Este Parque Natural abarca una superficie que se aproxima a las 230.000 hectáreas en las que entre sus montañas se alternan valles, ríos, lagos como el Pehoe, el Grey, Nordenskjöld, Sarmiento y, naturalmente por las latitudes en que nos estamos moviendo, de glaciares como el Grey, Pingo o el Tyndall pertenecientes al Campo de Hielo Patagónico Sur.
Ya antes de la llegada de los españoles, esta región estaba habitada por los tehuelche, aquellos pobladores a los que Magallanes llamó patagones, cuyos registros se remontan más allá del año 3500 a.C. según restos encontrados en el mismo parque. Estos primeros pobladores fueron desapareciendo y en 1870 prácticamente no quedaba ninguno. El término payne significa "color azul celeste" en la lengua de los mapuches, pero allí nunca se habló aquella lengua. Debió ser por aquellos años finales del siglo XIX cuando Santiago Zamora, explorador chileno y gran conocedor de la comarca, cruzó aquellas montañas durante una expedición de reconocimiento británica, cuando le dio ese nombre.
A partir del año 1900, la zona fue objeto de una rápida colonización para la explotación ganadera y actualmente es el paraíso de los montañeros, senderistas, alpinistas, y de todos los amantes de la naturaleza y de la belleza. Decir que Torres del Paine es una de las áreas más asombrosas de Chile es, sin duda, quedarse corto. Este Parque Natural fue incorporado como reserva de la biosfera por la UNESCO en 1978 y seleccionado como la octava maravilla del mundo según un concurso realizado por el sitio Virtual Tourist en 2013.
La consecuencia más lógica e inmediata es el gran número que visitantes que recibe cada año, poniendo de manifiesto su alto potencial turístico. Un circuito en forma de W nos va a ir conduciendo por los diferentes miradores desde los que disfrutar de uno de los entornos más privilegiados de toda la Patagonia, con rutas para todos los niveles de dificultad, pudiendo recorrer senderos, navegar lagos, hacer trekking y, por supuesto, escalar si las condiciones físicas lo permiten. Hacer una planificación organizada de todos los senderos y variaciones que se pueden hacer en el parque sería tarea imposible; proponer una serie de puntos imprescindibles también es difícil porque siempre se nos olvidaría alguno. Así que optemos por sugerir los lugares que nos vienen a la memoria a vuelapluma, sin mirar el mapa:
El Lago Sarmiento, nuestra primera visión del Parque Nacional, con sus aguas de un azul intenso. El Mirador de la Torres, pero el que está junto a la Laguna Amarga, porque el otro, el Mirador de la base de la Torres, se encuentra tras una larga caminata ascendente de 9 kilómetros en la que se salva un desnivel de más de 700 metros, y hay que estar en forma para acometerlo. El macizo del Paine Grande y tras él los Cuernos del Paine, dos picos que a ambos lados del gran macizo semejan dos cuernos y se ven desde el mirador que lleva su nombre. Las travesías en ferry por el Lago Pehoe que dura 30 minutos y la del Lago Grey de tres horas. La Laguna de los Cisnes con muchas otras aves demás de cisnes. La Cascada del Salto Grande y la Cascada del Paine que, aunque no lleve el apelativo de grande como la primera, es mucho más espectacular.
No menos de tres días serían necesarios para darse una idea de la magnitud del Parque, pero una vuelta completa requeriría al menos diez. Sin olvidar que los cambios climatológicos pueden interrumpir la visita durante un tiempo indeterminado. Se dice que en Patagonia se viven las cuatro estaciones del año en un solo día y que una inclemencia meteorológica puede fastidiar un paisaje, lo que tampoco quiere decir que pasado un rato no se pueda recuperar en todo su esplendor.
Este planteamiento requiere la utilización de unas infraestructuras turísticas a todas luces insuficientes dado el número de visitantes, pero también difícilmente ampliable sin perturbar el ecosistema.
La oferta hotelera va desde un lujo exquisito como el que proporciona el Hotel Explorer, al alcance de pocos bolsillos, hasta los campamentos y refugios de montaña más asequibles aunque no por ello baratos. Enclaves verdaderamente idílicos como la Hostería Pehoe en un islote en el lago Pehoe al que se accede a través de un puente, promete una estancia memorable. Pero las promesas no siempre se cumplen y la hostería está necesitada de un buen servicio de mantenimiento que asegure que el agua caliente y la calefacción llegue a todas las habitaciones, sin mencionar la parte de restauración que es verdaderamente deplorable, con el agravante de que el restaurante más próximo es la Cafetería Pudeto a unos 10 Km. de distancia.
El reclamo turístico es incuestionable, considerándose la tercera área protegida de Chile por el número de sus visitas que cada día crecen más. Desde la ciudad argentina de El Calafate se organizan excursiones Full Day, cruzando la frontera por el paso del Río Don Guillermo para visitar el Mirador de las Torres, hacer un pequeño trekking hasta la Cascada del Salto Grande y llegar al Mirador de los Cuernos del Paine antes de emprender el regreso a El Calafate, lo cual supone en la práctica un viaje de siete horas en bus para llegar, tres de visita y otras siete de regreso, sin la garantía de que en las tres de visita las condiciones meteorológicas permitan lograr el objetivo. La otra opción es establecer el campamento base en Puerto Natales y recorrer cada día los 150 Km. que separan la ciudad del Parque.
Pero estar allí, tener la oportunidad de ver sus distintos miradores a diferentes horas del día, con distintas luces, a lo que hay que añadir un pellizco de suerte para que las nubes no se interpongan tapando el espectáculo, es absolutamente inolvidable.