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La Mancha que vio Víctor de la Serna

La Mancha que vio Víctor de la Serna

Por José López Martínez

viernes 13 de mayo de 2016, 01:30h

13MAY-16.- La Mancha que vio y narró Victor de la Serna, creo yo, es la que más se identifica con la que universalizaron Cervantes y Azorín. Por supuesto que la tarea no debió resultarle sencilla, pues él era hombre de otras latitudes, incluso de otra mentalidad.

Sin embargo, a La Mancha acertó a viajar en las condiciones indispensables para comprenderla: talento y amor. En una de las primeras frases que escribe al respecto dice que es tan grande el prestigio que tiene La Mancha, que todas las regiones circunvecinas quieren ser llamadas manchegas. Y antes aún confiesa que entra en La Mancha "con todo el miedo y con todo el respeto que esta tierra militar, prioral, literaria y aristocrática imponen". Es decir, que llega consciente del panorama total que va a ofrecerse a su mirada, del conjunto de sensaciones geográficas, históricas, artísticas y humanas que va a contemplar.

Pero ¿cómo era realmente La Mancha que vio Víctor de la Serna a mediados del siglo veinte? No cabe duda de que supo describir las cualidades esenciales de esta región. Entró en ella por Ocaña y Puerto Lápice, concluyendo su andadura en Puertollano y Almodóvar del Campo. Se percibe que durante su recorrido sintió de cerca la aventura quijotesca, la fantasía cervantina, aunque no a la manera azoriniana. La suya es otra literatura, otro modo de ver y entender la realidad. Por eso a veces nos sorprende con hallazgos lingúisticos enriquecedores. Observa La Mancha con gracia y desenvoltura, como una población viva, no anclada en el pasado, sino partiendo de él.

Lo histórico, lo legendario, lo artístico, lo humano tienen para Victor de la Serna un valor esencial, pero no lo tiene menos su presente. Por ejemplo, cuando se refiere a Tomelloso escribe que esta ciudad "no está sostenida como el resto de La Mancha sobre una gran cisterna de agua", sino "sobre una gran cisterna de vino. El pueblo entero se asienta sobre sus bodegas. "Su vino es "un vino padre y la población es como la gran remonta del vino andaluz que se "racea" aquí y aquí tiene su partida de nacimiento". En definitiva, que procura dar a cada cosa su importancia esencial.

En lo que se refiere a la belleza del paisaje manchego tengo la impresión de que una de sus mayores admiraciones se centró en Campo de Criptana y las Lagunas de Ruidera. Desde el Cerro de la Paz, dice que se trata un espectàculo sobrecogedor. Puntualiza: "Con cierta ligereza le he llamado ayer a esta maravilla que está bajo nuestros ojos la Ucrania de La Mancha. "No, amigo lector, yo conozco Ucrania y solamente es más grande. No es más rica ni más bella. Ni sube de ella ese ambiente vital que sube hasta aquí en esta tarde ardorosa. Como puede apreciarse, las palabras del escritor santanderino están escritas con reflexión y conocimiento, con amor al Quijote y a la poesía.

Mientras recorre las Lagunas de Ruidera se le escapa esta rotunda afirmación: "Estamos en uno de los lugares más bellos, silenciosos y extraños de España". Le emociona el recuerdo de don Francisco de Quevedo en Villanueva de los Infantes, la religiosidad del beato Juan de Avila y de Juan Bautista de la Concepción en Almodóvar el Campo, la entrañable heráldica universitaria de Almagro, y ese maravilloso monumento mnchego que es el palacio de don Alvarode Bazán, en el Viso del Marqués. En cuanto a su mayor sorpresa, creo que se le produjeron los bateleros del Guadiana. Se asombraba Victor de la Serna, y no era para menos, que estos hombres estaban obbligados a pagar ¡matrícula de barco en La Mancha!, afirmando que todo es posible en esta tierra de Don Quijote

Tuvo también algunos fallos Victor de la Serna en determinados aspectos de su visión literaria de La Mancha. Entiendo que exagera cuando se refiere al sentido exclusivista de Campo de Criptana respecto a Don Quijote. En Campo de Criptana existe la creencia de que en su Cerro de la Paz situó Cervantes la aventura de los molinos, pero a ningún hijo de este bellísimo pueblo le he oído decir que aquella fuese la patria chica de Alonso Quijano. Pero errar en algunas cosas y acertar en lo principal constituye siempre un gran acierto. Y Victor de la Serna lo consiguió. Recorrió La Mancha con humildad y devoción y ofreció a sus lectores un panorama literario de altísimo voltaje. Vio La Mancha del pasado y de aquel tiempo. Distinguió la historia de la leyenda y regresó profundamente enamorado de todo lo que Cervantes nos contó de aquellas tierras.

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