Chileno corneado en “los Sanfermines” tuvo ánimo para gritar “Viva Chile” al creer que no saldría vivo del percance

Alonso Ceardi, chileno afincado en Oviedo, fue corneado en el encierro de los Jandilla y
sufre dos cornadas, una de ellas de 27 centímetros en el tórax, y pese a ello seguirá corriendo
Cuando su padre acudió al hospital Virgen del Camino para verle lo primero que le dijo fue que le había visto en la televisión: «Saliste en la tele, saliste en la tele». En realidad, Alonso Emiliano Ceardi Guilche cuando corre por la Estafeta no busca la fama, pero ayer, una vez consciente de que podía contarlo, disfrutó con la popularidad que le dieron las dos cornadas de un Jandilla retrasado de la manada. Una de ellas, la primera, le alcanzó el muslo derecho, unos dos centímetros, comenta, y la segunda, la más grave, penetró el tórax hasta 27 centímetros: «El médico me dijo que había sido un milagro que no me alcanzara el corazón o un pulmón porque el cuerno pasó cerca».

Afortunadamente, este chileno de 23 afincado en Oviedo desde hace unos meses donde trabaja como encargado del llagar El Güelu, de Pruvia, y que vivió en el barrio de El Natahoyo en Gijón durante seis años, se encuentra «dolorido, muy dolorido, pero a salvo». Su estado, según el parte médico, es grave y evoluciona de forma favorable, aunque deberá permanecer hospitalizado al menos una semana.

Alonso Ceardi recuerda perfectamente el momento de la cogida porque en ningún momento perdió la consciencia y la relata con una serenidad que sorprende: «Faltaba poco para terminar, pensé que yo iba detrás de los toros, pero uno se había quedado rezagado y cuando lo vi ya no me dio tiempo a hacer nada. Corrí hacia el vallado y me protegí el cuello porque recordé que esos mismos toros habían matado a un corredor el año pasado. También sé que te tienes que hacer el muerto para que el toro pare, pero como la gente sigue corriendo y te empujan de repente sentí un golpe y que me faltaba la respiración». Fue la primera empitonada, una brutal cornada que le penetró hasta 27 centímetros por el lado derecho del tórax. Después, notó escozor: «Sólo notas que te quema, me quemaba el culo». Era en realidad una segunda cogida, un empitonazo en el muslo. «No podía respirar; si llego a estar en Estafeta no tengo escapatoria, pero del vallado siempre hay alguien que te saca. Me cogieron por el brazo y me sacaron. Vi la sangre así que me taponé la herida y luego ya me la taponó una chica, creo que era una enfermera».

En ese momento, recuerda Alonso, «sentí que me moría y al entrar en la ambulancia vi una cámara y grité '¡Viva Chile!'». Después ingresó en el hospital, fue intervenido quirúrgicamente y trasladado a una planta donde no ha parado de recibir llamadas. Una de ellas, la que más le sorprendió, la de su novia diciéndole que le dejaba por haber corrido los toros. «Me había amenazado, casi hacemos un año, pero le pareció fatal que corriera y me ha dejado», lamenta. Alonso sabe, sin embargo, que seguirá corriendo porque es «una fiesta que me encanta; una locura de la que no puedo prescindir».

Al igual que de ese gorro de Papá Noel con el que siempre sale delante de los toros, «para identificarme», y su camiseta con los colores de la bandera de Chile. Así lleva ya nueve encierros, tres, en 2008; cuatro, el año pasado, y dos, este año, el último con susto. Un susto que ha merecido la pena y responde a un sueño de niño cuando en Chile veía el encierro en la tele: «Cuando yo sea rico correré en Pamplona y aquí estoy».