Observo cada vez mayor número de personas desorientadas, desorientadas en la vida, con la vida perdida, y no solo la vieja alienación que supone tener un trabajo repetitivo o sin sentido y carente de motivación alguna, sino otro tipo de alienación que me temo afecta de forma masiva y en mayor o menor medida al mundo occidental. Sospecho que mucho menos al oriental.
La gente no está donde tiene que estar y de esto se dan cuenta alguna vez en la vida abriendo la boca de forma bobalicona, de una forma penosa pues casi les cae la baba.
Esto está muy relacionado con mi último trabajo acerca de “el tiempo y la gestión del tiempo”, como me hubiese gustado titularlo, en el lugar de “Tiempo”, más a la moda por supuesto y más vendible según el editor.
Bien; un enorme número de personas además de equivocar su destino, no saben estar donde verdaderamente tienen que estar. Como un equipo de fútbol en que los jugadores hechos un lío trastocan sus posiciones y los defensas pasan a la delantera, mientras los delanteros retroceden hasta posiciones defensivas, y el portero como loco o poseso corre como un gamo hacia la banda izquierda, hacia el lugar donde debería situarse el extremo izquierda.
¿Qué opinarían ustedes de un equipo de fútbol de esta guisa? Pues algo parecido sucede en el mundo civil, se mueven, nos movemos a una gran velocidad, a tal velocidad que en lugar de estar en el entierro estás en la playa y en lugar de estar en la playa estas en la oficina merced a esos maravillosos telefonillos móviles que trastocan la realidad, y lo que es peor el humor y los sentimientos.
En tiempos pasados no tan lejanos esto no era así. Los ciudadanos no poseían estos medios de comunicación tan fabulosos que ahora nos rodean, pero sin embargo cuando el padre enfermaba los hijos estaban cerca, muy cerca de él, y cuando moría se ponían de luto.
¿Qué ridiculez, verdad?; pues no. El luto indicaba que estaban en “el lugar donde debías de estar”·, donde el tiempo cósmico, el tiempo de Dios o el tiempo humano le había asignado. Ahora gran parte de las frustraciones, de las neurosis, de los fracasos matrimoniales, del sinsentido profundo de las cosas, se debe precisamente a que el sujeto ha equivocado el tiempo y su gestión, y con él ha dado al traste la serenidad y la paz de espíritu.
Todos corremos, pero muy posiblemente como aquel portero de fútbol que enloquecido abandonaba la portería y corría y corría hacia la zona del delantero izquierdo.
No digamos ya en el terreno de la política donde la desorientación puede rayar ya en la paranoia, pero sigo considerando que de una forma subliminal nos está afectando de un modo u otro a todos.