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OPINION
La repetición de lo mismo
Por Natalia Calderón Martínez.
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
Uno de los grandes orgullos que sentí en mi infancia con el retorno de la democracia fue la abolición de un fragmento del himno nacional que había sido insertado en la época de la dictadura; tal fragmento hablaba de “nuestros nobles valientes soldados”.
Aún recuerdo esa primera vez en la cual al comienzo del año escolar cantamos el himno nacional en ausencia de ese fragmento que representaba todos los horrores a los cuales estuvo sometido todo un país. Había algo en el aire, se trataba de niños que cantaban, pero con la mente clara, tal como lo es la infancia misma que mira los acontecimientos de frente sin prejuicios. Se respiraba un aire de alegría y de esperanza.
Pero hoy, en un país destruido por la catástrofe tanto natural como social, se exige la abolición de todo derecho, de toda libertad y se exige el retorno a las calles de aquellos nobles y valientes soldados.
¿La pregunta actual es a la vez la misma de siempre? ¿Cómo es posible que un país carezca de memoria? ¿Cómo es posible que un país crea que LA solución a los problemas naturales y sociales sea el autoritarismo y la enajenación de toda libertad individual en pos de los intereses de unos pocos? No es casual que unida a esta catástrofe natural explote también una catástrofe social, ello no es sino el síntoma de un proceso mucho más complejo que se basa en la profunda injusticia que sostiene un país como Chile. Podemos hablar en ese sentido de un terremoto social, de una liberación de energía acumulada en las más profundas capas de un país.
Chile es un país fragmentado, dividido; para ello se han extendido barreras simbólicas y materiales a la vez: muros que separan una realidad de la otra, condominios cercados, vigilados.
Chile es un país en el cual lo público ha sido destruido; actualmente se viven las consecuencias de un modelo de “creación de lo social” basado en la exclusión. Y es por ello que no es tan difícil comprender cómo una gran mayoría del país siente desprecio por aquellos que pretenden entrar, invadir, esa parte del país del cual han sido excluidos. Puesto que éstos últimos no hacen sino destruir o atentar directamente en contra de los intereses de aquellos que han construido muros para no ver, para no saber que existe una parte de un país que ha quedado en los márgenes, entre paréntesis, que ha sido anulada en definitiva.
Es por ello que hoy se llaman a las calles a nuestros nobles valientes soldados, hecho real y simbólico a la vez que no hace sino anunciar la nueva etapa a la cual el país se afronta, con un nuevo gobierno que no será sino una vuelta más radical hacia al pasado. Se trata de un síntoma que se presenta como catástrofe pero que anuncia a la vez el triunfo definitivo de un modelo social que no hará sino destruir de manera aún más radical, los mínimos resquicios por medio de los cuales aún era posible establecer lo público y borrar la exclusión.
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La repetición de lo mismo
Últimos comentarios de los lectores (1)
480 | Carolina - 08/03/2010 @ 16:30:42 (GMT+1)
Pienso, Natalia, que tu artículo carece de gran fundamento, y que mezclas peras con manzanas y aludes a circunstancias que no tienen mucho que ver unas con otras. Aquí, con el despliegue militar en las calles, no se trató sólo de defender la propiedad de los ricos, sino de salvaguardar la seguridad de todos los ciudadanos que nos sentíamos indefensos ante el lumpen, y no sólo frente a los saqueos, sino a la ola de gran violencia que arrasaba a nuestra sociedad, cuando quienes se aprovecharon de las circunstancias para robar todo lo que podían no se contentaban con salir a manos llenas de las casas de sus vecinos, sino que también violaban a madres e hijas, dejando un horror tal vez más devastador del alma humana que el propio terremoto. Los que robaron, si viste en televisión, no eran precisamente gente marginal que se siente fuera del país y al borde de la sociedad: era gente bien vestida, muchas veces con tremendos automóviles, que iban muertos de la risa alardeando de su hazaña. Pero puede que en Europa sólo estén viendo imágenes demasiado filtradas, demasiado intencionadas. Los milicos aquí no sólo han apoyado a la gente brindándoles algunas horas de sueño un poco más tranquilo, sino repartiendo víveres, dando asistencia médica y sanitaria, intentando reunir familias, incluso ayudando a rescatar y dar un mejor pasar a animales que han sido salvados en el sur. Cosas diversas. Y está bien. Ellos reciben un sueldo y muchísimos beneficios económicos y sociales, demasiado a mi gusto, que no se justifican dado su poco aporte en general en tiempos "normales". No soy una amante ni defensora de los militares.Pero en estas circunstancias, dejemos que hagan algo de trabajo para justificar sus sueldos! Su presencia en las calles nada tiene que ver con dictaduras ni Pinochets ni Piñeras ni enajenación de libertades. Créeme que mucha gente está dispuesta a sacrificar 10 o 12 horas de salir a la calle a cambio de contar con la mínima seguridad de que no va a resultar robada, o golpeada, o violada o asesinada (porque así de duras han estado las cosas por aquí, Natalia). Ah!: y los muros existen en todas partes, incluso en Paris, incluso en tu casa.
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