La ceremonia del milagro es un proceso en el que el lenguaje se hace poesía, la imagen hechiza y el gesto emprende su viaje hacia una adhesión emotiva insuperable.
Su preferencia a pintar al aire libre, su necesidad de modelo, su anárquico sentido de la inspiración, le hacen un pintor muy personal, con un minucioso sistema compositivo –dibujo, lluvia de trazos y goteo-, que caracteriza su icono.
Roma acoge la obra plástica de un autor que traduce la sempiterna lluvia de su tierra, en una catarata de luz y color, que le justifica, le redime y le salva. Lo que vemos, nos hace sentir; lo que sentimos, nos hace ver el canto de un espíritu enllamecido, heterodoxo, sensible.
Tomás Paredes
Presidente de la Asociación Española de Críticos de Arte/AICA Spain