El uso de la bicicleta está cada vez más extendido en España –Casi tres millones de personas se movilizan en ella a diario- y se va perfilando como una alternativa de ahorro energético, una eficaz ayuda en la mejora del medioambiente y, -una ventaja nada despreciable-, en un factor de considerable importancia para la salud de quienes usan la bicicleta en sus desplazamientos.
Estas características son las que algunas administraciones y empresas, aunque algo tímidamente todavía, comienzan a tener en cuenta. Si la motorización de los 60’s en España fue un símbolo del progreso económico, hoy en día el uso de la bicicleta ayudará a salir de la crisis. Usar la “bici”no es solo una cuestión de comodidad, de hacer deporte y perder menos tiempo. También es un asunto económico, una manera de contener el gasto, privado y público, que hay que tener en cuenta y mucho más, en los tiempos que corren.
Todavía no existe en España un estudio específico sobre el impacto económico del uso de la bicicleta, otros países sí lo han hecho. En el Reino Unido, la London School of Economics, estimó que en 2010, la aportación de la “bici” a la economía fue de 3.557 millones de euros. Su aproximación es transversal, y trata de sumar tanto lo que aporta la industria de la bicicleta, como el alivio que supone para el transporte público y la congestión viaria, el ahorro en el sistema sanitario, la contribución al medio ambiente o, de manera más concreta, lo que dejan de gastar las empresas en absentismo laboral. Puede parecer anecdótico, pero ayuda a comprender el impacto directo de la bici: los trabajadores que pedalean están más sanos y enferman menos. Consecuencia: menos bajas. Solo en Reino Unido representa un ahorro de 156 millones al año.
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