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Entrevista a José M. González Torga, presidente de ACPI

Con 10 años de edad leía un par de periódicos cada día. “A los libros tardé en llegar, como coautor, prologuista y autor”

sábado 17 de enero de 2015, 03:05h
Entrevista a José M. González Torga, presidente de ACPI

Por Ángel Las Navas Pagán (*)

Ángel Las Navas Pagán, un profesional del Periodismo y de las Letras en general, reconocido internacionalmente, ha formulado diversas cuestiones a José Manuel González Torga con el fin de facilitar su acercamiento a nuestros lectores.

Entrevista a José M. González Torga, presidente de ACPI

-Si piensas en los orígenes ¿cómo empezó tu vocación de periodista y escritor?

-Desde muy pequeño me gustó leer libros y, a partir de los diez años, todos los días encontraba temas interesantes en un par de periódicos. Mi padre era leonés y siempre estuvo suscrito, por encima de la residencia, sucesivamente en distintas provincias españolas, al Diario de León, que se recibía en casa, como también un diario local.

En cuanto a libros infantiles recuerdo especialmente dos: “Los tres sorianitos”, del célebre periodista y escritor José Ortega Munilla (padre del filósofo Ortega y Gasset) y “Tarzán de los monos”, escrito, como es sabido, por Edgar Rice Burroughs. “Los tres sorianitos” me lleva a pensar en la narración “De los Apeninos a los Andes”, dentro la obra “Corazón”, de Edmundo de Amicis y pienso que podría dar origen a una serie televisiva de éxito, como “Marco”; pero, por desgracia, vendemos peor lo nuestro que los italianos. En el cine ya me gustaba el personaje de Tarzán, desde la primera película que vi; sin embargo, curiosamente, me impresionó mucho más el libro originario de la colección, leído posteriormente.

-¿Tuviste muchas dificultades para acceder a las tareas de escribir profesionalmente?

- Desde el colegio ya escribía para alguna revista que allí se editaba y también me encargaban algún texto para leerlo en algún acto público. Luego obtuve, cuando estudiaba el curso preuniversitario, el primer premio en un concurso de Prensa, en Las Palmas de Gran Canaria, entre estudiantes.

Iniciada la carrera de Derecho, me propusieron y di una conferencia en un teatro de Tenerife. Además me publicaron alguna poesía –que no merecerá, por supuesto, figurar en las antologías- y concurrí, en la Facultad de Derecho de la Universidad de Madrid, a un concurso de cuentos.

Luego me sentí atraído por el Periodismo y seguí una vía académica para aprender las fórmulas establecidas que me pudieran abrir las puertas en los medios de comunicación social. Aprobé el ingreso, que era lo más cuesta arriba de unos estudios, entonces de tres años, en la Escuela Oficial de Periodismo, en Madrid. Como tantos otros, aspiraba a escribir textos firmados, pero allí aprendí, entre otras cosas, la importancia de la pura noticia, a la que he dedicado buena parte de mi trabajo, aunque a veces la alternaba con otros géneros más personales, como los artículos en periódicos o los guiones para Radio y Televisión. A los libros tardé en llegar, como coautor, prologuista y finalmente, como autor.

El Periodismo atrapaba con la lectura de obras como “La calle de la aventura”, de Sir Philip Gibbs, referida a Fleet Street, donde estuvieron durante muchos años los grandes rotativos británicos. Ese estímulo literario y la toma de contacto con realidades muy variadas de la vida, nos hacían concebir una profesión ilusionante. Por otra parte, para encontrar trabajo había que moverse activamente; pero, desde luego, resultaba mucho más asequible que hoy. A través del ejercicio profesional, los periodos en que desempeñaba tareas directivas en algún medio informativo, acaparaban mucha dedicación y dejaban escaso margen para escribir con cierta calma.

Maestros reconocidos

-¿Cuáles fueron tus maestros preferidos, hablando en un sentido amplio?

-En la enseñanza primaria, un maestro que se llamaba don Pelayo. En las aulas de la enseñanza superior citaría a varios. En la Facultad de Derecho de la Universidad de La Laguna, Felipe González Vicén, cuya oratoria plástica casi te hacía ver a los sofistas griegos hablando al público en Atenas. En la Escuela de Periodismo, Bartolomé Mostaza, al día en política internacional y en la producción editorial española del momento; Victoriano Fernández Asís, maestro sobre la Radio y la Televisión, pero también en materia de socarronería gallega; Emiliano Aguado, capaz de transmitir contenidos culturales a través de trazos reveladores; o Patricio González de Canales, cuya bonhomía no le impedía buscar los trasfondos periodísticos, por los que luego me he interesado de modo particular. Durante el rodaje profesional, encontré elementos valiosos a tomar en cuenta, por ejemplo, en colegas destacados como César González Ruano, Emilio Romero, Manuel Blanco Tobío y Mario Rodríguez Aragón. De mi tierra leonesa, dos figuras, de las cuales sólo conocí y fue coetánea algunos años, la segunda : Antonio de Valbuena (utilizó el seudónimo de “Miguel de Escalada” entre otros), con fama de afable en el trato personal y de crítico sin concesiones con la pluma, de amplios registros, incluida la narrativa; y José González, arcipreste de la catedral de León, orador de mucho fuste, al tiempo que periodista y novelista (desdoblado en el heterónimo de “J. Mancebo Valbuena”), sin olvidar tampoco su faceta de historiador.

