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CARTA DESDE ALEMANIA

De la crisis económica a la moral

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
La historia alemana está salpicada de hechos grandiosos, pero –como en el caso de la de otras naciones– también de algunos menos gloriosos. En pocos países del mundo se ha visto con más claridad el contraste entre los valores más sublimes de la mente humana y al mismo tiempo de los más nefastos y destructivos como en Alemania. Las dos guerras mundiales más grandes de la historia partieron de un país que en el curso de su historia ha venido legando grandes valores culturales a la humanidad, sea en el ámbito de la música, la literatura, la ciencia, la filosofía o de otras disciplinas.

Místicos como el maestro Eckehart o Hildegarda de Bingen, poetas y pensadores del Idealismo alemán de los siglos XVIII y XIX, filósofos como Kant y Nietzsche, pintores como Durero, músicos como Bach y Beethoven, escritores como Goethe y Schiller fueron construyendo paulatinamente en su país una atmósfera propicia a la superación de problemas y prejuicios sobre tradiciones, religión, raza, condición social, etc. reinantes hasta entonces, aspirando con ello a una humanidad más elevada, poseedora de altos valores espirituales. Muchos otros grandes personajes de la cultura centroeuropea de otros países también contribuyeron a esta atmósfera, con lo que se puede decir que el idealismo de la Europa central tuvo siempre por meta el amor al ser humano y el respeto por la naturaleza.

Detrás de todo este movimiento cultural por el bienestar y la armonía entre los pueblos estuvo siempre una institución que desde muy temprano se instauró como instancia moral, basando su hegemonía ético-religiosa en la ética y moral de un personaje nacido en Judea el año 1 de la era cristiana, Jesús de Nazaret, llamado el Cristo. No es preciso dar muchos detalles sobre la discrepancia entre la vida y la obra del Jesús histórico, que dio origen al cristianismo, y la institución en cuestión, ya que en realidad toda persona realmente interesada en conocer el trasfondo de las cosas puede averiguar más en cualquier biblioteca, o simplemente observar de modo crítico la actuación de los representantes de dicha institución que dice ser la heredera del legado de Jesucristo. Como una somera ayuda para el lector, baste con caracterizar brevemente algo de lo que se sabe del Nazareno: un ser libre de todo compromiso humano, humilde, pacífico por excelencia, amante del ser humano, la naturaleza, los animales y de toda la creación, de una rectitud irreprochable, que afirmaba que el único bueno y santo era su padre en el Cielo, que nunca formó un conglomerado sacerdotal ni menos fundó una Iglesia, que pidió que a nadie se le llamara rabí ya que todos los seres humanos son hermanos y hermanas entre sí, que no acumuló riquezas ni bienes, que entre sus discípulos también participaban mujeres que tenían los mismos derechos que los varones, que pedía se dejara que los niños, criaturas inocentes, fueran a él –pues de ellos era el reino de los cielos, que afirmó que el reino de los cielos estaba en el interior de cada uno, un ser realmente intachable en todo sentido, puro, magnánimo, elocuente, sabio, recto, ejemplar, exento de todo deseo de poder terrenal. Que el lector de mente abierta compare esta breve semblanza con lo que sabe, lee o escucha de las obras de la institución que se ha apropiado no sólo del nombre de tal y excelso ser y saque de todo ello sus propias conclusiones.

Retomando el hilo del comienzo, después de la segunda guerra mundial, Alemania se vio en la necesidad de hacer un balance no sólo de las cuantiosas pérdidas humanas y materiales que sufrió el país, sino también de la actitud moral de sus ciudadanos durante el régimen criminal nazi. A raíz de los problemas económicos que aquejaban al país después de la primera guerra mundial, la incontrolable inflación, el desempleo y el caos político, muchos se dejaron seducir por la promesa del “gran dictador” de erradicar definitivamente los problemas y hacer del país la nación más poderosa de la Tierra. Pero con su actitud de apoyo –haya sido en base al terror que el sistema policial represivo causaba en la población o por adhesión efervescente al fanático nacionalismo del momento–, una gran parte de la ciudadanía olvidó los grandes valores culturales y éticos de un pueblo que tanto ha legado a la humanidad y se puso de lado de un alienado sediento de poder. Y este olvido tuvo consecuencias fatales, sobre todo porque el régimen nazi pudo sentirse apoyado precisamente por las dos instituciones alemanas que a más tardar desde el siglo XVI estaban compitiendo por la primacía moral frente a los ciudadanos alemanes.

Dando un salto en la historia hasta mediados del siglo XX, para corroborar la influencia que en este país siempre tuvo la curia romana, baste mencionar que el tan venerado Papa Pío XII fue el primero que en el año 1933 reconoció al régimen nazi como gobierno, legitimándolo ante las otras naciones y animándolas con ello automáticamente a seguir su ejemplo, ya que si una tan gran autoridad moral lo hacía... Por su parte el dictador mismo, Hitler, legitimó a su vez el holocausto de los judíos diciendo en su libro “Mi lucha” que él sólo hacía lo que la Iglesia estaba haciendo desde hace 1500 años.

