El capitalismo fuente de sufrimientos

Se habían instalado y llenos de ilusión por ver crecer a su pequeña familia habían aprendido el español, llevaban a los niños a un colegio, parecían, eran muy felices, les compraba el pan y otros artículos de primera necesidad, hablaba con ellos, sí, me caían muy bien pero mira por donde hace cosa de dos meses han instalado a la vuelta de la esquina una tienda ”Carrefour” con ese sofisticamiento y “glamour” que tienen las grandes superficies donde tienen de todo, yo mismo he comprado artículos, comestibles y algún capricho como bombones, salmón ahumado o carne de primera, lomo de añojo, para ser más exactos, nos sentíamos cómodos pero lentamente con esa pereza o ese atontamiento que nos produce el confort y este perfume embriagador que nos inocula este sistema empecé a intuir algo preocupante, había dejado de ir a la carnicería de siempre y creo que también a la pescadería, no sé, también a la panadería, el caso es que esta mañana me he acordado de los chinos y con una corazonada como quien se aproxima a una catástrofe he entrado en la tienda y les he pedido el pan que  le gusta a mi mujer, me han contestado que ya no lo tenían, que me daban otro, entonces he preguntado a la joven madre el por qué, como no contestaba he vuelto a preguntar con preocupación  y con el instinto de una persona que se aproxima a una bomba alojada en un coche, si habían bajado sus ventas como consecuencia de la instalación del “Carrefour” y me ha contestado cerrando los párpados “nos vamos, nos tenemos que ir ya no vendemos nada, tenemos que pagar muchos impuestos y ya con eso no podemos”, utilizando mi torpe inteligencia, le dije “pero busquen otro sitio, un local alejado de cualquier supermercado” a lo que ella me contestó “es muy difícil, no existen”. Se me partió el corazón la cogí de las manos y le dije “¿se van a volver a China?, la pobre mujer no musitó ni una palabra, el marido miraba hacia otro lado, sin saber qué decir o quizá sabiéndolo señalé con un dedo hacia lo alto, hacia el techo y le dije “Él lo puede todo” aunque como son budistas no sé si lo comprendieron, le pedí a ella esa barra de pan y mientras me la envolvía añadió “nos vamos a finales de mayo, tenemos que pagar todavía muchas cosas”, vendré a su tienda hasta ese día, pero noté como una ola de furor subía hasta mi cabeza.

Y ahora amigos lectores les voy a decir algo que estarán sospechando. Pues sí, durante la década anterior a la caída del muro de Berlín, me recorrí, me pateé palmo a palmo todos los países del Este europeo y no vi estas escenas, el Kremlin o para ser más exactos el agregado cultural de su embajada en Madrid me invitó a hacer un extenso viaje por diversos lugares e incluso que me trasladara hasta Moscú para escribir, por supuesto que le dije que no aunque su gobierno estaba dispuesto a ello, la independencia para mí ha sido vital siempre con las grandes ventajas y los grandes inconvenientes que esto conlleva, pero lo que sí les puedo reiterar que no vi la escena que he presenciado en la pequeña tienda de los chinos, es como si una venda más se me quitara de los ojos y penetré estupefacto en la hondura de la maldad y la injusticia de este sistema corrupto hasta la médula que es el capitalismo salvaje de esta sociedad corrupta y llena de corruptos que no tiene entrañas, de un sistema perverso que está conduciendo a la clase media a su desaparición y en el cual, en ese territorio yermo  quedará, si es que quedan, las grandes fortunas y los hambrientos. Detrás de esto ya va todo, lo imaginable y lo inimaginable, lo que ha pasado y lo que está por venir.

El sufrimiento humano que se está extendiendo como una peste virulenta, la injusticia entre ricos y pobres, la crueldad hacia los parados, los desahuciados, los débiles, los más vulnerables, los no cualificados que no son considerados como seres humanos sino como materia desechable por el sistema, desechable hacia las cloacas del exilio y la miseria en este final apocalíptico donde todos parecemos estar contaminados por la inmundicia moral en un réquiem donde no se salvan ni las instituciones, en medio de ello este pobre matrimonio con los niños, esta familia aplastada por el enorme “Carrefour”, monstruo simbólico de un capitalismo injusto, pudiera ser la representación más palpable de hacia dónde nos precipitamos. Sí, solo Dios en su inmensa misericordia puede redimir a una civilización empecaminada hasta la médula.

(*) German Ubillos Orsolich

Nació en Madrid y es Premio Nacional de Teatro. Premio Guipúzcoa de Teatro, Premio Provincia de Valladolid de Teatro, Premio Julio Camba de Periodismo, Premio “Correo Español – Pueblo Vasco” de Periodismo, Premio Ciudad de Zamora de Periodismo, Finalista Premio Nadal de Novela, Guionista de Televisión Española Espacios Dramáticos.

Es autor de varias novelas entre ellas: “Largo Retorno” (Con filme de Pedro Lazaga y música de Antón García Abril) “Proyecto Amenazante”, “Cambio Climático”. “Cambio Climático – Los Supervivientes”, “Cambio Climático – El Retorno” (Trilogía),(Ed. Entrelíneas Editores), El viajero de sí mismo”, “Malín”, “La Peste Negra – Vida más allá de las estrellas”, “La calle de los Amores” (biografía), “El hielo de la Luna”, “Los desiertos de Marte”, “La calle de los amores “(Memorias).- Ed. Belgeuse, “ Más allá del Purgatorio (Novela), Ed Belgeuse , “La Infancia Mágica “ (Biografía).- Ed. Belgeuse Es autor teatral y algunas de sus obras son: “La Tienda” (Ed. Escélicer)- Premio Nacional de Teatro, “El llanto de Ulises” (Ed. Escélicer)- Premio Guipúzcoa, “El Cometa Azul”, “Gente de Quirófano” (Ed. La Avispa) Premio Provincia de Valladolid, “Los globos de Abril” (Ed. Escélicer)