Nació a finales de la Edad Media para morir en el umbral de la modernidad renacentista. Se le considera una mujer que se adelantó a su tiempo. Es posible que no naciera para ser reina pero sí demostró a lo largo de su vida que había nacido para reinar. Fue portadora de una religiosidad que fue creciendo con el paso de los años, conforme iban aumentando sus responsabilidades de gobernante.
Su vida no hubiera sido la que fue sin su relación con cuatro personajes que influyeron de forma decisiva en ella: el arzobispo Carrillo de Acuña, su valedor en los años de princesa; el cardenal Pedro González de Mendoza, su consejero y gran apoyo en los años de comienzo de su reinado; el cardenal Francisco de Cisneros, su confesor y guía espiritual; y Fray Hernando de Talavera, también su confesor y confidente en muchos momentos. Todos ellos fueron testigos del Humanismo cristiano.
Son muy interesantes y perplejas las vicisitudes políticas por las que pasó hasta su casamiento desde el compromiso de los Toros de Guisando. Tuvo un sufrimiento constante con el intento de su hermano Enrique IV de casarla con Alfonso V de Portugal, un soberano mucho mayor que ella a quien Isabel rechazaba constantemente.
Desde la Corona de Aragón, al morir el príncipe Alfonso y ser proclamada heredera Isabel en Guisando, el hábil monarca de este reino, Juan II, da un giro de mano a su cuestión castellana y destaca a su hijo Fernando como pretendiente a la mano de Isabel. (1)
El Arzobispo de Toledo se ha instalado en Yepes, el partido de Aragón vigila de cerca los sucesos de Ocaña, y dentro de la misma Villa están las embajadas del rey aragonés. La princesa está incomunicada, pero rehúsa resueltamente al candidato portugués; “Yo lo rehusé”; “el cual casamiento ya vedes quánto a mí era peligroso”.(2)
Aquí comienza la tragedia de Isabel: “cada día se me facían amenazas por qualquier cosa que yo no ficiese a su agrado en daño mío”; “se me ponía por pena el perdimiento de la sucesión” al trono; “que traerían allí a la Reina Juana y a su fija”. Y finalmente “fui certificada que se había jurado sobre la hostia al arzobispo de Lisboa, que por grado o por fuerza me farían facer el dicho casamiento. “De lo cual procedió que yo así, sola y enajenada de la justa y debida libertad y del tenor de mi franco albedrío, que en negocio matrimonial después de la gracia de Dios, principalmente se requiere”.(3) Procurase a todo trance consultar también con los Nobles del partido aragonés; que los del otro partido estaban ya consultados en Ocaña.
Finalmente los prohombres de Fernando (los aragoneses Pierres de Peralta, Ferrer y Fatás) y de Isabel (Chacón y Cárdenas, sin olvidar a Alfonso de Quintanilla, su contador mayor y también hombre clave de todo su reinado), bajo la batuta del todo poderoso arzobispo Carrillo (el mejor avalista de Isabel hasta llegar al altar en Valladolid), firmaron en Yepes el 6 de febrero de 1469, los Desposorios de ambos príncipes,(4) es decir, la promesa mutua de contraer matrimonio, que marcaron el camino para las Capitulaciones de Cervera (Lérida), firmadas el 5 de abril de 1469, y posteriormente al acto matrimonial, celebrado en el palacio de los Vivero, en Valladolid, el 19 de octubre de ese mismo año.
Cuando posteriormente Isabel I, emprende su reinado comienza la guerra civil contra Portugal.
La veremos también inmersa en todos los problemas internos que reclaman la presencia de los monarcas en cualquier parte del territorio del reino de Castilla, considerado en su extensión desde Galicia a Murcia y desde la costa cantábrica a las de Andalucía.
Este reinado será la época de recuperación del equilibrio político de Castilla, roto desde los comienzos del siglo XV. Es asimismo el comienzo de una extraordinaria actuación diplomática y militar que sitúan a la nueva monarquía a la cabeza de las potencias europeas de la época.
La veremos también inmersa en todos los problemas internos que reclaman la presencia de los monarcas en cualquier parte del territorio del reino de Castilla, considerado en su extensión desde Galicia a Murcia y desde la costa cantábrica a las de Andalucía.
Este reinado será la época de recuperación del equilibrio político de Castilla, roto desde los comienzos del siglo XV. Es asimismo el comienzo de una extraordinaria actuación diplomática y militar que sitúan a la nueva monarquía a la cabeza de las potencias europeas de la época.
Junto a su marido el rey Fernando (1452-1516) , diseñaron la monarquía dual, el Estado moderno y sus principales instituciones, poniendo en práctica las infraestructuras necesarias propias de la monarquía hispánica, nacional, bicéfala y autoritaria, como lo hicieron, más o menos, en la oportuna medida, Luis XI en Francia y Enrique VII “Tudor” en Inglaterra.
Una vez resuelto el problema sucesorio, el reinado de Isabel y Fernando se caracterizó por la concatenación de sucesivos triunfos, fortaleciéndose el poder real con instrumentos y mecanismos institucionales como las Audiencias, el Consejo Real, la Santa Hermandado los corregidores, verdaderos representantes de los monarcas en los municipios.
Fue un reinado excepcional donde en muchos actos la reina Isabel tiene una directa intervención. Ella concibe la realeza como un derecho dinástico y como un deber, con una gran responsabilidad y una misión a cumplir.
La importancia de esta Reina es múltiple pero, entre otros aspectos relevantes de su vida, nos atreveríamos a destacar el protagonismo que le tocó ejercer en la formación de instituciones muy importantes ya reseñadas, estructurando junto a su marido Fernando II el nuevo modelo de monarquía.
Según J. Pérez, “la unión dinástica logró transformar la variedad de reinos de la España medieval en un cuerpo político con una sola dirección, una sola diplomacia y un solo ejército” que reunía pueblos con lenguas, tradiciones históricas, costumbres e incluso instituciones distintas; donde cada uno conservaba su autonomía administrativa y se regía conforme a sus propios fueros o leyes. Todos ellos estaban unidos por la persona de los monarcas. Los extranjeros no se engañaron: llamaron España a la unión de Castilla y Aragón y Reyes de España a sus soberanos.
Los Reyes Católicos no crean una España unificada pero la doble monarquía no es tampoco una simple unión personal. Con ellos España se convierte en un ámbito político importante, en un Estado moderno con una forma original que conservará por lo menos hasta principios del siglo XVIII.”
(1) Jaime Vicens Vives (2003).Juan II de Aragón (1398-1479): monarquía y revolución en la España del siglo XV (Grandes Obras) Editorial Urgoiti editores, S.L., p 38. Además de una estupenda biografía en torno a la figura del monarca y su largo reinado, este trabajo supone la culminación del interés de Vicens Vives por el siglo XV, una centuria que será clave para Cataluña, no tanto por la llegada al trono de una dinastía castellana, como por la incapacidad de las clases dominantes que, aferradas a un estricto conservadurismo económico, no sabrán resolver los nuevos retos de la Edad Moderna, que ya asoma.
(2) Circular de la princesa a los Concejos del Reino, Valladolid 1 marzo 1471, en “Memorias”, Colec. Diplom. núm. CLXXXVII, p. 632.
(3) Carta de ]a princesa al Rey su hermano, Valladolid 8 set. 1469, en “Memorias”, Colecc. diplom., p. 606. Circular 1 marzo 1471, ibidem, p. 633.
(4) Según el historiador Alfredo Pastor Ugena (2025) Yepes en su encrucijada histórica.