San Rafael es un pueblo de montaña cercano al túnel de Guadarrama, y a unos 1.200 metros de altitud.
Como estábamos en otoño el aire era absolutamente transparente e impoluto, y la luz solar llegaba hasta nosotros en toda su nitidez y esplendor. Podíamos tomar el sol sin quemarnos, sin sentir el calor abrasador y sin embargo como una caricia angélica inefable. Antes nos había conducido hasta el pueblo de El Espinar, en cuya plaza de La Corredera habíamos tomado el aperitivo, también al sol.
Pero después, ya junto a la carretera en el contiguo San Rafael - con nombre del arcángel -, llegamos a percibir el sol de una manera ciertamente inolvidable, pues jamás olvidaré. Nos iluminaba, nos acariciaba, nos calentaba el cuerpo y el alma sin llegar a quemarnos. Yo no hubiese querido irme de allí jamás, pero tuvimos que caminar un rato hasta el Hostal Lucía, también de gratos recuerdos, para almorzar en su enorme y entrañable comedor.
Sé que la luz de ese sol, a su distancia perfecta, en el otoño, a los 1.200 metros de altitud del pueblo de San Rafael, era un señuelo de lo que será la luz radiante que emane de Dios Padre, cuando tengamos la dicha de poderle contemplar cara a cara, y no deseemos apartarnos jamás de él.
Si (
No(
