Ana Ortega Romanillos leyó la trayectoria profesional y literaria del profesor y escritor Octavio Uña Juárez (Brime de Sog. Zamora, 1945), que ha sido catedrático de Sociología en las universidades de Santiago, Complutense, Castilla – La Mancha, Rey Juan Carlos y Pontificia de Salamanca. Tiene en su haber cinco licenciaturas y es Doctor en Ciencias Políticas y Sociología y Premio Extraordinario de Doctorado por la Universidad Complutense. Ha ganado tres cátedras de Sociología por oposición en tres universidades españolas y la cátedra de Filosofía de IES. Es autor de una amplia obra científica y literaria, con un centenar de libros.
Octavio Uña comenzó diciendo que Castilla era una inmensa metáfora. Citó al poeta zamorano León Felipe y al castellano-manchego José López Martínez, autor de “La ruta de Don Quijote”, libro muy valorado por viajeros y turistas por La Mancha. “Don Quijote es una figura inconmensurable para conocer el mundo. Hay que imaginarlo como hizo Cervantes”, señaló el conferenciante en su introducción al recital. “Se ha dicho que en La Mancha hay más poetas que lluvia. La Mancha es un pueblo con imaginación creadora”.
El poeta Octavio Uña gusta de la utilización del lenguaje arcaico en sus versos sobre el mundo rural o los pueblos y territorios vaciados, abandonados. Es un buscador de la belleza que salva o nos alivia de la dureza de la vida.
Octavio Uña es autor del libro de poemas titulado “Castilla, plaza mayor de soledades” (2001), que va por su cuarta edición. Los poemas leídos por Uña iban referidos a la España deshabitada, a los vinos de Toro, "vinos densos y espesos desde las bodegas romanas"; de los antiguos alfares de Pereruela (Zamora), del río Duero muy cantado por poetas españoles y lusos, entre ellos Fernando Pessoa; del viaje que nos abre el conocimiento; de la tierra de caminantes; de los 24 ojos del puente de Toro, de los que solo cuatro llevan agua; de la Tierra del pan y del vino; de los ajos de Las Pedroñeras y Zamora -los dos grandes productores en España-; de Don Quijote entre el páramo y la llanura; de El Escorial y su bosque de la Herrería; de la Real Biblioteca del Monasterio, que los soldados de Napoleón no se llevaron, por ignorancia de su enorme valor en lenguas.
El poeta recordó a Claudio Rodríguez y su bello verso “Toda la claridad viene del cielo” y al joven poeta Justo Alejo que terminó suicidándose. También citó a Dostoievski y su pensamiento: Dios habló al hombre, por medio de la Escritura y en la Modernidad lo hizo por Don Quijote.
“La melancolía es fuente de inspiración para los poetas, un campo fértil para la creatividad, desde Ovidio y Jorge Manrique a nuestros días”, concluyó Uña, autor que cuenta con diversos poemas dedicados a grandes ciudades como Venecia, Toledo o Estambul, que no tuvo tiempo para leer.
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