-¿Qué significó para ti la lectura-estudio en general?

-Tendría que separar ambos términos, por motivos cronológicos, aunque terminaran casando. La lectura siempre me gustó, al margen de los planes de enseñanza. Leía y releía poesías, hasta aprenderlas de memoria, de aquellos libros con las cien o las mil seleccionadas de la lengua castellana: Jorge Manrique, Bécquer, Espronceda, Rubén Darío, Sor Juana Inés de la Cruz…Después, de Villaespesa y Antonio y Manuel Machado a Nicolás Guillén, por querer abarcar casi todo. En mi época de trabajo en Badajoz tuve ocasión de conocer y tratar de cerca a tres poetas relevantes de aquella tierra: Manuel Pacheco, Jesús Delgado Valhondo y Luis Álvarez Lencero. Siempre me gustaron las biografías y ya en la infancia me compraron “Cien figuras españolas” y obras similares que contribuían a fomentar el orgullo patriótico. Por estar en la biblioteca de casa, conocí pronto “El Conde Lucanor”, del infante don Juan Manuel o libros como las obras completas del novelista y académico Ricardo León, rico de vocabulario y que había estado muy de moda. A través del tiempo procuré leer asiduamente a autores muy variados, novelistas y ensayistas: de Blasco Ibañez y Baroja a Unamuno y Marañón; de “Hugo Wast” a Vasconcelos y de Octavio Paz a Vargas Llosa; de Hemingway a Lampedusa o de Guy de Maupassant y Stendhal a Lawrence Durrell; de Nietzsche a Marcuse; George Orwell me admira como un profeta contemporáneo. Con los años, como suele ocurrir, casi he abandonado las novelas, porque la realidad vivida o conocida por uno mismo supera la ficción.

Al estudio me costó más llegar. Estuvo interno cinco años y tanto tiempo sin salir a diario a la calle hacía que me aburriera y que me resultara difícil concentrarme en los textos. Así pues, buscaba la evasión en la literatura y en los juegos: el fútbol y el ping-pong, sobre todo. Muy al final del bachillerato y ya en la Universidad sobre todo, adquirí la disciplina del estudio.

Importancia de las Humanidades

-¿Qué crees que representa el estudio de las Humanidades para el ser humano y para la sociedad en general?

-Creo que es algo esencial. Los clásicos ya se plantearon las grandes cuestiones del ser humano y de la sociedad. Disponían de tiempo libre para pensar, con un ritmo de vida lento y el trabajo encomendado, por supuesto injustamente, a los esclavos, las mentes privilegiadas de aquellos siglos aportaron ideas que siguen ofreciendo luz, si estudiamos y comparamos autores, para reflexionar aunque sin elevar sus criterios a dogmas. Con el paso de los siglos, buena parte de aquellos conceptos conservan vigencia y continúan utilizándose con cambios de lenguaje más que de concepción. No pudieron, pongo por caso, elucubrar sobre el armamento nuclear porque no resultaría ni imaginable; pero los principios de los grandes filósofos de la antigüedad y los del cristianismo siguen marcando pautas para cualquier novedad del último grito de la carrera de la invención técnica.

Sobre la organización social nos dejaron la herencia griega de la democracia y la romana del Derecho y determinadas facetas de pragmatismo político. Sus modelos estéticos para las bellas artes han perdurado en parte. Claro está que toda esa gran herencia secular abrió caminos susceptibles de continuación, de renovación y de superación; sin embargo sin el estudio de las humanidades se cae en el adanismo, siempre dispuesto a descubrir el Mediterráneo.

La supresión o la preterición de las Humanidades de los planes de enseñanza empobrecen mentalmente a las actuales generaciones, por hurtarles una herencia cultural de inmenso valor.

-En cuanto al porvenir de la Humanidad ¿consideras que está en la cultura y en la formación intelectual?. ¿En el desarrollo de todas las Ciencias y las Artes?

-En principio, sí; pero bajo unos principios trascendentes, más allá de lo puramente material. Sin caer en la deshumanización o en el aquelarre de los monstruos que, como es sabido, puede fabricar una razón desnortada. Claro está que el feísmo en el Arte es muchísimo más inocuo que la guerra bacteriológica salida de los laboratorios. La Ciencia, sujeta a los dictados de la moral, produce grandes bienes. Lo que ocurre es que sigue habiendo muchas dudas, verbigracia sobre los cultivos transgénicos. ¿Son saludables, con carácter general, o sólo rentables con carácter particular? El Periodismo de investigación y los Tribunales de Justicia cuentan con muchos retos para que superemos dudas y logremos certezas.

Un libro, fruto de toda una vida profesional

A partir de aquí el diálogo se centra en el libro de nuestro entrevistado, “El Periodismo en el laberinto”, y cuestiones que su lectura puede suscitar.

-¿Cómo concebiste este libro y cuánto tiempo tardaste en escribirlo?

