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Memorias: Así fue y así lo voy a contar

Yo, El Azafato (XV)

Por Quino Moreno

sábado 17 de enero de 2015, 03:35h
Yo, El Azafato (XV)
Un avion de Spantax, cubierto de herrumbre y abandonado en el aeropuerto de Palma de Mallorca
Un avion de Spantax, cubierto de herrumbre y abandonado en el aeropuerto de Palma de Mallorca

Llega el Wide Body…

A principio de los 70 el boom y la expansión aeronáutica llegó a todo el mundo con los aviones wide body (aviones con dos pasillos y capacidad para más de 300 pasajeros) Iberia no se podía quedar atrás y las compras del Boeing 727, y la nueva industria aeronáutica con el Airbus, avión que revolucionó el mercado, por su bajo costo en combustible y en cuyo proyecto, participaba España de modo que a partir de ese momento, la plantilla de trabajadores en Iberia, aumentó casi en un cuarenta por ciento o quizás más ya que no olvidéis que en aquellos años, todas las grandes empresas eran estatales, aglutinadas en el Instituto Nacional de Industrias (INI) Visto de esta manera, los trabajadores de estas empresas éramos funcionarios, aunque había mucha gente que ni lo sabía y se mosqueaban cuando bromeando, les llamábamos FUNCIONARIO.

El ser Sobrecargo se convirtió en ser también, instructor y formador de auxiliares de vuelo tanto femeninos, como masculinos. Las promociones en esos años entraban en tromba y había veces, que te encontrabas con compañeros que estaban en su primer vuelo, en la tripulación del DC9. Éramos tres en vuelos domésticos y cuatro en internacionales, con lo cual había que correr si queríamos dar un buen servicio en vuelos de apenas 40 minutos que en realidad, se quedaban en 25 en que los pasajeros estaban sin cinturones y esto, debido al tiempo empleado para los aterrizajes, despegues y aproximaciones. Más de una vez aterrizamos con los carros en los pasillos, y no era por falta de interés por parte de nadie, era principalmente, debido a la inexperiencia y al corto tiempo de entrenamiento con que la gente subía al andamio (ya sabéis, el avión)

Menos mal que en el servicio de abordo en tierra, había compañeros expertos en desarrollar los servicios sobre todo de hostelería, y racionalizaron las bandejas y en primera clase, ya solamente se pasaba a la francesa, el segundo plato y postres y si daba tiempo, carro con licores y por otra parte, los enlaces sindicales también racionalizaron las horas de vuelos, los tiempos muertos en escalas y los días de descanso, ardua labor en una profesión totalmente nueva y desconocida en el ámbito laboral. Se creó una Cooperativa que fue digamos, un sindicato encubierto con compañeros que hicieron una labor encomiable pero de eso, hablaré más adelante.

La revolución también entró en cabina técnica ya que comenzaron a entrar pilotos comerciales formados en Cuatro Vientos, en Miami, o en la escuela militar de Granada donde se firmaba un voluntariado de cuatro años hasta llegar a sargento y optaban por permanecer en el ejército o pasar a la aviación comercial. Esto ya lo conté en capítulos anteriores, pero viene al caso porque a partir de aquí, cambió el panorama seudo militar de algunos comandantes y digo algunos, no todos.

Pasando a mi estado personal en la vida cotidiana, seguía casado, y ya con dos hijos, que eran el bastión de la convivencia matrimonial, porque entre la vida de vuelo que eran más de 21 días al mes, y las ambiciones -por otra parte- de Emi, que quería a toda costa, no permanecer de ama de casa y ejercer su carrera y más especialmente, cuando los niños ya fueron un poco mayores y arropada por su familia, -que estaba toda en Madrid- y sobre todo por su hermana, y con toda la razón del mundo, quisieron ambas, ampliar sus estudios en la Universidad.

