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Opinión: “Mi Pequeño Manhattan…”

“Imagino, luego existo” o Enrique Otero en estado de gracia

Por Germán Ubillos Ortsolich (*)

miércoles 20 de junio de 2018, 10:47h
“Imagino, luego existo” o Enrique Otero en estado de gracia

20JUN18 – MADRID.- Conozco a Enrique Otero (*) desde hace muchos años, incluso antes de que él y yo nos casáramos y fuéramos padres. Nos conocimos en celebraciones que daba nuestro común amigo Adolfo Casajús, entonces presidente del Colegio de ATS de Madrid en el Hotel Palace y en el Hotel Victoria.

“Imagino, luego existo” o Enrique Otero en estado de gracia
“Imagino, luego existo” o Enrique Otero en estado de gracia

Era un médico joven e inteligente, simpático y vivaz al que había echado el ojo. Yo como buen hipocondríaco tenía ya mi médico pero se estaba haciendo mayor y necesitaba antes o después un sustituto. Coincidimos en la misma mesa en repetidas ocasiones con personajes muy dispares.

Años más tarde, efectivamente, quizá veinte o treinta años, ya ni me acuerdo, mi médico se hizo muy mayor, me había ayudado mucho pero necesitaba con urgencia un sustituto. España había cambiado una burrada y también el mundo, pero yo poca cosa y Enrique Otero era más mayor, peinaba alguna cana, había ganado algo de peso pero su mirada escrutadora, inteligente y algo irónica seguía siendo la misma, así que decidí sin dudarlo retomar su amistad.

Se transformó así de ser mi amigo en ser mi médico, por eso quizá no le tenía ningún respeto y esto era maravilloso y tremendo a la vez, pues a un médico hay que tenerle respeto.

El caso es que se entabló una relación maravillosa, y ahora viene lo gordo.

Enrique se había transformado en estos años, quizá décadas, en pintor, un buen pintor de lienzos con mucha originalidad, y exponía en importantes galerías, y su pintura era muy expresiva y extraordinaria, a veces deformaba cuados famosos de las pinacotecas y añadía detalles u objetos a la pintura llenos de sentido, un poco como Dalí. Conversábamos en su consulta sobre el “misterio de la creación artística”, tema por ciento que toca de lleno Stefan Zweig en su pequeño ensayo incomparable del mismo título.

Ahora, en la Galería sita en la Ronda de Segovia, 50 de Madrid, acaba de inaugurar su nueva colección que titula “Imagina, luego existo” y que es realmente fascinante por la altura que ha alcanzado, la perfección y la belleza. Me dice que con ella pretende resaltar el poder de la imaginación, que a su modo de ver es la principal fuente de la creatividad.

La imaginación no tiene límites – me dice.

Y todo lo que uno sea capaz de imaginar es real. Está condicionada por el motor del inconsciente y su finalidad es conmover y emocionar, transgrediendo si fuera necesario las reglas de la razón.

Lo que imaginamos llega hasta nosotros, son ideas que no elaboramos.

El humor y la ironía - me comenta -, sirven para sentir y pensar y nos ayudan a descifrar lo que la razón no puede abarcar, recorriendo unos caminos para llegar a encontrar lo mágico que subyace detrás de cada obra de arte.

Como verán hablar con él es interesantísimo y delicioso a la vez, pues él como pintor, yo como escritor y ambos como amigos, nos entendemos a las mil maravillas, sabemos ambos que el arte nos libera de todas las angustias y mediocridades de la realidad, ahuyenta como un exorcista las sombras que nos acechan, y nos enseña ese sentido de la inmortalidad que tiene toda obra de arte, algo que trasciende y que podrá contemplarse o leerse mucho más allá de nuestra vida temporal. Que podrán conservar nuestras mujeres y nuestras hijas, una proyección de nuestro ser mucho más allá del tiempo.

Amos sabemos el valor inexpresable que tiene esa actividad creativa y que debemos ejercitarla y conservarla hasta el último momento de nuestras vidas.

Ante mi hipocondría suele decirme si me refiero a la muerte: “De eso ya sabes, ni hablar hasta que yo no te dé permiso”, y pienso en eso hacerle caso a pies juntillas. Y puedo asegurarles que sus cuadros tan clásicos bajo el prisma de los sueños, su fusión del “por art con el surrealismo, sus ocurrencias geniales, inquietantes algunas, brillantes y profundas van a suponer para vosotros lectores un indudable regalo, un regalo para la vista, para los sentidos y para el corazón.

José Enrique Otero Mestremirar
Imagino, Luego existo

Hasta el 2 de Julio
Espacio Ronda

c/ Ronda de Segovia, 50 - Madrid
web: www.espacioronda.com

(*) José Enrique Otero Mestre es Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Cádiz, realizó sus estudios de especialización en psiquiatría en el hospital universitario de la ciudad croata de Zagreb. Fue siempre un enamorado de las artes en general y de la pintura en particular, lo que motivó su decisión de acudir a las clases que la pintora Georgina Gray imparte en Madrid, en cuya academia celebró su primera exposición en Marzo de 2007, y desde entonces ha realizado otras 8 exposiciones más de diversa temática, compatibilizando su afición artística con su actividad profesional.

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