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Intentan salvar el esquivo jaguar en Venezuela

Intentan salvar el esquivo jaguar en Venezuela
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h

La búsqueda comienza donde termina un camino de tierra, en un bosque con enredaderas y lleno de la algarabía de pájaros. Este es el dominio de los jaguares, y una bióloga ha hecho de su búsqueda una misión.

Emiliana Isasi-Catalá cruza a pie un arroyo y se mueve con agilidad a través del follaje, explorando en la tierra oscura cubierta de hojas caídas en busca de las distintivas huellas del jaguar y de los apenas perceptibles senderos de animales más pequeños de los que se alimentan: lapas, tapires, pecaríes y armadillos.

"Una huella, parece jaguar", exclama, mientras sube una pendiente pronunciada. Al examinar en cuclillas el rastro de tierra descubierta, concluye que un felino grande se movió hacia abajo y se deslizó un poco. Apunta el dato en su grabadora de voz: "Registros de felino. Vamos a ver si encontramos mas huellas arriba".

 

Isasi-Catalá, de 32 años, está utilizando cámaras equipadas con sensores de movimiento para realizar el primer estudio en Venezuela de este tipo para estimar la densidad de una población de jaguares. Hasta ahora, sus resultados han arrojado una estimación de un jaguar por cada 30 kilómetros cuadrados (12 millas cuadradas) en el corazón de este parque nacional, ubicado al sureste de Caracas. Esto sugiere que podría haber unos 40 jaguares en todo el parque, si los estudios confirman un número similar en otras áreas.

Su búsqueda es impulsada por un sentido de conexión personal con estos evasivos animales, que están más allá de su alcance y que incluso cuando son filmados continúan siendo misteriosos y fantasmales. Ella también ve un propósito más grande en su investigación: ayudar a los jaguares a sobrevivir a través de la protección de una red de reservas y corredores en toda América Latina.

 

Los jaguares son los depredadores terrestres más grandes en el continente americano.

Abundaban entre el sudoeste de Estados Unidos a Argentina, pero ahora han perdido más de 40% de su territorio natural y han desaparecido de Uruguay, El Salvador y muchas otras áreas. La caza pesada de su pelaje moteado diezmó su número en la década de 1960 y principios de 1970 hasta que el comercio de su piel fue detenido en gran medida.

Los jaguares hoy figuran en la lista de especies "casi amenazadas" a nivel internacional. Son vulnerables a la expansión de tierras agrícolas y de las carreteras construidas en su hábitat, y a la ira de los hacendados, que los consideran asesinos de ganado y al avistarlos les disparan o los envenenan.

 

Nadie tiene una buena estimación de cuántos jaguares quedan en estado salvaje, y ésa es la razón por la que investigaciones como las de Isasi-Catalá son importantes.

En el Parque Nacional Guatopo, ella a menudo se topa con muñones de árboles talados por madereros ilegales y campamentos de cazadores furtivos que cazan animales que son presas de los jaguares. Ella vio a tropas de la Guardia Nacional cuando detenían a tres cazadores que portaban escopetas, y sospecha que cazadores o madereros fueron quienes le robaron una de sus cámaras.

 

A pesar de los problemas, considera alentador que un buen número de jaguares queden en el parque y si esta "especie paraguas" en la parte superior de la cadena alimentaria sigue con vida y bien, es una buena señal de que el resto del ecosistema esta intacto.

"Su trabajo es muy valioso: logró la primera estimación de densidad de jaguares que se ha hecho en Venezuela con el método de cámara trampa", dijo Rafael Hoogesteijn, un veterinario venezolano y experto en jaguares, que trabaja en Brasil para la organización Panthera, dedicada a la conservación de los felinos salvajes, y que ayuda a organizar estrategias para evitar la depredación de ganado por felinos.

 

Indicó que además de su trabajo de documentación de los jaguares, Isasi-Catalá también está recopilando una gran cantidad de información sobre sus presas en un parque que es un cruce de caminos de la vida silvestre. "Es un área muy importante para la conservación del jaguar, de las seis especies de felinos de Venezuela y de varias fuentes de agua que alimentan a la capital por su extensión de bosques", destacó.

Un día de julio, Isasi-Catalá marcha hacia la cima de una colina para chequear una cámara con infrarrojo usada para capturar en vídeo y fotografías a cualquier jaguar que pase. Traza un curso usando un sistema de posicionamiento satelital o GPS, que lleva alrededor de su cuello, y tres guardaparques oscilan machetes para abrirse paso.

Chequeando la cámara trampa que sujetó a un árbol un mes antes, encuentra registrado sólo un pequeño número de vídeos -- más tarde ve las imágenes de tapires -- y decide mover la cámara a otro árbol cercano, donde el suelo está cubierto de huellas de venados y armadillos.

 

Apunta la cámara utilizando un láser y la activa. El sensor de movimiento hará que comience a filmar cuando pase algo, de día o de noche.

Su estudio es el foco de su tesis doctoral en la Universidad Simón Bolívar. Ha hecho su investigación con un presupuesto reducido, tomando algunas cámaras donadas y comprando otras con su propio dinero. La estudiosa depende de su padre para el traslado de voluntarios de la investigación en un viejo y golpeado Range Rover, y trabaja al final de las noches en la redacción de los resultados y ojeando sus vídeos, donde rara vez encuentra un jaguar.

