Realmente es irracional inhumano e indigno, comprobar cómo miles de personas mañana a mañana deben sortear verdaderas batallas para acceder a los atestados vagones del otrora admirado y respetado Tren Metropolitano de Santiago.
Qué manera de haber echado a perder el mejor servicio de bien público que existía en la capital.
¿Que una persona inicie su día laboral con tales incongruencias? ¿Cómo quieren que la persona que más tarde estará tras una ventanilla atienda con una sonrisa? ¿Cómo se pretende que aquel profesor desarrolle su clase con toda la lucidez del mundo. Como esperar que ese septagenario ciudadano pueda desarrollar adecuadamente aquellos trámites que le esperan por la mañana?
Es imposible.
Y lo peor, es que como el ser humano es “un animal de costumbres”, ya lo hemos asimilado.
Hemos aceptado lo inaceptable.
Hemos sido incapaces de lograr a través de quienes nos representan, que intercedan para que se nos respete uno de los más básicos derechos humanos; el derecho a un traslado digno entre nuestras casas y nuestros lugares de trabajo.
¿Hasta cuando se la hacemos fácil a nuestros representantes?
Debemos exigir respeto, atención y soluciones. Por lo demás sus cargos se deben a nosotros. Si no se legisla sobre cosas importantes y transversales, ¿de qué vale legislar?.
Invitemos a nuestras autoridades a realizar un ejercicio cívico, republicano y casi imposible: andar en Metro un día al inicio de la jornada de trabajo.
Si (
No(
