle. Cada cocinero armado de un wok sobre unas brasas cocina un solo plato, que ha ido perfeccionando con los años. Los atrevidos turistas que abandonan por un rato su distracción favorita, las compras, lo agradecen. Las calles del barrio antiguo están organizadas por gremios, como históricamente en Europa, solo que ahora se han modernizado: la calle de las maletas, de los relojes, de las zapatillas o de la ropa de esquí. En el nuevo socialismo de mercado domina la segunda parte.

Desde Hanoi la excursión más habitual es a la Bahia de Halong, uno de los lugares más fotografiados del mundo con sus cientos de islotes kársticos y declarada en 1994 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, en pleno Golfo de Tonkín. Los barcos se mueven un par de kilómetros por rutas decididas por la autoridad portuaria, previo pago, para detenerse mientras dure la estancia y regresar por el mismo camino. Al atardecer se permite un baño o un paseo en kayak. La saturación turística es evidente.

Los más aventureros y con tiempo disponible siguen por la cuenca del Rio Rojo hacia la frontera china para disfrutar de los espectaculares paisajes montañosos donde todavía habitan minorías étnicas. La región que es el origen de la civilización vietnamita se extiende desde el puerto de Haiphong , maltratado por los bombardeos americanos entre el 65 y el 71 , hasta Dien Bien Fu en el Oeste.

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