Me explico: Hace un tiempo ya, en Chile se legalizó la píldora llamada “del día después” para ser entregada a muchachas que corran el riesgo de haber sido embarazadas mediante violación y otras formas inapropiadas, tal como es el incesto. La entidad que se ha ido de cabeza a interferir en esta legalidad, ha sido precisamente la iglesia católica y sus pacatos seguidores, aludiendo que aquellas horas de fecundidad se deben proteger contra toda orden, que la píldora es abortiva, etc. Tales personeros masculinos (ya que las mujeres de su credo parecieran no tener derecho a voz) expresan muy sueltos de cuerpo, que no debe primar “el modo” en que se concibió la presunta criatura (¡Como no fueron ellos los abusados…!) sino, que debe considerarse que se trata de una vida, que merece ser protegida en sus derechos como “el que está por nacer”. Suena bonito y legal pero, según otra bien conocida ala conductual de la misma iglesia, no deja de parecer mero mercadeo…
Se hace difícil entender el afán de los curas por meterse entre las piernas de una muchachita recientemente violada, opinando y mezclando ciertos principios con el aún fresco semen que atropelló el derecho moral de la misma. No se utiliza el mismo ahínco frente a los hijos de aquellas que decidieron no abortar ni prevenir con píldora alguna el nacimiento de chicos, que por distintas vías llegan día a día a cohabitar miserablemente bajo los puentes, drogados, desnutridos, sin ropajes, carentes de educación y obviamente sin más solidaridad que la de sus propios pares. En tales casos, pareciera no valer la pena apersonarse y sacar la voz en nombre de la iglesia, ya que no hay posibilidades publicitarias para hacerse el bueno, provisto de férreos principios morales. Ya no hay curas para orientar a los niños y evitar el desarrollo de una sociedad perdida… Ahora se comportan como “opinólogos” sin fundamentos creíbles y se refieren a lo que no llegan a comprender. La ciudadanía laica no se ha comportado del mismo modo frente a la iglesia y lo que ésta haya elegido hacer con su sexualidad, es decir, la obediencia parcializada y sus consecuencias. Por años se ha sabido que sus prácticas de supuesta abstinencia no le han hecho ningún favor a sus educandos, formando tanto homosexuales como pedófilos dentro de sus núcleos, mediante una innatural represión sexual por propia ocurrencia. Porque no debemos olvidar, que Dios nos ordenó procrearnos.
En Chile, la ley de filiación rotula a todos sus hijos en igualdad, sin otros adjetivos que insinúen menoscabo como fue la expresión “el guacho”, usada por siglos para referirse a los sin padre conocido o desprovisto de la legalidad del matrimonio. Sin considerar lo que ordena la mencionada ley, la iglesia continúa con el quehacer en su propio mundo protegido y, por ejemplo, en las escuelas de su dependencia no admiten niños con padres en unión ilegítima o divorciados, entre otros casos. Los afectados lo callan por vergüenza ante sus iguales o porque buscan con insistentes subterfugios doblarle la mano a los implicados.
Con todo, al escuchar el extraño grito de la iglesia: “no abortes tus horas de embarazo no deseado” se hace inexplicable la reacción de la misma frente a los hijos ya nacidos bajo tales circunstancias. La situación de desmedro que rodea tales nacimientos, aparte de marginar a los niños de la instrucción religioso-católica, que supuestamente los deja desprovistos de toda dirección divina, permite liberar de culpa a quienes los discriminen, porque si lo hace la mismísima iglesia…. ¡Qué más da! Asimismo, dentro de las empresas educacionales de financiamiento eclesiástico católico, se hace inadmisible encontrar a un chico, que por ejemplo, sea hijo de su hermana con su propio padre o proveniente de cualquier otra inseminación de dudoso origen. Entonces… ¿Cuál es la idea al impedir la prevención de un embarazo no deseado? Aparte…. ¿Un hijo de puta es bienvenido al mundo católico chileno?
(Primavera Silva Monge – Santiago de Chile – 05 de diciembre de 2016)
(*) Primavera Silva Monge es una escritora chilena, traductora de japonés, ex alumna del prestigioso Instituto Nacional de Santiago de Chile, artesana y socióloga por afición. Sus escritos los redacta referidos principalmente a los temas cotidianos imprimiéndoles una dosis de frescura y cercanía que hacen muy fácil su lectura y comprensión. Su género literario favorito es la novela y el relato o cuento corto.