El teniente coronel Noreña, nuevo caso de censura histórica

Pues bien, muchos años después de celebrarse aquella entrevista, cuando se ha llegado en nuestro país a que sea más necesario que nunca, mantener vivo el recuerdo de personas ejemplares, sobre todo en los aspectos éticos y morales, el revanchismo de algunos se ha vuelto a imponer a la indiferencia de la mayoría, en esta España de hoy donde todos debíamos tener cabida tras 40 años de democracia.

Ejemplo de lo que antecede es lo ocurrido en la ciudad de Córdoba, un caso más, de los muchos que presenciamos a lo largo y ancho de nuestro país, de cómo se aparta a quienes no consideramos de los nuestros, con el evidente propósito de sepultar aquella parte de la historia común que no casa con los propios planteamientos ideológicos, como si la nuestra fuera la única, verdadera y exclusiva ideología.

En este nuevo caso de censura histórica, se ha procedido a la elección de un nombre distinto para el Centro de Salud y Administrativo edificado donde estuvo la Residencia Sanitaria Teniente Coronel Noreña, borrando así todo vestigio del anterior.

Al elegir el nuevo nombre no se ha considerado que en aquella Residencia Sanitaria, conocida por todos los cordobeses como “la Noreña”, referente de la asistencia hospitalaria en esta ciudad durante 35 años, nacieron 55.000 cordobeses, recuperaron la salud muchísimos miles más, y también nos dejaron para siempre los seres más queridos, formando todo ello parte de la más íntima historia de la ciudad.

Es penoso observar cómo ochenta años después del fallecimiento del Teniente Coronel D. Carlos Noreña Echevarría en defensa de unos principios, se compartan estos o no, pueda prevalecer una vez más el rencor iconoclasta de una clase dirigente obligada a preservar el recuerdo de quienes dieron ejemplo de honestidad y coherencia.

En contraste con esta clase política, que con tanta frecuencia olvida sus obligaciones de ejemplaridad, la vida del Teniente Coronel Noreña constituye un extraordinario ejemplo de honor, dignidad y coherencia con unos valores y principios que supo mantener aún a costa de su propia existencia.

En efecto: el Teniente Coronel Noreña, del Cuerpo de Estado Mayor, nacido en La Habana el 16 de septiembre de 1889, -su padre, perteneciente al Cuerpo Jurídico Militar, estaba destinado en Cuba-, fue un militar de enorme prestigio, más allá incluso de nuestras propias fronteras, poseedor de dos Cruces de 1ª Clase al Mérito Militar con distintivo rojo, del Diploma de la Escuela de Guerra de París y condecorado además con la Cruz de Caballero de la Legión de Honor francesa, entre otras distinciones.

Vivía en Madrid en situación de disponible, cuando el 18 de julio de 1936 comienza la Guerra Civil en España, cinco días después de ser asesinado el representante de la Oposición conservadora D. José Calvo Sotelo, a manos de miembros socialistas del Frente Popular, coalición de izquierdas que gobernaba el país desde unos meses antes.

El Teniente Coronel Noreña no quiso participar en una guerra fraticida entre dos bandos irreconciliables de españoles, y menos en el del Frente Popular que había traído el caos a España, con 273 asesinatos políticos de distinto signo en los cinco meses que llevaba gobernando, se quemaban iglesias, se asaltaban conventos, huelgas permanentes, sabotajes, motines, separatismos…

Fue requerido para que se incorporara al Ejército Rojo, pero mantuvo su negativa, por lo que fue recluido en la Cárcel Modelo de Madrid y condenado a muerte.

Debido a la gran consideración que tenía como persona y como militar, intervino el propio presidente de la República D. Manuel Azaña, quien le ofreció el ascenso y la libertad si cambiaba de actitud, lo que rechazó con toda corrección y sin jactancia alguna.

Al estar condecorado con la Cruz de Caballero de la Legión de Honor de Francia, intervino igualmente el presidente de este país, León Blum, sin que de nada sirvieran cuantas gestiones se llevaron a cabo para salvarle la vida, pues ello hubiera significado tener que cambiar sus valores y convicciones.

Ya en capilla, fue visitado por su mujer y una hermana de él, quien en un último intento por salvarle la vida, apeló a su esposa y a sus hijos para intentar convencerle, lo que incluso le llegó a contrariar sensiblemente, porque “Como iba a poder mirar a sus hijos, un padre que por salvar la vida hubiera renunciado a sus principios…”

El 14 de octubre de 1936 fue fusilado.

Se conservan las cartas que escribió a su madre, esposa e hijos, horas antes de morir. La dirigida a su mujer, dice lo siguiente:

Queridísima Blanca: Aunque he tenido el consuelo de verte en mis últimos momentos, quiero escribirte también estas líneas de recuerdo. Dejo a mis hijos, como la más preciada herencia, la fe católica en la que he vivido y quiero morir. Cuídate tú para que puedas cuidar de nuestros hijos. Perdono a mis enemigos, incluso a los que hayan de fusilarme, y te pido que me perdones lo que te haya hecho sufrir inmerecidamente porque eres una santa. Un abrazo con todo el corazón y el cariño de tu Carlos.

Recordemos todos al Teniente Coronel Noreña con el enorme respeto, admiración y afecto que merecen las personas de honor, ejemplares, coherentes con sus convicciones y principios, que saben mantener y les sirven de guía hasta el heroísmo.

(*) Joaquín Sama es Psiquiatra