En esos años no se vislumbraba la separación, por lo menos bajo el prisma machista con el cual habíamos sido educados los españoles de aquellos tiempos, no todos, pero yo me encontraba entre los retrógrados (Yo como jamón pero mi novia, queso) cosa que ahora, os juro, no puedo comprender y entonces, en terminando (como dicen los castizos), que entre, que siempre he pecado de ser un poco casquivano ¡vamos!, ligerillo de cascos que también se dice) y que Emi, conoció otro mundo y no solamente el de Cádiz además del matrimonial, la cosa se fue enfriando de tal modo que en una visita de mi sobrino Pacurri, que como conté en uno de los capítulos anteriores, es el que más quiero en mi entorno familiar, me dio el ultimo empujón diciéndome que en las circunstancias que estábamos, era mejor separarse. Para mi no fue fácil sobre todo por los niños, que eran pequeños pero ahora que son mayores, me doy cuenta que fue la mejor decisión aunque en aquellos años, a principios de los 70, todavía esto era como salirse del tiesto. En otras ocasiones, también me he salido pero por otras circunstancias que ya contare más adelante.

Con 26 años y porque no decirlo, uno era gracioso y guaperas, aunque hoy, gracioso a lo mejor, sigo siendo pero guaperas, ¡¡un mojón p’a mi!! (Como se dice en la tierra de Mª Santísima). Lo que voy a contar ahora, igual creo un mosqueo, pero tuve varios devaneos con mis compañeras. Por cierto, decir que ahora, me doy cuenta del cambio generacional y aunque yo era joven, con mis nuevos compañeros, las niñas eran más jóvenes pero los chicos, aunque podían tener mi misma edad o ser un poco mayores, se les notaba más experiencia de vida, tenían otros conceptos generacionales, o yo lo veía así, nada que ver con los compañeros que entraron conmigo.

Teníamos unas compañeras a las que llamábamos las vikingas y me explico: eran chicas extranjeras residentes en España y que hablaban los idiomas nórdicos y alemán y en los vuelos a Alemania, Dinamarca, Noruega, Finlandia, etc., siempre venía una de ellas para dar las voces en esos idiomas y por si había algún percance con los pasajeros. En ese tiempo, no creáis que en Europa todo el mundo hablaba idiomas. Pues bien, recordando a mi amigo Merino que estaba en Helsinki, no se porqué unas de estas compañeras y para más inri finlandesa, y perdonadme que no diga el nombre, me suscitó esas ganas de rememorar mis andazas mallorquinas y sobre todo, el recuerdo de mi amigo Merino. En el DC9 se volaba mucho a estos países sobre todo, con charters desde Mallorca, Barcelona y Alicante y hete aquí, que como siempre, me tocaba a mí. Estuve unos meses volando en la extinta Spantax, pero con los aviones pintados de Iberia; las tripulaciones técnicas eran de Spantax, así que mis líneas se convirtieron en un ir y venir a los países nórdicos. Me acuerdo que hacíamos muchos desde esos destinos a Las Palmas; vendíamos en tres horas, todo el alcohol (hasta los botellines de Anís del Mono) que algunos ya conocían pues viajaban más que el baúl de la Piquer) Cuando abríamos puertas en Las Palmas, yo no se como podían bajar las escaleras, eso si era un pasaje exquisito, no daban nada de guerra y os cuento esto porque en aquel tiempo, -no se ahora-, beber alcohol en esos países era prohibitivo por precio y por las duras legislaciones que tenían sobre los espirituosos.

Es una frase muy manida pero cierta: el roce da el cariño y como volábamos casi siempre juntos, la finlandesa y un servidor, se enrollaron y nos hicimos inseparables, hasta el punto que visité Finlandia un par de veces y en una de esas visitas, y por la guía de teléfonos, localicé a Merino. La verdad es que fue fácil. No había más de cuatro Merinos en dicha guía. Así que con la ayuda de mi pareja en aquel momento, nos presentamos en casa de Merino y de Ritva, que así se llamaba su mujer. No os podéis imaginar lo que fue ese encuentro. Lo estoy escribiendo, y me pongo hasta nervioso de recordarlo y si, la vida te da cosas malas y cosas buenas; esta fue de las buenas, por lo que se puede llegar a querer a un amigo porque además de esos años en Mallorca, Merino fue para mi como un hermano. Por circunstancias de la vida, la pareja se estaba preparando para irse a vivir a Mallorca, pues Carlos tenía una patente de pintura reflectante y adhesivos y los iba a fabricar en España, y como no, eligió Mallorca. Tiempo después, cuando pernoctaba en Mallorca, iba a verlo muy a menudo y uno de los días más tristes de mi vida, fue cuando me entere por Ritva, de su muerte. Murió de un infarto, dejando una empresa en pleno esplendor. Menos mal que esa empresa la lleva actualmente su hija, y no se quedó por el camino. Sigo viendo a su viuda, pues esto pasó hace unos seis años y Carlos tenía mi edad.

