El equipo de gobierno da signos de cansancio
Rubalcaba, Blanco y Chacón ganan peso; Pajín, Cháves y Salgado a la baja
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
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El actual equipo del gobierno de Zapatero
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La crisis ha debilitado la imagen de los dirigentes socialistas. Sólo una pequeña parte del Gabinete de Zapatero se salva y ahora aspira a un ascenso. El presidente cesará a los más anodinos para rearmarse.
La crisis económica ha dejado al descubierto las debilidades de nuestros dirigentes. Como en toda situación crítica, el más fuerte avanza mientras sus competidores caen derrotados, a veces por su propia inconsistencia y otras por la situación en la que les ha colocado el director de orquesta.
En el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero varios ministros han experimentado un ascenso meteórico en los últimos meses y otros, sin embargo, han caído totalmente fulminados. La crisis ha actuado como un filtro que ha puesto al descubierto las fortalezas y las debilidades del Gabinete de Zapatero.
Entre los más reforzados por los avatares del desplome económico se encuentra el ministro de Fomento, José Blanco. Él ha dejado de ser el ariete del PP al frente de la Secretaría de Organización del PSOE para aparecer como un dirigente serio que es capaz de arrancarle una valoración positiva a Esperanza Aguirre.
Pepiño o don José
Partía de una posición realmente negativa. Carece de experiencia en la gestión pública e incluso de formación. Nunca terminó Derecho. Pero sus dotes de estratega le permitieron emerger como la gran figura política del Ejecutivo cuando Zapatero decidió crear una comisión especial para intentar llegar a un pacto económico que nos sacara de la crisis. El objetivo no se consiguió, pero la imagen de Blanco salió reforzada. La gestión de los temporales de nieve, su pulso a los controladores aéreos y los puentes que ha tendido con el PP en todo el territorio nacional han cimentado un perfil político responsable.
La otra figura con mayor peso político dentro del Ejecutivo de Zapatero es Alfredo Pérez Rubalcaba. La cartera de Interior siempre ha servido para convertir a los políticos en hombres de Estado. Es, además, el miembro del Gabinete con mayor experiencia política –fue portavoz del Gobierno de Felipe González durante los GAL– y es uno de los más respetados por el PSOE. Las detenciones de etarras en lo que va de legislatura le han catapultado.
El tercer gran valor al alza dentro del Ejecutivo es Carmen Chacón, ministra de Defensa. Su relación con los medios de comunicación es casi inexistente, y no se ha implicado en la lucha contra la crisis económica, pero Rodríguez Zapatero siempre ha valorado su capacidad explicativa y su habilidad política. Ha anunciado que se queda en Madrid, integrando la cuota del PSC en el Ejecutivo.
Trinidad Jiménez y Ángel Gabilondo son los otros dos ministros que mejor sobreviven a la crisis. Aunque en menor medida que los anteriores, han sabido remar con acierto a pesar de tener el viento en contra.
La que fuera candidata a la alcaldía de Madrid es bien valorada. Su nombre sigue sonando como posible rival de Esperanza Aguirre en las próximas elecciones autonómicas, ante el escaso apoyo que Tomás Gómez tiene en Ferraz. Su transparente gestión de la gripe A fue aplaudida por los grupos políticos y ha logrado firmar un acuerdo nacional con todas las comunidades autónomas.
Por su parte, Gabilondo, sin aunar el consenso suficiente para alcanzar el necesario Pacto de Estado en Educación, es el ministro de esa cartera mejor valorado en mucho tiempo.
En situación radicalmente opuesta se sitúan las ministras más desconocidas. No tienen peso en el Ejecutivo. Son, además, las menos valoradas por los ciudadanos: Elena Espinosa, ministra de Medio Ambiente, Rural y Marino; Beatriz Corredor, de Vivienda; Ángeles González-Sinde, Cultura; Bibiana Aído, Igualdad; y Cristina Garmendia, Ciencia e Innovación.
Corredor y Garmendia, ambas con un currículum brillante, podrían dejar su puesto próximamente. Aído y Sinde son las ministras de la imagen progresista del Ejecutivo; mientras que Espinosa, de perfil muy técnico, es el rostro más gris del Gobierno.
La vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, sigue siendo uno de los rostros de Moncloa mejor valorados en los sondeos, pero tras seis años ejerciendo las funciones de portavoz representa el cansancio de la crisis, no la fuerza de un cambio. Al mismo tiempo, sus labores de coordinación interna le han provocado roces con los miembros más significativos del Gabinete.
El mejor escudo
La otra mujer que ha salido escaldada con la crisis y pierde credibilidad en cada decisión que toma es Elena Salgado. La vicepresidenta segunda y ministra de Economía es el escudo antimisiles del presidente. Da la cara sin rechistar pero esa función la ha devaluado. Además, su equipo tiene a todo el PSOE en contra por la falta de sensibilidad social en algunas medidas de recorte.
La crisis también ha aplastado al vicepresidente tercero y ministro de Política Territorial, Manuel Chaves. La experiencia que atesora como presidente de la Junta de Andalucía durante 19 años se ha notado por su ausencia. Por otra parte, la ola de austeridad que recorre todas las administraciones amenaza un cargo tan artificial e innecesario como el que ocupa. El PP lo ha convertido en objetivo preferente y Zapatero se plantea si está en condiciones de soportar un peso extra.
Otra dirigente del PSOE que ha caído en desgracia es Leire Pajín. La combativa secretaria de Organización del PSOE no ha logrado el favor de su jefe inmediato en el partido, José Blanco, y se especula con la posibilidad de que éste haya intentado corromper la buena opinión que Zapatero tiene de ella al incluirla en las quinielas sobre un cambio de Gobierno. Sus declaraciones “planetarias” le han jugado malas pasadas. Continúa luchando por ganarse la confianza de las federaciones socialistas, pero la vieja guardia del partido sigue sin considerarla adecuada para representar a la formación.
El ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, no está esperando que el presidente del Gobierno le comunique su salida. Él mismo la ha solicitado. Después de todo, Corbacho simboliza como nadie al político vapuleado por la crisis. Aterrizó en Moncloa al comienzo de la segunda legislatura de Rodríguez Zapatero para poner en práctica su experiencia en políticas migratorias. Pero pronto se encontró una crisis económica que ha elevado la tasa de paro, por encima del 20%. Le cuesta disimular su impotencia. Corbacho tiene un billete para montarse en el primer avión con destino a Barcelona.
El filtro definitivo de los vencedores y perdedores de la crisis económica lo tiene Zapatero en su mano. La próxima remodelación pondrá sobre la mesa sus preferencias.