En su deseo de que tal tragedia no volviera a suceder entre su población, ya en la Constitución federal de 1949 Alemania estableció claramente las pautas de comportamiento ciudadano, diciendo: “En la conciencia de su responsabilidad ante Dios y los hombres, como miembro con igualdad de derechos en una Europa unida, animada por la voluntad de servir a la paz del mundo, en virtud de su poder constitucional el pueblo alemán se ha dado esta Constitución”. Es interesante notar que se habla de “responsabilidad ante Dios”, naturalmente ante el Dios representado por la institución que también dio su nombre al primer partido que constituyó el gobierno alemán después de la 2ª guerra, la Unión Democrática Cristiana del canciller Konrad Adenauer, y después de su aliada, la Unión Social Cristiana, de Baviera, de profundo carácter católico. Dicho sea de paso, ya en base a esta supremacía religiosa, se había firmado un concordato entre la Roma vaticana y Berlín en el año 1933, que tiene vigencia hasta en nuestros días, y que en este tiempo otorga cuantiosos beneficios a la Iglesia, según cálculos actuales unos 14 mil millones de euros al año, fuera de lo que ésta recibe por el impuesto que se extrae de las remuneraciones mensuales de sus contribuyentes católicos.

Los resultados de todo esto en Alemania están resultando fatales para una institución a la que muchos fieles se siguen adhiriendo ya tan sólo porque si ésta ha sobrevivido a reyes, guerras, gobernantes, escándalos, etc. durante tantos siglos, por qué no habría de seguir haciéndolo en el futuro, deduciendo en muchos casos de ello que esto es una prueba de que tiene el apoyo celestial. Ahora, y a raíz de los hechos de pederastia masiva entre los sacerdotes, que se dieron a conocer en las últimas semanas, en Alemania la confianza de la ciudadanía en el Papa y en la Iglesia católica ha disminuido de forma dramática, aunque tal vez haya que reconocer que los ejemplos de moral a seguir por los fieles y la juventud escasean cada vez más en el mundo.

De qué manera los hechos delictivos que han salido a la luz en colegios, internados y claustros católicos están causando estragos en la población alemana, hasta ahora relativamente fiel a la Iglesia de Roma y a su Papa alemán, lo demuestran algunas cifras actuales obtenidas por un instituto de demoscopia, por encargo de la revista alemana de mayor tirada del país. A fines de enero de 2010 un 38% de los alemanes declaraban tener confianza en el Papa y un 29% en la Iglesia católica. A mediados de marzo estas cifras cambiaron a un 24% de confianza en el Papa y un 17% en la Iglesia. Con respecto a los fieles católicos, el estudio constató que en base a los delitos cometidos por los sacerdotes, la base moral de su fe fue prácticamente destruida y que ya ni siquiera la mitad de ellos apoyan a su Iglesia y al Papa. Tan sólo el 39%, después de 62% en enero, confían en Benedicto XVI, y 34%, después de 56% en el mismo mes, en la Iglesia. Un investigador cree incluso que la crisis que vive el catolicismo alemán está teniendo influencia en los dos partidos políticos mencionados anteriormente, que llevan en sus siglas la “c” de cristianos y que forman el actual gobierno alemán, con una canciller hija de un pastor luterano. Y a propósito de la Iglesia protestante luterana, resulta curioso el hecho de que a pesar de que la presidenta del Consejo de su Iglesia, la obispo Margot Kässmann, presentó su renuncia a tal cargo debido a que la policía la sorprendió conduciendo con un porcentaje indebido de alcohol, un 42% de los alemanes –en comparación a un 44% seis semanas antes–, siguen confiando en esta Iglesia. Entre los fieles luteranos protestantes mismos la cifra es aún mayor, un 65% en comparación a un 64% de hace un mes y medio. El problema para la pretensión de ejemplo moral de esta segunda gran Iglesia alemana, es que su pasado histórico tampoco es mucho mejor que el de su contrincante romana.

En vista de esta crisis moral sin parangón que está viviendo la nación más poderosa de Europa, un destacado periodista alemán ha constatado que desde 1949, el año en que se fundó la República Federal de Alemania, este país está viviendo ahora un tiempo sin figuras ejemplares convincentes, sin una instancia moral intacta para la ciudadanía. A esto se agrega el hecho de que a raíz de los escándalos en la bolsa, la economía, los empresarios y la industria los alemanes ya han perdido gran parte de la confianza que tenían en tales pilares del que un día se llamó el milagro alemán. No deja de resultar paradójico que precisamente bajo el pontificado de un ex cardenal alemán, el ahora Papa Benedicto XVI, en su Iglesia se haya destapado una cloaca más de las muchas que muestra la historia y que toda persona interesada puede leer, por ejemplo en la serie de 3 libros “Quién está sentado en la silla de san Pedro”, encontrados en español, bajo el rubro “para analíticos” en la página www.das-wort.com. Tal vez esta lectura les dé una nueva visión de las cosas a algunas personas que observan con atención y preocupación el desarrollo del mundo actual. Con respecto a la institución que ha sido hasta ahora el apoyo y ejemplo moral para un país tan importante como Alemania, da mucho que pensar la declaración de otro alemán, el historiador y crítico más importante de la Iglesia, el Dr. Karlheinz Deschner, cuando en un texto traducido del alemán de su libro “La Iglesia ofendida, o ¿quién altera la paz pública?”, dice: «Después de ocuparme intensamente de la historia del cristianismo, en la Edad Antigua, en la Edad Media y en la Edad Moderna, incluyendo de forma especial el siglo XX, no conozco ninguna organización del mundo que se haya cargado de crímenes durante tanto tiempo, de forma tan prolongada y terrible como la Iglesia cristiana, especialmente la Iglesia católica romana».

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