La Comunidad de mi hermano Enrique

Jesús López Sáez posee enormes conocimientos teológicos e históricos de la Iglesia, da conferencias y ha publicado numerosos libros. La Comunidad de Ayala, como suele llamarse, tiene numerosísimos seguidores, hace muchos años que mi hermano ingresó en ella y trabajó codo con codo y con su esposa Conchita, mujer de gran inteligencia y de bondad infinita, con Jesús.

Con motivo del fallecimiento de mi hermano se ha oficiado una especie de reunión o misa funeral en su memoria, al que han asistido numerosísimas personas de la Comunidad que abarrotaban el salón de actos de su sede en la calle Belisana de Madrid.

He podido comprobar de nuevo que los aciertos de Jesús han sido abundantes. Ha hecho un acercamiento emocional de la iglesia católica a los fieles, a quienes ha dado protagonismo. Los fieles hablan en público si es que así lo desean de mi hermano y de recuerdos y anécdotas del mismo. Además, como los finados resucitan apenas fallecer el ausente sin esperar el lejano día de la resurrección colectiva de los muertos, se manifiestan a nosotros los terrestres a través de pequeños detalles cotidianos, para los que hay que prestar una enorme atención. Esto es, ellos hablan en nombre del primer resucitado que es nuestro Señor Jesucristo a los vivos y familiares, con lo que el consuelo y el apoyo es inmediato y cercano.

Más que ser un funeral al uso se celebra una especie de fiesta o happening donde “el ausente” sobrevuela la reunión y se hace tan cercano, que parece estar hablando con nosotros.

A la salida del acto mis sobrinos anunciaron la inmediatez de una o dos reuniones familiares en sus casas en recuerdo del finado; una paella o cosas por el estilo. Con esto quiero decir que las reuniones de la citada Comunidad suponen un inmenso consuelo y un alivio para los familiares más directos del finado.

A pesar de que mi hija seguía llorando a ratos, pues además de no estar aún – dada su edad – familiarizada con el misterio de la muerte, es que había pasado el día con mi hermano tres días antes de su fallecimiento, con lo que el impacto emocional fue para ella bestial.

Pero lo que quiero destacar aquí es que no es una conmemoración de las tristezas o de la ausencia, sino todo lo contrario; la celebración de su resurrección inmediata en un mundo lleno de gozo y de alegría en reunión con los “otros ausentes” que no difuntos, pues recordemos que nuestro Dios es un Dios de vivos y no de muertos.

Se da la circunstancia que mi hermano se fue el día de Nuestra Señora de las Mercedes, fecha del santo de nuestra querida hermana, de vida terrenal llena de dificultades, pero llena de amor y de bondad. Vamos, una auténtica santa.

Como portavoz, que no superviviente de mis otros dos hermanos en este mundo, me toco recibir los parabienes y los pésames de numerosas personas. Pero he de confesar que la Comunidad de Ayala me llenó de una extraña felicidad, y he de reconocer el inmenso acierto de Jesús López Sáez, que ha hecho tanto “por mi hermano, y con mi hermano”. Solo espero sufrir al final menos que él, pues él poseía y posee una fortaleza y una bondad de las que yo carezco. Espero y deseo que el Espíritu Santo, que nunca me ha abandonado, se haga cargo y se apiade de este pobre escribidor en sus momentos finales.