Hijo de Arabella Worsham, madre soltera, coge el nombre de su padre adoptivo: Collís Peter Huntington, a los 12 años, tras el matrimonio de ambos. Collís era uno de los hombres más ricos de Estados Únicos con negocios en los ferrocarriles y en astilleros. Archer no quiso seguir la carrera paterna y prefirió caminar por la senda de su madre que fue una de las coleccionistas más importantes de la época que hizo importantes donaciones a alguno de los museos más conocidos de Estados Unidos.
Desde muy joven y tras un viaje a Cuba, Huntington quedó infectado para el resto de su vida por la fiebre de la cultura hispánica a la que dedicó su tiempo y su dinero.
Su vida privada no fue muy interesante. Vivió gran parte de su tiempo en su finca de Pleasance , alejado del ruido neoyorquino. Se casó con su prima y al enviudar se volvió a casar con la escultora Anna Hyatt, que esculpió la figura del Cid ecuestre en Audubon Terrace donde se encuentra el edificio de la Hispanic Society of America, que él fundó en 1904 y que es su gran obra. El edificio que la alberga, al norte de Manhattan, se inauguró en 1908. Al año siguiente se celebró allí la gran exposición de Sorolla, que recibió 160.000 visitantes, colocó al pintor valenciano en el mapa del arte en América y se convirtió en el artista preferido de Huntington que le compró varias piezas. Posteriormente le encargaría los inmensos paneles, en total 73 metros de largo por tres de alto: Visión de España con imágenes representativas de las diferentes regiones.
Era y sigue siendo, un tipo de museo alejado del modelo estatal europeo, en él la pintura y la escultura tenían su importancia pero no ocultaban la gran variedad de colecciones artísticas representativas de la vida de España, Portugal, Iberoamérica y Filipinas: a los más de 800 cuadros entre los que destacan los retratos de la Duquesa de Alba de Goya y el del Conde Duque de Olivares de Velázquez, hay que añadir miles de esculturas, grabados, objetos de artes decorativas con magníficos textiles y la valiosa biblioteca con numerosos incunables y primeras ediciones, que la convierten en la institución más importante de difusión de la cultura hispana fuera de la península.
La peculiaridad del coleccionismo de Huntington era que no compraba nada en España para no unirse al expolio que en aquellos años otros estaban llevando a cabo.
Sus proveedores eran prestigiosos marchantes, especialmente de Paris que garantizaban la legitimidad de la procedencia. La etapa de formación de la colección: Huntington in Motion es la más interesante del libro; es el periodo en el que el personaje se encuentra pleno de vigor. En ese tiempo establece los lazos con los personajes más interesantes de la época, como Menéndez Pidal, Gregorio Marañón, Concha Espina, Jacinto Benavente o José Echegaray y, sobre todo, el marqués de la Vega Inclán, que le introdujo en la corte de Alfonso XIII. Pero la persona con la tuvo una relación más personal fue con Guillermo de Osma, conde de Valencia de Don Juan, que se inspiró en la Hispanic Society para crear el museo que lleva su nombre, que atesora magnificas colecciones de bronces, monedas, textiles, y objetos de artes decorativas y de cuyo patronato Hungtinton formó parte.
Con la llegada de la República, las relaciones de Huntington con la España oficial se enfriaron y ya no volvieron al anterior esplendor durante el franquismo. Huntington era un conservador que había recibido las más altas condecoraciones del reino como la Gran Cruz de Carlos III o la de Isabel la Católica, pero intentó mantenerse alejado de las luchas fratricidas en nuestro país.
En los años 50 hubo varios intentos de restaurar las relaciones a través del Instituto de Cultura Hispánica dirigido por Sánchez Bella y después por Blas Piñar , pero da la impresión de que lo que principalmente buscaban esos dirigentes franquistas era el dinero del americano que ya había financiado la remodelación de la casa de Cervantes en Valladolid o el Museo del Greco en Toledo.
Patricia Fernández Lorenzo ha llevado a cabo un interesante trabajo de recuperación de un personaje al que los libros de historia han abandonado y que es, hoy poco conocido a pesar de su inmenso trabajo en favor de la cultura española.