También realiza recorridos de hasta 20 kilómetros (12 millas) al día en el montañoso parque, sin hacer mucho caso del enjambre de mosquitos o de las garrapatas que se adhieren a su cuerpo.

En diciembre pasado, finalmente consiguió su primer gran premio, luego de revisar la tarjeta de memoria de una cámara. Ojeando los vídeos en blanco y negro en su computadora portátil, gritó de alegría al ver un cuello moteado y una espalda que se deslizaba por la parte inferior del marco de la cámara.

Cada patrón de las manchas del jaguar es único, identificable como una huella dactilar. El mismo jaguar macho más tarde reapareció en otro vídeo olfateando con curiosidad la cámara y mirando directamente a la lente.

"Son mágicos, ¿sabes?", expresó. Cuando "uno ve un jaguar aunque sea en foto y te da una sensación de grandeza. Es cuando tu dices, la naturaleza definitivamente es increíble".

 

Ella nombró "Tobe" al primer animal, lo que significa jaguar en lengua de los aborígenes de la etnia Warao. Otros tres ejemplares que aparecieron después -- Maro, Kaikusé y Panemé -- fueron nombrados en otras lenguas indígenas.

Los investigadores a veces usan perfume para atraer a los felinos que pasan. Isasi-Catalá utiliza "Chanel" de Perfumes Factory. Rocía un trozo de algodón, lo coloca en un frasco con agujeros en la tapa, y lo pega a un árbol.

El aroma parece lograr que algunos felinos se detengan. Pero cuando el último de los cuatro jaguares (Panemé) apareció, esta se irguió para oler el perfume y se retiró, enseñando los dientes.

 

La mayor parte del posterior frenesí no fue capturado en cámara. La jaguar atacó el frasco con perfume y la cámara de vídeo, que quedó colgando en un extraño ángulo con marcas de garras en la cinta adhesiva. El jaguar también destruyó completamente una cámara más vieja, dejando expuesta la película.

Isasi-Catalá sospecha que las cámaras y el perfume se interpusieron en el camino del felino, y que ella pudo haber estado preñada y se tornó agresiva ante algo extraño en su territorio.

 

Las cámaras han captado imágenes de una gran variedad de animales, entre ellos las cinco otras especies de felinos que hay en Venezuela, desde un cunaguaro (Leopardus pardalis), una onza (Puma yagouaroundi) hasta un puma (Puma concolor).

Durante sus expediciones, Isasi-Catalá también ha aprendido a identificar muchos otros signos: El olor de la orina, las marcas de garras en los árboles caídos y las marcas en la tierra que los felinos dejan rastreando sus patas delanteras para marcar su territorio.

El guardaparque Habi Veroes, quien ha trabajado con ella en el proyecto, le ayudó a percibir las diferencias entre los rastrillos territoriales de un jaguar y las de un puma. Ella a menudo le dice a Veroes que su sueño es que algún día la gente recorra el Parque Nacional Guatopo y vea grandes carteles en los que se declara que es un refugio del jaguar.

 

El guardaparque, de 37 años de edad, es una rareza: es uno de los pocos que ha visto cara a cara a un jaguar. Veroes recuerda que se quedó paralizado y saltó hacia atrás viendo el jaguar levantar la cabeza con una mirada penetrante, y que luego desapareció.

Desde tiempos remotos, los jaguares han sido animales sagrados y tótemes en las culturas indígenas de América Latina, temidos y venerados como espíritus poderosos o dioses que simbolizaban la fuerza de la naturaleza. Los antiguos mayas adornaban templos con imágenes talladas de los jaguares. En algunas culturas indígenas, tradicionalmente se dice que los chamanes pueden transformarse en un jaguar.

Algunas personas que viven cerca del parque ven el trabajo de Isasi-Catalá como algo curioso y han empezado a llamarla "la tigrera".

Ella sostiene que es hora que la gente recupere el respeto tradicional y el asombro ante los felinos y una visión del jaguar como un símbolo, especialmente porque se encuentran bajo amenaza.

 

En toda América Latina, la organización Panthera está promoviendo el establecimiento de la "Iniciativa del Corredor del Jaguar", una red de vías utilizadas por los felinos cuando se mueven entre los santuarios de vida silvestre. Los expertos consideran el proyecto fundamental para garantizar la mezcla genética esencial para preservar la especie.

La mejor esperanza para salvar a los jaguares es a través del trabajo con los gobiernos y los pobladores locales para reconocer sus senderos, dijo Alan Rabinowitz, un zoólogo que es presidente de Panthera con sede en Nueva York, y cuya investigación en Belice en la década de 1980 llevó a la creación de la primera reserva de jaguares en el mundo.

"En cada lugar donde voy, todavía los matan a tiros y sus hábitats están siendo fragmentados", dijo Rabinowitz. "En cada lugar que voy a buscarlos, ellos están en riesgo".

 

Los investigadores han estado utilizando cámaras trampas para medir su presencia en lugares desde Brasil a México. El año pasado una imagen capturó a un jaguar, que mostró que son grandes nadadores, en la Isla de Barro Colorado en un lago del Canal de Panamá.

En su caminata ese día, Isasi-Catalá no identificó positivamente ninguna huella de jaguar, pero eso no la desalienta, sabe que el jaguar está aquí.

Y se emociona pensando que en cualquier momento podría estar un jaguar mirándola en silencio

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