Rajoy, 'el asesino silencioso': con Esperanza se va el último vestigio de Aznar

El precipitado adiós de Esperanza Aguirre pone fin a toda una era dentro del Partido Popular y marca el comienzo de un nuevo ciclo ‘marianista’ en el que el presidente del Gobierno, de gestos taimados y ritmos tranquilos, ha conseguido dejar caer, soltar lastre o, simplemente, sobrevivir a todos aquellos hombres y mujeres de peso que de una forma u otra han supuesto algún obstáculo a su liderazgo. ¿Son las formas de un killer de la política o, simplemente, las consecuencias naturales del fin de todo una época?

Para un alto cargo de Génova, no hay nada maquiavélico detrás ni ninguna artimaña por parte de Mariano Rajoy. “No ha sido algo que se haya producido de forma premeditada, simplemente ha ido ocurriendo así por el paso del tiempo”. Para otros veteranos dirigentes ya situados en segunda fila es evidente, sin embargo, que “hay un distanciamiento estratégico y de formas de enfocar la política”.

De todos esos nombres, solo uno, el del andaluz Javier Arenas, ha conseguido reinventarse cuantas veces ha necesitado para seguir, de una u otra forma, en el proyecto de Rajoy. Aunque sea, en su caso y fracasada la aventura andaluza, con un cargo de segundo nivel en la dirección del partido y a la espera de nuevos destinos. “De aquella guardia solo queda Arenas, que se ha centrado por completo en su labor como vicesecretario general. ¿Qué si tiene roces con Cospedal? Pues para ser bueno, te diré que no”, responden con ironía desde Génova. “El problema de Arenas es que no tiene sitio”, añade otro ex alto cargo de los Gobiernos de Aznar. “Ni en el partido, porque las funciones principales son las del secretario general, ni en el Gobierno, donde no hay, de momento, un Ministerio para él”.

La marcha de Esperanza, que encierra razones personales y familiares, pero también, y sobre todo, un profundo desacuerdo de fondo con la deriva del Gobierno del Partido Popular, ha sido el último aldabonazo para toda esa vieja guardia de Aznar que ha ido perdiendo progresivamente peso, influencia y liderazgo en el nuevo PP surgido tras el Congreso de Valencia de 2008 en el que Rajoy fue reafirmado como líder de la formación y dio paso a las figuras emergentes de María Dolores de Cospedal y Soraya Saenz de Santamaría. No ha sido algo que se haya produciendo de forma premeditadaEl viejo dicho de “a enemigo que huye, puente de plata” se ha ido cumpliendo, milimétricamente, en todas y cada una de las deserciones. También con Esperanza, a quien José Manuel Soria acaba de ofrecer su incorporación a Turespaña. Los primeros en caer víctimas de esa renovación fueron los ex ministros Eduardo Zaplana y Ángel Acebes, fieles escuderos parlamentarios de Rajoy durante los primeros cuatro años de travesía por el desierto de la oposición. Zaplana abandonó su acta de diputado en el Congreso para fichar por el Consejo de Telefónica Europa, en donde ha permanecido hasta el pasado mes de enero. Acebes, por su parte, desapareció del primer plano de la política durante la pasada legislatura hasta que abandonó por completo la vida pública para dedicarse a los negocios. El pasado mes de abril se incorporó como consejero externo a Iberdrola después de haber ocupado, con anterioridad, puestos de relevancia como consejero del Banco Financiero y de Ahorros (BFA), la matriz de Bankia. Responsabilidades por las que también ha sido imputado por la Audiencia Nacional a raíz de la denuncia presentada por UPyD.

¿Desnaturalización del partido?

“Los partidos no deben funcionar como empresas que se reinventan cada vez que llega un jefe”, explica el citado ex alto cargo de Aznar. “Hay que valorar lo que se suma y lo que se pierde y hacer un balance. En el caso de los Gobiernos de Zapatero, el resultado es que llevó a cabo una descapitalización del partido. En nuestro caso, ves a los vicepresidentes de la época de Aznar, a Rodrigo Rato, a Javier Arenas o al propio Rajoy y ves que no hay color ni punto de comparación con los actuales dirigentes del partido”.

La lista de bajas es larga, aunque quizá la más significativa sea la de Rodrigo Rato, el hombre que, internamente, llevó a cabo el milagro de la recuperación económica de los noventa y a quien Rajoy colocó al frente de Caja Madrid tras vetar al candidato de Aguirre, Ignacio González, en las luchas por el control de la entidad. El partido y el Gobierno, sin embargo, le han dejado caer tras la nacionalización de Bankia, de la que ha salido, también, gravemente tocado.

El ex ministro de Justicia José María Michavila dejó la política al fichar por la gestora de puertos de JP Morgan. Francisco Álvarez Cascos, por su parte, trató de volver a primera líneas tras siete años de retiro político y Génova le cerró las puertas como candidato al Principado de Asturias, lo que acabó con él fundando un nuevo partido. El último en discordia, Jaime Mayor Oreja, logró repetir en las últimas elecciones como cabeza de cartel al Parlamento Europeo no sin que Rajoy mostrase ciertos signos de vacilación al respecto. Su futuro, sin embargo, está amortizado, según sus propios compañeros y más con los pronunciamientos que ha mantenido en los últimos días en los que se ha enfrentado internamente al ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, por la excarcelación del etarra Josu Uribetxebarria Bolinaga.

En otros países, estas personas estarían en su plenitud o empezando y aquí están amortizadas “Si se analizan los últimos años se observa que se ha producido un fenómeno curioso por el que todos aquellos dirigentes que tenían una línea de firmeza ideológica, que han defendido la urgencia de una reforma del sistema político, que tenían convicciones liberales en lo económico y que han mantenido también una confrontación con ETA, han ido desapareciendo de la primera línea del PP”, explica otro exdirigente del partido más crítico con la deriva del PP de Rajoy. “En es grupo está Mayor Oreja, María San Gil, Santiago Abascal, Regina Otaola, Ignacio Astarloa… Esto marca, sin duda, una tendencia de partido que va de ser una formación de centro-derecha y liberal-conservadora hacia un partido moralmente blando, oportunista y benevolente con los terroristas. Se está produciendo, lenta y sutilmente, una desnaturalización del PP”.

Nadie en el PP reconoce que Rajoy haya actuado como un killer, pero sí que hay dudas o incomprensión sobre algunos de los desenlaces acaecidos en torno a estas últimas bajas como la defenestración de Rato o el adiós de Aguirre. “Cada cual tiene que explicar por qué se marcha, pero me parece que tenemos un grave problema en el PP y en España en general”, explica uno aquellos miembros de la guardia pretoriana de Aznar hoy retirados de la vida pública. “En otros países, estas personas estarían en su plenitud o empezando y aquí está amortizada”, añade.