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Generación Y

Fuenteovejuna

Fuenteovejuna

Por Yoani Sánchez – desde La Habana – Cuba

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
Fuenteovejuna

Una obra clásica del teatro español, escrita por Lope de Vega en 1610, narra cómo todo un pueblo le da muerte a un comendador tiránico y despótico.

Fuenteovejuna

En la localidad de Fuenteovejuna, la gente se une para terminar con el abuso de poder que ejerce un hombre. Los vecinos acuerdan linchar al señor feudal que ya desde las primeras escenas reclamaba su derecho de pernada sobre las jóvenes del lugar. Después del ajusticiamiento, un juez comienza a indagar sobre el posible autor del delito, pero tropieza con una responsabilidad colectiva, con la convicción grupal de que sólo se ha hecho justicia. A la pregunta: ¿Quién mató al Comendador?, un coro le responde: “Fuenteovejuna, Señor”. Cuando el magistrado les cuestiona:  ¿Y quién es Fuenteovejuna? entonces queda en el aire una afirmación irrebatible: “Todos a una, Señor”.

Afortunadamente, tanto los grupos de la sociedad civil como los activistas, los opositores y los inconformes que habitan la Cuba actual, son personas pacíficas. No están apostando por “matar al Comendador” ni por ningún otra solución sangrienta y traumática. Pero han aprendido la lección que tan magistralmente Lope de Vega dramatizara hace más de 400 años. La unión, la confluencia y el acercamiento los hacen más fuerte ante la verticalidad de un gobierno totalitario. La importancia de crear coaliciones es tal que destruir los puentes y enemistar a los posibles aliados es –hoy por hoy- la tarea principal de la policía política en esta Isla.  Intrigar, enfrentar y poner a rivalizar vienen a ser las estrategias más manidas que emplea la Seguridad del Estado en aras de mantener separadas las hilachas del entramado cívico. Lamentablemente, han logrado un efecto prolongado con tan innoble labor.

Sin embargo, los días del desencuentro se están terminando. Quizás son sólo ilusiones mías, pero percibo que hemos ganado conciencia de que juntos somos muy difíciles de silenciar. La más reciente señal de que hemos logrado superar todos esos dimes y diretes es el documento “Demanda ciudadana por otra Cuba”. Ver en el listado de firmantes tanta pluralidad, tanta diversidad, me da esperanzas. Me hace creer que todas intrigas que se cuecen en las oficinas de inteligencia ya apenas logran hacer mella en nuestras conciencias. ¿Qué es un comendador si sus súbditos deciden no seguir obedeciéndolo ciegamente? ¿A quién van a achacarle el “crimen” de la opinión si cada día más ciudadanos nos atrevemos a decir lo que pensamos? Finalmente, Fuenteovejuna sin Señor.

Demanda ciudadana por otra Cuba

Como cubanos, hijos legítimos de esta tierra y parte esencial de nuestra nación, sentimos un profundo pesar por la prolongada crisis que vivimos y la demostrada incapacidad del gobierno actual para realizar cambios de fondo. Esto nos obliga desde la sociedad civil, a buscar y demandar nuestras propias soluciones.

Los ingresos miserables, la escasez de alimentos y vivienda, la masiva emigración por falta de oportunidades, la discriminación del pensamiento diferente, la ausencia de espacios de debate público, los arrestos arbitrarios, la falta de garantías ciudadanas, la corrupción y la inamovilidad de la elite gobernante son algunos síntomas de la difícil realidad que enfrentamos.

Queremos debatir públicamente sobre la doble moneda, las restricciones migratorias, los derechos del trabajador a un salario digno, el derecho de cualquier cubano, viva donde viva, a fomentar iniciativas económicas en su propio país, la crisis demográfica, el libre acceso a Internet y a las nuevas tecnologías. Queremos debatir sobre el ejercicio de la democracia.

Sobre la base de que la Constitución de la República de Cuba establece

En su Artículo 3: En la República de Cuba la soberanía reside en el pueblo del cual dimana todo el poder del Estado.

Y en su Artículo 63: Todo ciudadano tiene derecho a dirigir quejas y peticiones a las autoridades y a recibir la atención o respuestas pertinentes y en plazo adecuado, conforme a la ley.

