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Bolivia: Nueva Constitución un mes después

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
En el marco de un referéndum constitucional que se ha caracterizado por sus disensos a la hora de su redacción, los primeros sondeos del Referéndum Constitucional llevado a cabo el pasado 25 de enero arrojaron un resultado, a escala nacional, que inclinaba la balanza por el “SÍ” a la Nueva Constitución .
A partir del 26 de enero se abre entonces un abanico de posibilidades respecto al desarrollo del articulado de la nueva Carta Magna que responderá a los primeros esbozos del retrato con el que Bolivia quiere ser reconocido ante el mundo a partir de este año.
Pancarta exhibida el mismo día de la votación del referendo, pese a la prohibición
Pancarta exhibida el mismo día de la votación del referendo, pese a la prohibición
La multiplicidad de debates abiertos en el interior del país, respecto al tenor del texto constitucional, se transformaron en un caldo de cultivo idóneo para obstaculizar el cúlmen definitivo de este episodio histórico, a causa de los porcentajes que respaldaron al “sí” o al “no”. Esto permite diversas lecturas que pasan desde aquella que considera que se han votado partidos y no a una nueva Constitución; por otros análisis que creen que ha existido un voto de castigo al Presidente de la República debido a las concesiones que se han llevado a cabo sobre el texto original; pasando por otros que opinan que el proceso no está cerrado ya que se consideran abanderados de un 40%; hasta aquellos que creen que el final de este cambio, cuya intención es la de refundar el país, se derivará, en algún momento, bien en una guerra civil o en un golpe de Estado -lo que se considera lo menos probable-

La diferencia que resulta de la distancia entre las noticias que salen al exterior de los acontecimientos que se producen en el país lleva a preguntarse ¿Cómo quiere ser Bolivia realmente? Esta pregunta azota el pensamiento muy vigorosamente al intentar concebir a Bolivia como una unidad poblacional en proceso de decisión sobre cómo quiere ser. Cabe la primera y más ingenua posibilidad de que si le hiciéramos preguntas sencillas a todos y cada uno de los habitantes de la nación sobre cómo es el país de sus sueños llamado Bolivia, podríamos tener cerca de nueve millones trescientas cincuenta y cuatro mil respuestas. Es decir una por cada ciudadano.

Ante el movimiento de rechazo por el resultado obtenido en las urnas, planea entonces la pregunta sobre si existe alguien que considere que alguno de los votos vale más que el del resto. Es decir, si existe un criterio, ciertamente arriesgado, para diferenciar la “calidad” del voto, en cuyo caso cabe preguntar a quién le sirve esta corriente de opinión, ya que el respeto por los resultados de un referéndum nacional, descansa sobre un principio fundamental de la democracia y del Estado de Derecho.
Ningún voto vale más o menos que otro desde que existe el voto universal. No cabe por tanto otra interpretación que la de que este resultado responde a un recuento de votos que, incluso puede admitir un margen estadístico de desviación, como sucede en cualquier otro país -incluso los que tienen sistema de voto por internet para elecciones generales a la presidencia de la nación- sin que por ello se califique el referéndum de fraudulento.

Los análisis demoscópicos seguramente desvelarán las razones por las que el resultado ha sido, grosso modo, de 60-40. Ahora bien, admitiendo una desviación de un 10% a la baja resultaría que un 54% ha votado por el sí y un 46% ha votado por el no. Si por el contrario asumimos una desviación del mismo diez por ciento al alza resultaría que un 66% habría votado por el sí y un 44% por el no.
Lo que está claro es que en los tres casos; el real, el que va a la baja y el que va al alza, el resultado por el “sí” al cambio constitucional se impone al “no”.
Por tanto, se puede anotar un hecho muy peculiar: esta Constitución es el resultado de una situación de permanente disenso que ha crispado al país pero que sin embargo se ha resuelto mediante un consenso en las urnas.
Lo más llamativo de esta situación es que el centro del debate ha estado en torno a las minorías que han ido modificando las iniciativas constitucionales primeras logrando que la propuesta inicial se vea modificada en un acercamiento hacia la postura minoritaria. A pesar de todo ello ha perdido el “no”.

Todo este proceso constituyente ha sido un torbellino que sigue sin responder a la pregunta inicial. ¿Cómo quiere ser Bolivia? Si no podemos admitir 9.354.000 respuestas y tampoco que se haya impuesto el “sí” a la Constitución por un márgen de un 60% frente a un 40% entonces resulta que lo único que sabemos es cómo la minoría no quiere que sea Bolivia; puesto que sobre los cerca de 400 artículos de los que constaba la Constitución original, unos 100 han sido modificados por la fuerza de esa minoría.
Bolivia ha sido puesta a prueba reiteradamente estos últimos años para constatar si tiene vocación democrática pero sigue sin proyectar al exterior cómo quiere ser. Aún hoy parte de ese 40% se mantiene en sus reivindicaciones crispando nuevamente a la sociedad y retrasando los siguientes pasos que el país y sus ciudadanos han decidido dar.

