Rebecca y Clare escuchan atentamente desde un rincón. Las dos superan los 50 años, como casi todos los presentes en la sala, aproximadamente medio centenar. Su fisonomía las delata: son británicas, de cerca de Birmingham y Bristol, respectivamente. Y expats (expatriadas). Trabajan como profesoras en colegios de Madrid y tienen muchas dudas. Tantas. Michael Harris, escritor de 61 años de Cardiff que vive en España desde 1982, es quien habla. Hace unos meses, "muy enfadado", comenzó a tejer una red de contactos vía mail para movilizar a sus compatriotas. Iba más allá de superar el golpe de brexit: quería hacer algo.
La cita tiene lugar en un bar del barrio de Lavapiés tres días antes de que Theresa May, primera ministra de Reino Unido, confirme que quiere una salida dura de la UE. Sin mercado común, sin Schengen; ya. Harris, augur, expresa su preocupación a 20minutos terminado el encuentro: "Pinta mal". Es el impulsor de Eurocitizens, un grupo de británicos residentes en España que quieren defender sus derechos en un escenario de ruptura e incertidumbre. Ese, no obstante, es el primero de tres objetivos. El segundo, insisten, es velar por los ciudadanos españoles que se encuentran en idéntica situación en Reino Unido; y el tercero, ser una voz "por la tolerancia" en Europa en una época de exhibición de fuerza fronteriza.
El coloquio es ágil. Han hablado ya, explican, con el Movimiento Europeo, diputados del Congreso, instituciones europeas, periodistas, etc. De momento, dice Harris, se trata de lograr visibilidad. Poco a poco llenan la agenda para los dos próximos meses (el día 18 se ven otra vez). Margaret Hauschild, sentada en primera fila, advierte: "Si queréis hacer algo, tenéis que hacerlo ya". Es abogada y conoce los recovecos jurídicos de la situación, así como los tiempos. Las negociaciones entre Reino Unido y la UE no han comenzado oficialmente, aunque May quiere activar el artículo 50 del Tratado de Lisboa en marzo, previo paso obligado —sentenció el Supremo— por el Parlamento. El proceso durará dos años como mínimo; la senda está borrosa.
Sanidad, pensión, divorcios
Al pasar del café al aperitivo, los expats relatan con naturalidad sus miedos: viajar, el trabajo, los hijos, la sanidad, la pensión. España acoge al mayor número de nacionales británicos de toda Europa (256.501 solo en el padrón —continuo—, la mayoría en la costa), y uno de cada tres es pensionista. Todos mascan las mismas dudas. Por eso Hauschild, que tiene un bufete que asesora a personas de habla inglesa, residentes en España o no, empezó también hace poco a dar sus propias charlas —"gratuitas"—, también en Madrid, para aclarar conceptos legales. Por el brexit, aunque también —pura demanda de allegados y clientes— por la inquietante llegada de Donald Trump a la Casa Blanca.
Pone algunos ejemplos. Un pensionista británico en España que deje de ser ciudadano de la UE necesitará "acreditar más medios económicos", apunta. En cuanto a la sanidad, detalla, "como europeo tengo cobertura sanitaria como la que tengo en mi país de origen...". "¿Y qué pasará con mis hijos si van a estudiar a Inglaterra?, me costará el doble", añade. Son las preguntas recurrentes de quien teme convertirse en extracomunitario de un día para otro, pero hay cosas "que se ignoran". "Como la libre circulación de sentencias, en Europa la hay. Un divorcio aprobado en España se puede ejecutar en Reino Unido y viceversa", afirma. Hay más: descuentos en herencias, desgravaciones, las regulaciones comerciales...
Un tratado bilateral arreglaría estas cuestiones; "eso dicen". La otra gran duda, continúa, "es la nacionalidad". Ni británicos ni estadounidenses pueden tener doble nacionalidad en España (restringida a un puñado de países), de ahí que algunos, le consta, se estén planteando adquirir la española y renunciar a la suya. En el peor escenario, "si no tienes hijos ni estás casado con un español necesitas diez años de residencia legal para solicitarla". Muchos de los expatriados británicos en España —la media de edad, dice el INE, es de 53 años— llevan mucho más que eso (y por ello no pudieron votar en el referéndum). "Están tardando entre un año y medio y dos en concederla". No es una decisión fácil.
Hauschild no se ha encontrado con muchos expats que vayan a regresar a su tierra. "Es gente con un gran amor por este país, sería su último recurso", asegura. Carmen (56) sí se lo está pensando. Es de Perú, tiene nacionalidad británica —vivió allí 20 años— y lleva cuatro meses en España en búsqueda de trabajo, sin éxito. Su hija vive aquí. Toma notas sin parar en una libreta, consciente de que su caso es una vuelta de tuerca a los del resto de asistentes, entre los que, por cierto, hay varios escoceses. "¿Dónde están los jóvenes?", se dice en una esquina del bar; "Mi hermana es secretaria en el Parlamento Europeo, no sabe qué va a ser de ella", se escucha en otra. "¿Habrá una transición?; ¿Nos tendrán en cuenta?".