DEMANDAMOS AL GOBIERNO CUBANO:

Que ponga en práctica de inmediato las imprescindibles garantías legales y políticas concebidas en la Declaración Universal de Derechos Humanos y que ratifique el Pacto de los Derechos Políticos y Civiles y el Pacto de los Derechos Económicos Sociales y Culturales de las Naciones Unidas, firmados por el Gobierno cubano el 28 de febrero del año 2008 en la ciudad de Nueva York. Esto garantizaría el pleno respeto a los ciudadanos sin importar cuáles sean sus ideas o su accionar político-social y que sean restaurados sus derechos a todos los que por sus opiniones, discrepen del gobierno. Consideramos estos derechos esenciales en la formación de una Cuba moderna, libre y plural, que nos acoja a todos por igual e inserte nuestra soberanía en un mundo dinámico y cada vez más global.

Nos sentimos comprometidos con una transformación democrática, donde todos puedan aportar sus visiones y contribuir a su materialización. Invitamos a todos los cubanos dentro y fuera de la Isla identificados con estas demandas, a sumarse a este reclamo justo y necesario. Nuestra esperanza de ser escuchados por el gobierno está casi agotada, aun así decidimos hacer llegar a las autoridades esta demanda, como un recurso impostergable para lograr un entendimiento eficaz. Estamos decididos a no aceptar el silencio institucional considerando como respuesta a esta demanda la ratificación de los pactos mencionados.

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¿Buen talante?

Tuvimos momentos en que se puso de moda tirar la puerta, taparse los oídos, colgarle el teléfono al otro. Períodos enteros de nuestra historia nacional en que dialogar era sinónimo de claudicar e intercambiar ideas se tenía como un acto cercano a reconocerse derrotado. Afortunadamente, cada día en el discurso de los diferentes grupos de la sociedad civil, en ensayos académicos, en los editoriales de numerosas revistas y hasta en las declaraciones del gobierno, se habla más y más de la necesidad del debate. Estamos rodeados de frases como “aceptar las diferencias”, “intercambiar opiniones”, “participar todos en el futuro nacional” y de afirmaciones al estilo de “sólo del diálogo nacerán las soluciones”. Se podría decir que vivimos tiempos en que mostrar un buen talante para discutir se ha vuelto “políticamente correcto” en Cuba. Pero no bastan sólo las palabras, las intenciones de polemizar tienen que materializarse y no quedarse en expresiones que se lleva el viento.

En paralelo a la tendencia de confrontar los variados ángulos desde los que se ven nuestros acuciantes problemas, hay también una corriente que alimenta el rechazo al otro. Así algunos académicos se inventan que ciertos ciudadanos no tienen suficiente nivel educativo para intercambiar con ellos; los funcionarios partidistas aluden a la eterna amenaza extranjera para descalificar a los incómodos; ante los criterios discordantes, numerosas voces afirman que no se está siendo “propositivo” ni “se está pensando en la nación”; los invitados a un evento alternativo insinúan que participar en éste sería una trampa para comprometerlos políticamente. Entre los simpatizantes de la ideología oficial muchos le adjudican a los críticos malsanas intenciones “de derecha” y quienes tienen el micrófono en la televisión nacional no se lo brindan a otros bajo el argumento de que estos “quieren que bombardeen La Habana”. En fin, la historia de nunca acabar. El griterío entre sordos.

Es que no se dan cuenta que siempre podrán inventarse los motivos para cortar los puentes, cerrar de golpe las puertas y ponerle un tapaboca al que se exprese en desacuerdo. Siempre encontrarán razones para no incluir ciertos nombres en la lista de los que merecen entrar a un lugar o tener un espacio en determinada publicación. Siempre se podrá fabricar un resquicio moral o ético para descartar a alguien como legítimo oponente. Porque cuando no se desea dialogar es posible declarar lo contrario, pero tarde o temprano, la vida dejará al desnudo el verdadero temor a sentarse a conversar. Estamos en una etapa de la vida nacional en la que aparentemente ya no se estila taparse los oídos, más bien abunda decir que se escucha cuando en realidad se blinda el tímpano, se protege el cerebro contra esos perniciosos criterios diferentes…

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