Bolivia no es el centro del mundo a pesar de que despierta firmes adhesiones y un gran interés académico, es un país de la periferia de un sistema internacional que se está aferrando a la globalización como a su tabla de salvación.
Entonces pienso en cómo quiero que sea Bolivia, en cómo dar los siguientes pasos hacia adelante y desde luego lo primero que se ve desde fuera son aquellas posturas que aprovechan de la democracia sus garantías pero no cumplen las obligaciones que implica vivir en un Estado de Derecho. Es decir, que lo primero que quisiera de Bolivia es que fuera UNA nación que respetara escrupulosamente las decisiones tomadas en las urnas; que esta nación se levantara desde el respeto por sus diferencias en pos del bien común, por el sentimiento de comunión con todos los símbolos que la representan dentro de las fronteras del país y en el mundo entero.

Lo siguiente que quisiera de Bolivia es que tuviera mujeres y hombres con visión de Estado, que desde las prefecturas, las alcaldías, las mesas de negociación.... decidieran dejar de someter al pueblo a más tensiones y se centraran en escucharlo. Lo siguiente que quisiera de Bolivia es que cada uno de los bolivianos, independientemente de donde haya nacido, pensara seriamente en las consecuencias de seguir a otros en lugar de a su propio pensamiento, y que así finalmente lograran decidir cómo quieren que sea Bolivia, cómo quieren que los reconozcan en el mundo entero.

Lo que más preocupaba del refrendo del 10 de agosto del pasado año era lo que sucedería después, y sucedió; pasará a la historia. Lo que no permite conciliar el sueño esta noche es lo que pasará a partir del día del recuento final del Referéndum Constitucional de este 25 de enero. Porque ya ha habido consecuencias el año pasado, las experiencias ya se han sacado. Éste es un buen momento para dar un paso adelante, no hacia el pasado. Es un momento de liderazgos responsables, de ciudadanías respetuosas. Se medirá ahora la grandeza de los líderes con que cuenta el país o su total pobreza y ausencia. Porque del mismo modo que no se puede contener el mar con un dique, cuando el pueblo sepa cómo quiere que sea su Patria nada ni nadie lo podrá evitar, en este sentido, es muy posible que cuanto antes se tome conciencia de ello, mejor.

Al final de cuentas hay que recordar que el poder sólo existe mientras haya personas que sigan a un líder. Si un líder se equivoca o pretende llevarte al abismo, el sentido común, lo que se llama “la sabiduría popular” lo abandona. El pueblo llano no necesita al líder, es el líder quien necesita de personas que lo sigan. Ése es el poder de las mayorías, es el poder de la democracia, porque líderes con potencia por sí mismos, a lo largo de la historia de la humanidad, se pueden contar, son pocos y aún quedaría por preguntarnos qué es un líder en su sentido pleno.

El protagonista de todo proceso de cambio es la población en su totalidad, la historia no la escriben los grandes líderes; ellos son los que salen en las fotos, son los nombres que se aprenden en los colegios. Pero hay que recordar que los que hicieron posibles los cambios que estudiamos desde niños son los individuos anónimos, los que han perdido la vida, los que han arriesgado lo que tenían -mucho o poco-, todos los demás son portavoces –los pequeños o grandes líderes- mientras así lo quieran los votantes.
De momento lo que objetivamente sabemos es que ganó el “sí”. Ello lleva a considerar como dudosas a las voces que desoyen los principios democráticos, abanderándose del peso de ese 40%, y por tanto mostrándose poco escrupulosas con el Estado de Derecho.
Este panorama presenta, en primera instancia, a Bolivia como un país al que le falta la madurez propia de una nación de estructuras democráticas sólidas. Pareciera entonces difícil plantear la noción de refundación, pero es que hay que tener en cuenta que está al principio de sus tareas, está llevando a cabo un proceso de transición fruto de una etapa de cambio que se presenta como un hecho imparable.

Ningún barco puede navegar sin timón del mismo modo que ninguna práctica puede llevarse a cabo sin unos postulados teóricos. Pues bien, si es un principio refundador votar una nueva Constitución, del mismo modo lo es el desarrollo de leyes derivadas de la Constitución, de políticas públicas en materia de desarrollo social, de estructuras económicas, etc. Éste no es más que el primer paso; roguemos porque nadie lo convierta en un tropiezo y porque Bolivia pueda cantar en cualquier parte su Himno Nacional sabiendo que ha sido consecuente con su pasado histórico.
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