Hace unos días, un grupo escogido de expatriados británicos en toda Europa expuso estos y otros quebraderos al comité del Parlamento británico que se ocupa de la salida de la UE; por España habló Sue Wilson, de Bremain in Spain. El periodista de The Guardian Giles Tremlett (impulsor de una petición en Change.org sobre doble nacionalidad) estuvo allí y explica por correo electrónico que, básicamente, pidieron a los comunes que sus derechos como europeos queden intactos. Tienen la intención de crear un "frente común" con los 3,2 millones de ciudadanos europeos que residen en Reino Unido y quieren, además, poner en marcha un grupo "paraguas" que coordine las acciones de afectados en territorio UE. Harris apunta que hablarán con compatriotas en países como Alemania y Francia y en las distintas comunidades autónomas españolas.
Susannah: "Este es mi hogar"
"Lo tengo claro, este es mi hogar". Susannah Lewis, una de las más activas durante el encuentro de expats, se sincera parapetada por un manto de lógica inquietud y un gorro gris, móvil en mano. Esta londinense de 54 años lleva 20 residiendo en España. Es production manager en una conocida revista. Está bastante animada con este movimiento incipiente de compatriotas, del que destaca su defensa expresa por la tolerancia —en la reunión se mencionan y repudian algunas agresiones a españoles en Reino Unido—, "por eso me gusta". Su marido, Robbie K. Jones (41), músico componente del grupo Track Dogs, explica a 20minutos después por teléfono que Susannah está en trámites para adquirir la nacionalidad.
Él, oriundo de Ohio (EE UU), no lo hará de momento. Casi recién llegado de su país tras las vacaciones navideñas, comenta el panorama con Trump. "He visto a todo el mundo un poco en shock", dice, y no se refiere solo a personas en la izquierda ideológica, sino también "a gente más de derechas, pero de personalidad más moderada, les veía algo callados.". En plan, "ha pasado". Sus recelos hacia el nuevo presidente y sus políticas tienen que ver con lo que "no se pueda deshacer", cuestiones sociales, medioambientales, maniobras internacionales, etc. Se considera "suertudo", porque aunque vino a España a buscarse la vida, ser estadounidense no es lo mismo, recuerda, que ser "de Ecuador o Marruecos".
Rememora entre bromas los años con George W. Bush en el poder, en los que "ser guiri era una cosa y ser yanqui otra", no era "cool" ser estadounidense; algo más serio, dice temer que esa sensación se vuelva a imponer en nuestro país. Otra cosa lo alarma: que se extienda entre los suyos allí "la complicidad, el pasotismo y la aceptación" con el comportamiento de Trump, al que no duda en tildar de "manipulador". "Por primera vez", admite, se le ha pasado por la cabeza solicitar la nacionalidad española, pero no lo hará. Si lo hiciera, apostilla en todo caso, no sería por querer alejarse de EE UU, sino por sentirse "abandonado" al estar a miles de kilómetros. Esto le hace pensar en su esposa, Susannah, y su situación.
A Robbie le preocupa el brexit. "No tengo mucho miedo de que nos pueda deshacer la vida, pero veo años de dolor de cabeza", asegura. Le turba "la xenofobia", le entristece la división generacional. Y sabe que, de una manera u otra, le afectará. "No está claro que a pesar de estar casado con una británica me pueda mover libremente, ahora me van a mirar bajo una lupa". En la actualidad, cuenta, aunque posee la residencia permanente en España y eso le da derecho a vivir y trabajar en las mismas condiciones que un español, cuando viaja a Reino Unido tiene que ponerse "en la cola de no europeos". Robbie adquirió la residencia por su cuenta, pero hay matrimonios de estadounidense y británica/o que viven en España en los que el primero tiene la denominada tarjeta de residencia de familiar de ciudadano de la UE. El rizo del rizo.
Es otro de los motivos por los que Hauschild ha incluido a EE UU en sus charlas y por lo que las peticiones de nacionalidad podrían aumentar. En España hay, según el padrón, 31.557 estadounidenses. Recuerda la abogada, además, que un ciudadano comunitario "se puede traer a sus familiares". Todo es confusión, "todo está en el aire". Guy Verhofstadt, negociador de la UE para el brexit, ha dicho que "miles" de británicos le están pidiendo, como sea, seguir siendo europeos. May y Rajoy, por su parte, han manifestado que quieren solucionar "lo antes posible" la situación de los expats. Y mientras tanto, el Financial Times asegura que Trump es, en realidad, un "desastre" para el brexit. La primera ministra no cede, el referéndum es "un punto sin retorno ya superado", advierte. No por todos, parece.
Mirentxu Mariño
20minutos
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