Encarnación Pisonero (Villalba de la Loma, Valladolid, 1954), licenciada en Filosofía Pura por la Universidad Complutense tiene publicados los libros: El jardín de las Hespérides, Si se cubre de musgo la memoria, Admas, A los pies del sicomoro, El prisma en la mirada. Líquido de revelar, La estrella del anís, Solo como una isla, y Abril es elmes más cruel (Elegía a Katty Montes). Es crítica de arte, miembro de la Asociación Española de Críticos de Arte, AECA/Spain, y firma sus textos como Scardanelli.
Ángel Guinda hace unas palabras de presentación en el libro Permiso para embalsamar, bajo el título “Alegoría de la perdurabilidad” en las que dice: “Palabras de belleza rica en tropos. Ironía: con alusión Luxor, la antigua Tebas leemos “El cielo contenido en lo recóndito templo. Por matemática sagrada vía directa al cielo”. Imágenes: el alma de Kratevas es “piel de salamandra o astilla de glaciar”, y la noche “ígneo fósil de eternidad”. Símil o comparación: “Estaba frente al mar mirando el horizonte como si fuera un fruto”, “Tener un cuervo es como atrapar un alma”. Sintagmas paradógicos cuando no antitéticos: “agua de fuego”. Asombrosas hipérboles o exageraciones: “Su collar estaba hecho de lenguas de los amantes que la habían besado”…
Prosa y verso; verso y prosa poética, ambos intercambiables en este poemario de quien domina el arte de los versos de altura, emoción y estética. Algunos de los poemas van dedicados a otros poetas o escritores, dedicatorias que van al final del poema, en letra pequeña, para no distraer.
“Sabía de las virtudes de la tierra negra y de la samia, y era imposible de adivinar lo que encubrían su aceite de azafrán y las flores de nenúfar. Entre hojas de ortiga, flor de olivo y nueces de ciprés, escondía las torturas más atroces, apurando el dolor de los escogidos, solo para adquirir otro gramo de saber”, dice el poema XXIII del libro, que comienza: “A Kratevas no le importó vender su alma”.
Guinda califica a la autora de “experta en ékfrasis o manifestación verbal de una representación visual”. Encarna Pisonero es una poeta brillante, sorprendente en sus tropos, que sabe acudir con frecuencia a la naturaleza como fuente de imágenes y de palabras.
“Que mi mente se pueble/ de pájaros locos/ y allí aniden su canto”, es la cita de Scardanelli, el nombre con el que la autora escribe como crítica de arte, y con la que abre el poemario Permiso para embalsamar, un libro que habla de la muerte y el amor como anverso y reverso de una misma realidad.
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