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CUENTO

”El día anterior” (capitulos I y II)

Por MAFER - Desde Santiago de Chile

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
Pareciera increíble como cada persona, día a día desarrolla sus actividades, pone a prueba sus habilidades y también se frustra por los imponderables de la vida misma.
“El día anterior” relata los pormenores de un día cualquiera en el quehacer de seis personajes; con sus vivencias, aspiraciones y proyectos, los cuales a la mañana siguiente, quedarán truncos por esos habitualmente impredecibles caprichos del destino.

Capítulo I

Seis actores en el escenario de la vida.


Andrés era un arquitecto, que en el último tiempo acostumbraba a amanecer de mal humor; su ascenso a jefe de la división de proyectos urbanos en la empresa de asesorías en remodelaciones en que trabajaba le había alterado un poco su apacible diario vivir. Su esposa Liza y los dos hijos mayores del matrimonio, ya se estaban habituando a “los problemas del papá”. Mientras en su cuna, el recién nacido de casi un mes de vida, pasaba los días enteros en placenteros sueños.

Esteban era un atleta muy galardonado en las competencias ínter escolares de la ciudad, pero por estar ya en su último año de colegio, su tiempo libre era cada vez más reducido, aún así, seguía entrenando casi diariamente; aunque con mucho más sacrificio, pues su probable ingreso a la universidad no le permitía grandes distracciones. Hijo único, de madre viuda, era un verdadero ejemplo para sus compañeros y amigos.

Inés era enfermera de un hospital traumatológico. Actualmente coordinadora del servicio de enfermería del cuarto piso; además estaba reemplazando en sus funciones a su colega Paulina, quien se había acogido al beneficio de su permiso prenatal. Inés ejercía su profesión ya por 19 años, era una mujer dura y fuerte, acostumbrada a trasladar aparatajes y pacientes enyesados de un lugar a otro. Muy religiosa y solidaria.

Guillermo era Sub-oficial de la Fuerza Aérea y uno los tres mecánicos que se desempeñaban en la sección de mantenimiento de helicópteros. Estaba en su regimiento cumpliendo también con un curso de perfeccionamiento para el pilotaje de éstos. Desde muy niño su pasión la habían constituido los aviones. Con gran esfuerzo sus padres lo educaron, para permitirle cumplir con sus aspiraciones de volar. Llegaba todas las tardes muy cansado desde su unidad, a jugar con su pequeño hijo Carlitos.

Francisca era secretaria de un alto miembro de un partido político de gobierno, bastante informal y testaruda, además muy amiga de sus amigos. Generalmente, lo más probable era que si no estaba en su oficina, o haciendo trámites para su jefe, se le encontrara errando por multitiendas, cines, o en fiestas de mitad de semana. La menor de cuatro hermanas, todas profesionales universitarias, pero a ella sólo le interesaba vivir la vida.

Darío era recolector de cartones, pasaba el día entero seleccionando cajas y papeles para trasladarlos en su carretón. Había hecho de la recolección de cartones su fuente de ingresos. Esto le permitía vivir en paz. Era solo, un padre soltero por así decirlo, que nunca se olvidaba de su hijito Alejandro, de cortos ocho años, nacido de pasiones veraniegas, al que visitaba casi todas las noches llevándole algunas veces ropas, o alimentos, o dinero y también muchas veces sólo sonrisas, las que el pequeño y su madre agradecían con cariño.

Seis vidas, seis historias; que sin tener ninguna relación aparente, el destino terminaría por entrelazar férreamente.

Capítulo ll
Vivencias del día anterior.

