Fidel Castro: Diez años fuera del poder

El 31 de julio de 2006 en la televisión cubana se leyó una sorpresiva “proclama” que llevaba la firma de Fidel Castro y en la que se informaba que por “una crisis intestinal aguda (…) que me obligó a enfrentar una complicada operación” había decidido delegar sus funciones y poderes en su hermano Raúl Castro y en otros funcionarios.

En los días, semanas y meses siguientes, las versiones de que el gobernante cubano estaba moribundo o al borde de la muerte se repitieron. En octubre de ese año la revista norteamericana Time aseguraba que el líder histórico de la Revolución Cubana sufría un cáncer terminal. Un mes después un informe atribuido a los servicios de inteligencia estadounidenses sugería que Castro no pasaría de 2007. Y en diciembre, el entonces jefe de espionaje de EE.UU., John Negroponte, aseguró con toda seguridad que el Presidente cubano estaba muy enfermo, cercano a la muerte y que le quedarían meses de vida “no años”.

Ya han pasado 10 años, y los pronósticos norteamericanos se mostraron errados. Pese a eso el propio Fidel reconoció en 2007 que estuvo “entre la vida y la muerte”. Pero sobrevivió. No sólo pasó de los 80 años, sino que el próximo 13 de agosto se apresta a celebrar su nonagésimo aniversario.

Sin embargo, el reposo que Castro estimó en su proclama en “varias semanas”, se fue prolongando en el tiempo, y a medida que eso pasaba el dirigente del relevo, es decir, su hermano Raúl, fue consolidando sus posiciones y mostrando que no había marcha atrás. Con lo que la licencia médica temporal se fue convirtiendo en un retiro permanente, en la jubilación definitiva.

Su debilidad física lo llevó a anunciar en febrero de 2008 que no aspiraría a ser reelegido presidente del Consejo de Estado y comandante en jefe, con lo que cinco días después Raúl Castro -elegido por la Asamblea Nacional del Poder Popular- asumió en propiedad la jefatura de Estado y de gobierno. Si bien lo hizo muy lento, poco a poco el nuevo gobernante comenzó a sacar a los antiguos cuadros de su hermano y reemplazarlos por otros propios, incluida la radical destitución del vicepresidente Carlos Lage y del canciller Felipe Pérez Roque, en marzo de 2009.

Así Raúl Castro puso en marcha un proceso de reformas económicas para aligerar el aparato estatal, relajó las medidas migratorias y levantó la mayoría de las restricciones existentes por décadas para viajar al exterior, permitió la venta de propiedades y automóviles, mejoró enormemente sus vínculos con la Iglesia Católica, retomó los nexos con Moscú y, en sociedad con Barack Obama, restableció relaciones diplomáticas con Estados Unidos. Una serie de medidas que pudiesen ser vistas como impracticables con Fidel Castro en el poder, aun cuando la severa crisis económica que golpea la isla y la llegada de Obama a la Casa Blanca pudieron empujar hacia esos nuevos escenarios.

Tras dejar sus oficinas en el Palacio de la Revolución, Fidel inició su recuperación en su casa, al oeste de La Habana, en el complejo conocido como Punto Cero. Desde allí revisó el libro Cien horas con Fidel, un extensa entrevista con Ignacio Ramonet, y comenzó a escribir sus reflexiones. Eso sí, todos o al menos una enorme mayoría de esos comentarios se han centrado en asuntos internacionales. Pareció un pacto tácito para que el líder histórico no interfiriera con sus opiniones en los cambios y decisiones que estaba poniendo en marcha el menor de los Castro.

Fidel Castro también empezó a recibir a todo Presidente o personalidad que pasara por La Habana (eso incluye al Papa Francisco, a Michelle Bachelet, pero no a Barack Obama), aunque quien se hizo más habitué fue Hugo Chávez. El Presidente venezolano era señalado como uno de los mayores herederos políticos de Fidel, pero el cáncer le impidió tomar el relevo, y Castro lo sobrevivió. La convalecencia abrió la posibilidad para que algunos personajes salieran de la sombra, en la que habían sido relegados por décadas, y ganaran protagonismo: su esposa Dalia Soto del Valle y sus hijos, especialmente Antonio y Alex.

Pero cuatro años después de su pase a retiro, Fidel se sintió con fuerzas para intentar recuperar el poder. Mal que mal, si bien le había dejado a su hermano Raúl la Presidencia, él seguía ostentando el cargo de primer secretario del Partido Comunista de Cuba. En julio de 2010, dejó el buzo Adidas y quiso lucir otra vez un traje verde olivo, se hicieron frecuentes sus apariciones y algunas informaciones que podían torpedear los proyectos del Raúl.

Pero esta batalla la perdió y no le quedó más que volver a su papel de anciano patriarca cuya opinión era escuchada, pero no siempre acatada. Volvió entonces a su tenida deportiva, cedió los cargos en el PC en abril de 2011 y desde entonces ha mantenido su vida de “jubilado”, con una que otra intervención.