Todavía en la dictadura las luces de navidad solían reproducir el portal de Belén y esas cosas, pero Satanás se ha esforzado en borrar todo vestigio de auténtica espiritualidad trocada en una época llena de bacanales, comilonas, bebidas a mansalva, fiestas, lujos y televisiones y radios, que frenéticamente y en masa anuncian sus productos culinarios y sus manjares, que lo único que proporcionan es infelicidad a los ciudadanos. Como todo lo malo y lo perverso, engañando el alma de tantos inocentes sumiéndoles en la desdicha y en la depresión.
Mucha gente lucha denodadamente por olvidar estos días, que lejos de dar felicidad dan infelicidad y tristeza. Porque a toque de corneta y por decreto ley “hay que ser felices porque estáis en navidad”. Y eso además de contradictorio es diabólico, pues engendra frustración y nos hace ver en un espejo cuan infelices somos, que no tontos, aunque lo parezcamos.
Supermercados, juguetes, “El Corte Inglés”, las uvas, los escotes, el maquillaje y el rímmel, pretender recordarnos algo completamente opuesto; esto es, la pobreza y la miseria de un niño indefenso e inerme, medio desnudo, arropado por el aliento de un buey y de una mula, como única calefacción; y unos pobres padres, pues eran muy pobres, únicos capaces de dar cobijo a un indefenso niño que curiosamente era el Hijo de Dios; esto es, el Dios mismo, la segunda persona de la santísima trinidad.
Satanás ha hecho su labor perfectamente, nos ha engañado una vez más y diabólicamente nos ha hecho más desdichados de lo que ya éramos. Nos ha ofrecido, hambrientos y sedientos, los reinos de este mundo y hemos claudicado besando sus pezuñas.
Maldigo por lo tanto estos días del reino de Satanás que no del Hijo de Dios, por más que los clérigos se esfuercen en recordarnos lo contrario.
Tanta lucecita, tanta puñeta, tanto consumo desorbitado, y hemos caído de bruces en la misma tentación que Cristo sufrió en el desierto, después de pasarse sin comer ni beber cuarenta días y cuarenta noches.
Por eso, miles, millones de ser humanos como yo desean que pase la Navidad.
No el recuerdo de un Dios que se hizo hombre para ser y sufrir como nosotros, sino de esa persona con cuernos y rabo que pulula todos estos días por las grandes urbes de un imperio que lejos de serlo es realmente una basura, y si no que se lo cuenten a los desahuciados, a las víctimas, a los millones de seres que viviendo en la opulencia son sin embargo profundamente infelices.
Si (
No(