- La concepción final así como la redacción última fue cosa de cuatro o cinco meses; si bien, desde el germen inicial, el acopio de materiales, la maduración de enfoques y la elaboración de textos fragmentarios, podrían suponer más de veinte años. Un periodo que puede considerarse muy dilatado, aunque se queda corto siendo realista puesto que en los entresijos de está la experiencia y la reflexión de toda la vida profesional. Podría constituir otra óptica de la manejada por autores que, como hemos oído a veces, después de haber publicado decenas de obras, aseguran siempre han escrito, en su esencia, el mismo libro.

-¿Qué fines buscabas al trabajar como autor de esta obra?

- Fundamentalmente, dar a conocer, en román paladino, una serie de valoraciones y conceptos a los que, en lenguaje académico, había llegado cuando hice la Tesis doctoral sobre los órganos periodísticos de carácter confidencial. La investigación entonces realizada me permitió discurrir sobre una actividad minoritaria de la labor profesional, algo que me aportó otra perspectiva sobre la información periodística. Partía de unas realidades existentes durante siglos y, a pesar de ello, escasamente estudiadas porque no llegaban a granes públicos sino a círculos restringidos. La atención siempre estuvo polarizada sobre el factor cuantitativo y no sobre el cualitativo.

- ¿Has expresado en esta obra tu amplio concepto del Periodismo?

- Sí puedo decir que lo he intentado. Otra cosa es que lo haya conseguido. Como padre de la criatura careceré de distanciamiento para juzgar con toda imparcialidad. Tú como profesional, otros colegas y los lectores en general, sois quienes tenéis la palabra.

-¿Cómo ha evolucionado el Periodismo moderno?

-El Periodismo que podríamos considerar moderno cuenta con cerca de dos siglos, a lo largo de los cuales, con las agencias de noticias, la evolución técnica y la Publicidad se estableció una Prensa industrial de masas. En los últimos años, con los ordenadores, los medios digitales han dado paso a un nuevo panorama. Por eso hay que mirar al Periodismo pre-industrial de siglos anteriores con el fin de conocer su significación medular y sacar conclusiones. Mi libro, en ese sentido, está interesando, entre otros profesionales, a ejecutivos de cadenas de periódicos y de conglomerados de la Comunicación, abocados a tomar decisiones.

-¿Crees que el Periodismo puede seguir siendo una primera y caudalosa fuente de conocimientos y de noticias, en el futuro, para el bien de la Humanidad?

-Estoy convencido de que así será. El Periodismo, con todo el abanico de medios que despliega, representa una profesionalización y una responsabilidad, insustituibles por las denominadas redes sociales, con algunas aportaciones concretas solamente. Más allá de una consideración circunstancial y complementaria, caeríamos en lo que he denominado “periodismo zurupeto”, con el sentido peyorativo que tiene en español este segundo término.

-¿Puede el Periodismo servir de base para contar la Historia a las futuras generaciones?

-Desde luego. Las hemerotecas, susceptibles de ampliación con fonotecas y colecciones de contenidos televisivos y de otros medios digitales, acumulan un caudal de elementos muy importantes, a tener en cuenta con otras fuentes por los historiadores.

-¿Puede el Periodismo coadyuvar por la paz en la conflictiva situación actual?

-Creo que puede, efectivamente, contribuir en ese sentido, dado que su importante papel en la formación de la opinión pública le permite aportar datos e ideas para los ciudadanos que, como miembros integrantes del gran público, reflexionen y adopten sus propios criterios.

Ante un futuro incierto del periódico

-¿Desparecerá el periódico de papel?

-Me parece arriesgado hacer afirmaciones tajantes y, aún más, a fecha fija. El célebre tratadista estadounidense Herbert I. Schiller opinaba que “internet” se había lanzado sobre todo al servicio del comercio de su país y que, si de verdad actuara como un especio de auténtica libertad, en este sentido duraría poco. En cuanto al periódico de papel no hay por que descartar que resurjan fórmulas para ponerlo en el domicilio del suscriptor, abaratando lo que pudo ser el “telefacsimil”, que estuvo a punto de implantarse, pero resultaba caro y las pantallas le ganaron por la mano.

-¿Qué recomendación haría a los estudiantes que sientan la vocación del Periodismo?

-Les diría que con la situación actual, en la que coinciden una profunda crisis de los medios de comunicación con una plétora de profesionales en paro, sólo elijan esta profesión si son vocacionales sin remedio y dispuestos a tomar una decisión heroica. En esa tesitura le3s deseo lo mejor.

-¿Cuáles son las cualidades y virtudes principales del periodista?

-Cabe establecer lemas, decálogos y otras formulaciones, como así se ha hecho. Yo, en el libro, en páginas sobre dos periodistas descollantes a los que conocí, como fueron Emilio Romero y Eugenio Suárez (éste acaba de fallecer con 95 años), recojo una versión por libre de Larra, que Romero tenía enmarcada. Me parece tan literaria como instructiva.

-Muchas gracias por sus amables contestaciones.

(*) Ángel Gabriel Las Navas Pagán es Periodista y Escritor

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