El día anterior a aquel predestinado encuentro (que involucraría a estos seis representativos integrantes de la sociedad); Andrés algo irritable, había estado trabajando en forma intensa durante toda la mañana en un proyecto de remodelación urbana, con el que había soñado por meses. El ser arquitecto, era para él, producto de una vida de esfuerzos. Primero el de sus padres, por proporcionarle la posibilidad de acceder a esa importante carrera universitaria y de su parte por las muchas noches de desvelos y sacrificios para sacar adelante su profesión. Hoy de pronto, él se encontraba como un gran arquitecto, protagonista activo del desarrollo de su país, un padre de familia que luchaba día a día para dar a sus hijos lo que él muchas veces no tuvo. Pretéritos pensamientos habían venido a su mente mientras esperaba en el casino a sus tres colegas con quienes acostumbraba a almorzar diariamente. Por la tarde presidió una reunión de trabajo. Ya en la noche, en su hogar, en algo mejoró su genio, al saber que su hijo mayor había obtenido el premio al “fair play” en las jornadas deportivas que se desarrollaron durante la semana en el club en que estaba inscrito desde hacía dos años. Liza había preparado para cenar algo distinto; tal vez la cena era similar a la de otras noches, pero el entorno la hacía diferente. Había invitado a los cuatro abuelos y a un matrimonio vecino, todos muy orgullosos por el premio recibido por Andresito.

Esa noche, aquel creativo y eficiente arquitecto, se durmió pensando en todo lo que le había tocado vivir ese día y experimentó una extraña sensación

Para Esteban en cambio, había sido un día más relajado; por ser Jueves y aproximarse un tranquilo fin de semana, tendría tiempo de entrenar, aprovechando que ese Viernes no habría clases. Recientemente había terminado en su colegio con un período de pruebas que lo había dejado realmente extenuado. Al mediodía concurrió a retirar unos folletos para inscribirse en algunas competencias ínter escolares que se llevarían a efecto el mes siguiente y en las cuales él era uno de los favoritos, sobre todo en su especialidad preferida: los 800 metros planos. Era el mejor atleta de su colegio y siempre lo estaba representando en todos los eventos deportivos. Recorrió de regreso a su casa las iluminadas vitrinas de las multitiendas, en especial las de artículos deportivos, soñando con aquellas indumentarias que parecían tan exclusivas y que algún día con la ayuda de Dios y con su esfuerzo, le podrían pertenecer. Luego en casa, almorzó con su madre y vieron las noticias por televisión. Posteriormente mientras ella se entretenía con su teleserie preferida, él se recostó sobre su cama a escuchar música y se durmió por un par de horas. Durante la tarde se dedicó a ordenar y limpiar todos sus implementos deportivos. Al día siguiente, se iría muy temprano a la casa de unos tíos que vivían en las afueras de la ciudad y desde ahí podría salir a trotar por la carretera.

Esa noche, aquel optimista e ilusionado deportista, se durmió pensando en todo .lo que le había tocado vivir ese día y experimentó una extraña sensación

Inés había tenido un turno infernal en el hospital. Fue un día de esos, en que pareciera concentrarse todo el trabajo de la semana en una sola jornada. Muchos accidentes de tránsito, accidentes laborales y como si fuera poco tres obreros habían caído desde un andamio en una construcción cercana al hospital. Pero en fin, así era su vida y esa era su vocación. En los últimos días y especialmente en éste, su trabajo se estaba viendo recargado ya que aparte del horario normal, le estaba haciendo algunos turnos a su colega Paulina. Además de tener que coordinar las actividades de las enfermeras de su piso, también le habían asignado como trabajo adicional, supervisar todo lo que tenía que ver con el movimiento de las ambulancias, fiscalizando las solicitudes de ellas y su uso racional, ya que dos vehículos se encontraban en el taller mecánico. Adentrado ya el atardecer, cansada pero conforme, se encaminaba hacia su hogar en donde su esposo, su hija Viviana (la menor de tres hermanas) y su gatita Kika, tendrían la alegría de verla regresar. Pronto, en una o dos semanas vendría la madre de Inés a pasar un período con ellos, por tanto sentiría en parte un alivio en sus quehaceres, sobre todo en esos días en que tenía turnos de 24 horas.

