Reflexiones irreflexivas de una pasión.

En este  momento te depositaría suavemente en el remanso eterno del bosque y cubriría tu cuerpo con mis besos, dibujaría mil caminos con mis manos en tu piel ideando los más inesperados  y súbitos trayectos sobre ella, ordenaría con una mano tu cabello, para ir desordenándolo con la otra casi al unísono.

Besaría tus dulces labios, cerraría tus ojos con el solo roce de mis mejillas sobre tus adormecidos párpados, apretaría muy fuertemente tu cuerpo contra el mío para que comprendieras que mi pasión por ti no solo se escribe o se dice, sino que también se siente. Y permanecería observando tu rostro, para que en un lenguaje sin palabras y sin gestos me pudieras transmitir con la sola expresión de tus ojos que me sientes muy presente en tu vida y muy dentro de tu cuerpo.

Yendo más lejos que las sublimes formas literarias de Neruda o de Machado, me adentro en la expresión más genuina de un hombre que no rehuye a su verdad y gritándoselo al mundo, se encierra también en sus escritos, con la sola intención de testimoniar que está sintiendo llegar la plenitud a su vida. Que su corazón hace esfuerzos extremos por mantenerse dentro de su pecho y  que su cuerpo  ya está casi imposibilitado de mantenerse dentro de las ataduras que le significan sus vestimentas, quisiera trascender en forma etérea y llegar a ti como una brisa, pero al sentir el calor de tus manos y el roce de tu boca, adquirir nuevamente la forma de ese ser, de ese  amigo y de ese hombre  que aunque lejos de enloquecer, aprovecha su aún preciada cordura  para perder entera su compostura ante  ti.