Perdonadme pero también las cosas tristes encajan cuando uno se decide a contar una gran parte de su vida que no toda, porque algo hay que guardarse.

Mi novia finlandesa y yo lo pasábamos divinamente. Estuve en su pueblo un par de veces, pero los finlandeses son muy suyos, son como diría, como la serie de españoles por el mundo. Cuando hay un acontecimiento, como era mi noviazgo, lo pregonaban a los cuatro vientos, así que me vi en los papeles de un periódico local con foto incluida diciendo que un español que trabajaba en Iberia, estaba en relaciones con la señorita tal, que también trabajaba en esa compañía española y volaban juntos y etc., etc. La revista era como una gacetilla parecida al Diez Minutos. En ese preciso momento que me estaban leyendo el tema, me acordé de mi madre Magdalena y me entró el cangi y la relación empezó a enfriarse y un tiempo más tarde lo dejamos. No fue muy difícil, pues se terminó la aventura de Spantax y me mandaron a mi destino normal, que era el de Sobrecargo, pero en el DC9.

Quiero recordar que la compañía desapareció por el año 1988. Era casi militar, y los aviones que tenían que eran holandeses y sus costos de operación, insoportables, especialmente los de combustible. Por esa época, la industria aeronáutica se esforzaba en la producción de aviones de bajo consumo.

Un día en estando en FIRMAS, donde firmábamos una hoja para saber que la tripulación que hacia esa línea estaba completa, leí: comandante J. Álvarez Miranda. En principio, no di crédito al nombre, pero cual fue mi sorpresa cuando con un toque en la espalda, una voz me dijo: “No lo mires más, soy yo” No podía creérmelo. Era José, que había estado en la escuela de Cuatro Viento conmigo y que cuando terminó el curso de radarista, se fue a la Escuela de Complemento de Granada, desde donde me escribió para que fuera, pero ya conté que no me atreví a causa de mi ojo vago. Imaginaros que alegría, creo que fue el primer y único abrazo que un comandante dio a un sobrecargo en el Dpto. de FIRMAS, delante de todas las tripulaciones que se encontraban allí. Yo veía de reojo al coordinador, y que los ojos se le pusieron como platos. Tal fue la alegría de encontrarnos, que el protocolo se fue a la mierda. Hicimos una línea de tres días, no me acuerdo donde, pero creo que dormimos dos días en Valencia. Me acuerdo que acordamos que cuando llegáramos a Madrid, íbamos a ir a Flota, para pedir volar juntos con la misma programación mensual y una vez en flota, a José le dieron una alegría tremenda avisándole que al mes siguiente, pasaba a B727 y a mí me quedaba todavía mucho por delante pues nosotros, pasábamos por antigüedad, así que nuestra ilusión se vino abajo. Había que esperar que a mi me subieran al B727 pero de todas formas, cuando coincidíamos en algún hotel, siempre nos llamábamos para vernos.

Como el colectivo de auxiliares de vuelo creció tanto, ya empezaron a salir líderes para llevar las relaciones laborales con la Empresa, y como siempre, enseguida nació un bipartidismo dentro del grupo. Uno, el conservador formado por los más los antiguos, cuya voz cantante creo recordar era Raúl y otro, con tendencia más moderna, que lo comandaba Juan Santiago. En un periodo anterior, se había creado una Cooperativa que se llamaba CEAVAC. Y por ahí empezaron a crearse las tendencias que he comentado antes, para hacerse con el liderazgo y presidir esta cooperativa que en el fondo y en la forma, aglutinaba a una buena parte del colectivo sobre todo el masculino. Como comprenderéis, yo me posicioné en la corriente moderna así que hoy mismo, al verlo hacia atrás, creo que fuimos pioneros en conformar una especie de sindicato encubierto, con unos puntos de vista muy definidos y no se como explicarlo, pero a partir de la creación de CEAVAC, me sentí más arropado y protegido, laboralmente hablando.

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