Esa noche aquella cansada y abnegada enfermera, se durmió pensando en todo lo que le había tocado vivir ese día y experimentó una extraña sensación

Para Guillermo la jornada había sido también de bastantes dificultades. Uno de sus compañeros de trabajo se encontraba con licencia médica y su otro colaborador al día siguiente se casaba, por lo cual tendría algunos días libres. Debería trabajar denodadamente ya que una de las aeronaves presentaba numerosos detalles de mantención y debía estar a disposición de unos oficiales dos días después. Fue por eso que durante la mañana trabajaron en forma intensa con “el novio” (como llamaban a su compañero); sólo después de las tres de la tarde lograron dejar un tiempo para almorzar. Luego las actividades prosiguieron más agotadoras aún. Finalizadas sus labores se presentó ante su comandante solicitándole personalmente algunos repuestos y herramientas que requeriría al otro día. El alto oficial, lo felicitó por su tesón. Al atardecer ya en casa, ni siquiera las risas de Carlitos parecían reconfortarlo; pero él, poseedor de una voluntad férrea, sabía que en su vida la responsabilidad por el trabajo estaba ante todo.

Esa noche, aquel leal y disciplinado aviador, se durmió pensando en todo lo que le había tocado vivir ese día y experimentó una extraña sensación

Francisca aquella mañana sentía como ya se acercaba el fin de mes y había dejado muchas cosas por hacer. Desordenada y algo improvisadora, acostumbraba a cumplir con su trabajo, con sus trámites y con sus deudas, generalmente casi al tope de los plazos y aunque fuera a última hora, siempre lo lograba. Tenía pendiente una invitación a la playa, a la casa de la familia de una ex compañera de colegio y pensó que ese fin de semana sería el apropiado; aunque era final de mes y sin cobrar aún el cheque de su sueldo, decidió salir al día siguiente a como diera lugar. Claro que realmente le tomó el día entero dejar en orden y completar todas esas cosas que no había alcanzado a realizar. Fue así como se retiró de su trabajo una hora antes; total en ausencia de su jefe, ya lo había hecho antes. Durante el resto de la tarde que quedaba recorrió cuadras y cuadras por el centro de la ciudad, le ensimismaban las vitrinas y pasar a cualquier heladería. Luego aprovechó de pagar unas tarjetas de créditos, se compró unos tentadores jeans celestes y finalmente terminó pasando a retocarse a la peluquería.

Esa noche, aquella alegre y vital secretaria, se durmió pensando en todo lo que le había tocado vivir ese día y experimentó una extraña sensación

En la vida de Darío, aquel día no había sido sólo uno más, sino que fue algo especial. Muy temprano casi al amanecer había salido con su carretón, después del habitual tazón de leche y su marraqueta recién tostada. Generalmente recorría el extremo norte de la ciudad y muchas veces llegaba hasta las afueras de ella, hasta los basurales allí existentes, en busca de cartones en buen estado. Ese día en la mañana su trabajo estuvo más o menos lento; pero aún mantenía latente la alegría vivida muy de madrugada, cuando entre unas cajas desechadas por alguna tienda del sector céntrico, había encontrado un hermoso reloj de hombre; el que quiso guardar como regalo para el día no tan lejano en que su pequeño Alejandro hiciera la Primera Comunión. Posteriormente Darío dedicó gran parte de la tarde a un asunto pendiente que lo tenía muy ansioso y contento a la vez, ya que después de haber reunido algún dinero, debía acudir donde su antiguo contratista (conocido de los tiempos en que trabajaba en la construcción), quien le estaba haciendo los contactos para que pudiera cambiar su carretón, por un viejo pero aún útil “triciclo de repartos”. Así fue como se juntó con su ex jefe y ambos fueron a ver el triciclo que todavía estaba en venta y sin mayores contratiempos pudieron llevarlo hasta el hogar de Darío.

Esa noche, aquel humilde y extenuado recolector de cartones, se durmió pensando en todo lo que le había tocado vivir ese día y experimentó una extraña sensación

(continuará…)
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