En este mundo aceleradisimo casi no cabe el rescatar y poner en práctica lo que proponen algunos autores de “libros para saber vivir”; sin embargo, me pareció que de éste sí podía sacar algunas fáciles actitudes para realizar a diario y quería compartirlas con quién quiera escucharme.
Enumero:
Haré silencio treinta minutos en el día (puede ser en la mañana o en la noche) limitándome sólo a ser.
Haré comunión con la naturaleza todos los días, en algún minuto, ya sea observando un abeja volar, escuchando el ruido que hacen las hojas al moverse con el viento, gozando el olor de una flor o de una fruta.
Me daré el gusto de no juzgar nada de lo que suceda y aceptaré a las personas y situaciones tal como se presenten en un mínimo de dos horas…
Daré…simplemente daré…quizás algo simple y material como una flor o, lo que es más significativo: afecto, atención, aprecio, interés, felicidad, alegría , bienestar, amor…
Sacaré lo bueno de todo lo “malo” que me ocurra.
Me haré el propósito de ser inmune a la crítica y trataré de no sentir la necesidad de convencer o persuadir a los demás para que acepten lo que yo digo…hace bien.
Aceptaré el presente, a pesar que mis deseos sean otros, pensando que “ya vendrán tiempos mejores” como decía mi mamá.
Creo estar segura que de todo esto, algo recibiré a cambio y eso me dará la tranquilidad y la paz que siempre busqué. Estoy segura que no me hará mal, al contrario, muchas cosas buenas obtendré, y el compartir cariño, alegría sobre todo y amor con los demás habrá valido la pena el estar en este mundo.