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Ruinas de Cartago...
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Túnez: del Mediterráneo al Sáhara

Texto y fotos: José Martos y Juana Mª Rodríguez – Miembros de FEPET

lunes 20 de febrero de 2017, 20:34h

21FEB17.- Llegar a Túnez supone entrar en el más pequeño país del Magreb, con una superficie que es el 33 por ciento de la de España, pero que encierra todos los ingredientes para hacer de nuestra estancia un recuerdo imperecedero.

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De su capital se afirma que es la más europeizada del norte de África, lo cual es relativamente cierto, pues tiene dos partes diferenciadas: la ciudad moderna, muy europea; y la antigua, claramente magrebí. Aquí se perciben el olor de las especias, del té a la menta y del humo de las pipas de agua, junto a las conversaciones en todos los idiomas pero con acento bereber invitándonos a entrar “sólo para ver” en las tiendas de su medina.

En ellas encontraremos productos de una artesanía refinada y muy interesante de adquirir, junto a otros en los que es mejor no fijarse. Ahí estará la habilidad del viajero para saber lo que debe comprar, siempre regateando. Aquí el regateo es parte esencial de la compra, un rito por el que se va estableciendo una cierta complicidad entre comprador y vendedor. Claro que tiene sus reglas: no tener prisa ni ofrecer de principio un precio demasiado bajo porque eso supondría algo ofensivo para quien sabe que está vendiendo un producto de calidad, hablar suavemente y mejor con una sonrisa mientras se le mira a los ojos, no limitarse a dar cifras sino adornar nuestra oferta económica con argumentos que induzcan a continuar la conversación y, si al final se llega a un acuerdo cerrar el trato con un apretón de manos. Así, junto al objeto deseado nos llevaremos el placer de la conversación.

En la parte moderna, la de menos interés para el viajero, podemos admirar y visitar la catedral católica, dedicada a San Vicente de Paul, ya que Túnez es de los pocos países islámicos que permiten lugares de culto a otras religiones. Decimos de poco interés no porque carezca de grandes avenidas o edificios hermosos, que los tiene, sino porque nos llamará menos la atención por, como ya hemos dicho, su similitud con ciudades europeas. También, si quieren una comparación con la medina y disponen de tiempo, su mercado central. Merece ir y deambular por entre los puestos de venta.

Otra visita obligada es el Museo del Bardo. Junto al interés museístico que es muy alto, se encuentran el arquitectónico e histórico, pues ocupa el edificio que fue residencia oficial de los sultanes hasta finales del XIX. En su interior podremos admirar piezas que muestran la historia de Túnez y de las muchas culturas que han echado raíces en su suelo. Pero en lo que más destaca este museo (que recibe su nombre del barrio en que se ubica) es por los mosaicos romanos que atesora. Sólo por el placer de contemplarlos, sólo por eso, es visita obligada. Forman la mejor colección del mundo en el arte de unir las teselas que nos es permitido admirar. Tanto por su calidad como por su excelente conservación. Entre otros muchos, el Triunfo de Neptuno o Virgilio escucha a Clío y Melpómene.

Vayamos ahora a vivir un gran contraste: de la maravillosa conservación de los mosaicos pasamos a caminar entre las ruinas de Cartago. Este es un lugar que apasiona o decepciona. Construida en sus orígenes por los mercaderes fenicios, muy próxima al mar, de su pasado púnico no queda absolutamente nada. Fue totalmente arrasada por Roma y reconstruida según el concepto de ciudad que se tenía en el Imperio Romano. Actualmente lo único que nos recuerda algo de lo que fue la tercera ciudad en importancia de todo el Imperio, tras Roma y Alejandría, son las termas de Antonino. Aún se pueden adivinar las zonas subterráneas donde trabajaban los esclavos para que sus señores pudiesen disfrutar en el piso superior de los placeres del agua mientras hacían negocios o conspiraban para promocionar o destruir a algún prohombre. Fuera de eso, casi nada. Mas para los españoles tiene un significado especial: en Túnez Cartago, en España Cartago Nova, la actual Cartagena. Aunque fundada por los fenicios, el nombre de Cartago Nova se lo dio el general romano Escipión quien la conquistó en el 209 a.C.

Hoy, la zona de Cartago es uno de los barrios más exclusivos y residencia oficial del Presidente del país. Desde diciembre de 2014, el laico Bèji Caïd Essebsi que quiere continuar y potenciar la que fue conocida como Primavera Árabe y en la que tantas esperanzas se depositaron.

¿Cansados del bullicio de la medina, del tráfico de la ciudad moderna, del arte en el Museo del bardo y de las ruinas de Cartago? Es el momento de ir a Sidi Bou Said, un pueblo en su origen pesquero, construido sobre un acantilado del golfo de Túnez. Aquí el tráfico está prohibido y si nos apartamos de Habib Thameur, su calle principal, la tranquilidad está garantizada. A muchos les recordarán las islas griegas y en menor medida los pueblos blancos andaluces. Sus casas mantienen una gran armonía exterior gracias a un decreto de 1920 por el que se obligaba y aún se obliga a pintar todas las fachadas de blanco y las puertas, ventanas y rejas de azul.

Su nombre actual, que recibió a finales del XIX se lo otorgaron como homenaje a un místico sufí que vivió allí en el siglo XIII. Pero anteriormente tenía otro más acorde con su situación geográfica: Djebel El Manar, la Montaña del Faro.

Djebel El Manar o Sidi Bou Said éstá hecha para recorrerla sin prisas, perderse por sus callejuelas y jardines, comer en alguno de sus restaurantes de pescado y cumplir con el ritual de contemplar el atardecer mientras se toma un té con piñones.

Vista la capital y sus alrededores puede, y debe, iniciar el camino para recorrer la costa y el interior. Le esperan magníficas ruinas romanas, lagos de sal donde es posible observar un espejismo, cuevas trogloditas que sirvieron de escenario para “La guerra de las galaxias”, pueblos bereberes, amplias playas y las dunas saharianas. Ese otro inmenso mar, pero de arena.

Ellos, los tunecinos, esperan nuestra visita. La desean por tres motivos: para demostrarnos que son un pueblo acogedor, porque quieren que conozcamos lo que su país ofrece y para levantar su economía. Insallah.

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